"Sin tapujos", la confesión sexual de un polémico cura cordobés.

"Sin tapujos, la vida de un cura" es el título de la obra del padre José "Quito" Mariani de la provincia de Córdoba. Según la Cámara del Librerías, el libro será el best seller de junio. En algunas de sus páginas más "calientes" da detalles de sus pasiones por un hombre llamado Antonio en los años 60. La Iglesia analiza el tenor de las sanciones para el sacerdote. La gente en cambio, obligó la reedición de 10 mil ejemplares

En la Iglesia, en la prensa y en la sociedad toda, el libro del padre Mariani ha generado un sinfín de opiniones, a favor y en contra. Los representantes de la Iglesia salieron ya a decir que el cura será sancionado. La prensa de Córdoba trata el tema con cierto respecto y tal vez con alguna inclinación hacia los postulados católicos. La gente divide sus comentarios pero, mientras tanto, hizo agotar la primera edición del libro y va por más.
Ayer en el diario La Voz del Interior, el más importante de Córdoba, aparecieron dos arículos con relación al tema. Uno de ellos en formato de editorial.
El otro texto dice lo que sigue y lo escribió la periodista Rosa Bertino bajo el título "Pecado Original".
"A su manera, y salvando las distancias, el cura Mariani ha logrado desatar un fenómeno parecido al de la película de Mel Gibson. Nadie la había visto, pero lo mismo opinaba. Muy pocos conocían el libro Sin tapujos, donde al fin y al cabo de lo que menos se habla es de sexo, pero el impacto televisivo los dispuso a todos a favor o en contra.
A muchos la comparación les sonará a herejía, y no les faltará razón. La pasión de Cristo reproduce el calvario de Jesús, que es el fundamento de nuestra Historia. Las memorias de Guillermo Mariani son personales y no tienen visos de inmolación, pero dan en el centro de una duda terrena y actual. Los curas son de carne y más de uno vive el celibato como una cruz que lo confina a la soledad física. En un mundo saturado de tentaciones, los cinturones de castidad son parte del pasado. No así el concepto de la castidad, que los católicos parecen deseosos de debatir y ampliar, no por vía del escándalo sino de la reflexión discreta y persistente.
En su autobiografía, "Quito" Mariani repasa las circunstancias por las cuales tantas familias humildes confiaban en que, ingresando al clero, sus hijas e hijos podrían tener casa, comida, estudio y ascenso social. Un poco de convicción no les venía mal, pero esas madres estaban seguras de haberlos criado con tan férreos principios cristianos, que la vocación surgiría con el ejercicio.
Mariani tomó los hábitos a los 24 años. Comenzó su ministerio en Villa María y desde entonces lo acompaña una buena imagen, interior y exterior. Las damas todavía recuerdan a "un bombón de ojos claros y pelo enrulado", que conquistaba con su simpatía y sermones.
Cabe consignar que nadie recuerda algún episodio de ribetes eróticos, como el que menciona en su libro. "Si ocurrieron cosas, yo no me enteré. Se lo veía muy sociable y guitarrero, pero eso era todo", dice una abuela de cinco nietos. Es una de las tantas que se manifestó decepcionada por la índole de las revelaciones del padre Mariani. Uno se queda con la duda sobre qué es lo que en definitiva lamenta la señora, pero menos averigua Dios, y perdona.
En el fondo, la autobiografía del padre Mariani es un repaso de una época bisagra. El giro que le ha dado la opinión pública y sus artífices, induce a creer que lo único que quedó es la liberación sexual, y la posibilidad de opinar a mansalva.
Sin embargo, todo lo otro es lo que realmente afecta nuestra existencia cotidiana. Las nociones de Tercer Mundo y distribución de la riqueza son más imperiosas hoy que hace medio siglo.
En su libro, "Quito" Mariani rememora el cúmulo de sensaciones contradictorias que lo trasladaron del campo a la idealizada gran ciudad. De la vida rural, a la urbana. De los grillos y charlas de pueblo, a las luces del pensamiento y la acción. Por mucho que añorara los afectos, venirse a Córdoba y entrar al Seminario Mayor le significó despegarse de lo que parecía el atraso. Al igual que tantos progresistas congénitos, no imaginó los alcances del mundo que lo esperaba. A partir de los años ’50, más precisamente del derrocamiento del general Perón, comenzaron a sucederse los cambios bruscos e ideológicos. En los ’60 y los ’70, el romanticismo de la canción de protesta y el café concert se transformó en la tragedia del heroísmo que no encuentra un cauce político e institucional. En Sin tapujos, Mariani repasa los allanamientos, los secuestros, las muertes y el estado de amenaza que le cargaron más espectros que la insatisfacción sexual.

Temperamento

Hace años que Mariani es más conocido como "el sacerdote de la televisión y La Cripta", por sus micros por Canal 10 y sus 37 años al frente de la iglesia de Villa Belgrano, respectivamente. Cuando la curia lo trasladó a la zona de los nuevos ricos, sus modestos feligreses de Río Ceballos, donde se encontraba en ese momento, hicieron huelga de hostias. Lo querían mucho y no entendían la estrategia pero, como sostiene un militante católico, "fue una maniobra muy inteligente la del Arzobispado". Este hombre, hoy casi anciano, reconoce que "sólo un cura como ‘Quito’ les podía ablandar los corazones, es decir el bolsillo".
En general, desde la Acción Católica a los sufridos curas de barrio, le reconocen un temperamento sacerdotal acorde con los tiempos que corren. "Es muy fácil predicar entre los pobres; lo difícil es sacarles plata a los ricos, para sostener las obras de caridad", admitió un alto prelado local.
Hasta que no pase la excitación del momento, no será fácil emitir ni escuchar juicios objetivos sobre Guillermo Mariani. Confrontar actitudes y opiniones parece ser una constante de su existencia. Lo siguen más los jóvenes que los viejos, y a éstos les preocupa la influencia que tiene sobre los primeros. Ha casado a muchas parejas y bautizado a decenas de niños, que probablemente no se hubieran casado por iglesia ni sacramentado a sus hijos sino fuera por él. En sus bendiciones suele hacer franca alusión al sexo y la pasión, como el elemento que enciende la unión entre dos personas. Pero entre los matrimonios celebrados por Mariani hay tantas separaciones como los consagrados por cualquier otro cura o parroquia.
Para los numerosos seguidores de un hombre que supo renovar el discurso eclesial, este gesto va de lo valiente y necesario a lo dudoso. Mucha gente no está azorada por sus confesiones, sino por el lugar del destape. Así pasen los siglos, y en éste ya no se usen sotanas, los católicos seguirán siendo reservados con respecto a sus intimidades. Creen que el lugar indicado para desahogar dudas, pecados y debilidades es el confesionario, o el hombro u oído de otra persona. Nunca la arena de los medios masivos de comunicación".

Fuente: el-litoral.com.ar, 14 de junio de 2004.