VENEZUELA

Un round decisivo

 

El advenimiento de Hugo Rafael Chávez Frías a la política mayor de Venezuela tuvo tres momentos culminantes. El primero, en 1982, cuando junto con otros capitanes del Ejército, de convicciones nacionalistas como él, fundan el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 con el objetivo explícito de "estudiar el pensamiento de Bolívar y discutir sobre la situación del país". Aunque aseguraban no albergar ambiciones políticas, sino solo la pretensión de "dignificar la milicia" y combatir la corrupción de los gobernantes, lo cierto es que hacían proselitismo en los cuarteles.
El segundo momento se produjo en febrero de 1992, cuando unos 300 efectivos de élite de la brigada paracaidista comandada por el teniente coronel Chávez se trasladaron a Caracas y tomaron posiciones en la residencia presidencial y en la base aeronaval Francisco Miranda, mientras que otras unidades operaban en el interior del país. Tras unas horas de confusión, el entonces presidente Carlos Andrés Pérez retomó el control de la situación. Finalmente, Chávez apareció en las pantallas de televisión para confirmar que "por ahora" no se habían logrado los objetivos del movimiento, por lo que asumía toda la responsabilidad y pedía a sus camaradas que retornasen a los cuarteles. Un tribunal militar caraqueño lo procesó y ordenó su confinamiento en el penal de Yare. El creciente desprestigio del gobierno de Carlos Pérez, quien finalmente terminaría condenado a reclusión domiciliaria por delitos de corrupción, contribuyó al ascenso de la popularidad de Chávez.
El tercer momento fue, sin dudas, el más importante. En noviembre de 1998 se realizan elecciones legislativas. En ellas, el Movimiento Quinta República de inspiración bolivariana, se ubica en segundo lugar detrás de la oficialista Acción Democrática. Un mes después –el 6 de diciembre– Hugo Chávez se presenta como candidato a presidente encabezando el denominado Polo Patriótico, en el que además del MVR, estaban el Movimiento al Socialismo, el Partido Comunista de Venezuela, Patria para Todos y otras cuatro formaciones menores –prácticamente toda la izquierda–. El ex militar arrolló con el 56,5 por ciento de los votos, por delante del candidato que contaba con el apoyo de los deteriorados partidos tradicionales Acción Democrática y Copei.

Nueva etapa
El establishment y la embajada estadounidense creyeron estar frente a un militar cuyas máximas aspiraciones ya estaban cumplidas, al que habría que colmar de halagos y de buenos negocios. Pero grande fue su sorpresa (y su desagrado) cuando comprobaron que la historia recién empezaba. El flamante presidente comenzó a hablar del nacimiento de una "verdadera democracia". No habían transcurrido todavía tres meses de su asunción cuando, el 25 de abril de 1999, Chávez gana el referendo para convocar a elecciones de convencionales constituyentes. En un maratón sin precedentes, el 25 de julio del mismo año, el Polo Patriótico se adjudica la abrumadora mayoría de los convencionales. La Asamblea Constituyente sesiona en medio de una marcada turbulencia política y el 16 de diciembre (a solo diez meses de haber asumido Chávez) el texto de la nueva Constitución es aprobado masivamente en un nuevo referendo.
El 30 de julio de 2000 se convoca a comicios generales, para todos los cargos electivos, en el marco de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (el nuevo nombre oficial del país). Chávez revalida su cargo de presidente e inicia su nuevo mandato de seis años de duración, luego de siete triunfos electorales consecutivos.
La Constitución bolivariana contiene dos aspectos fundamentales. Un nuevo concepto que contempla mecanismos que exceden a la democracia representativa, estableciendo instancias de participación ciudadana que incluyen el referendo con facultades para abrogar una ley existente, crear una nueva que se considere necesaria o revocar el mandato de un representante, desde el más modesto hasta el presidente de la República.
El otro aspecto distintivo de esta Constitución es su contenido social. Esto es, quizás, lo que más les molestó a las clases dominantes venezolanas, acostumbradas a disponer dispendiosamente de los ingresos petroleros a expensas de un 80 por ciento de la población, sumida en la más absoluta pobreza, en un país inmensamente rico.
La nueva Carta, que prevé, de manera taxativa, los derechos de la niñez, la ancianidad, la familia, la vivienda, la salud, la educación, la seguridad social, el trabajo, así como la prohibición de la actividad monopólica, ha puesto de mal humor a los amantes del mercado.
Una muestra de este malestar lo constituye este fragmento, publicado en el diario La Nación de Buenos Aires (en el mes de agosto de 1999), por el periodista nacido en Cuba y radicado en Miami, Carlos Alberto Montaner. "Esta nueva carta magna –dice Montaner respecto de la Constitución venezolana– insiste en otorgar ‘derechos’ que no son otra cosa que aspiraciones razonables que solo podrán ser satisfechas si la sociedad crea los medios y genera suficientes excedentes". Y luego agrega: "esta peligrosa confusión entre derechos y objetivos viene, precisamente, de la Constitución mexicana redactada en Querétaro en 1917. Ahí ocurrió el pecado original, cuando los legisladores, salidos del matadero de la revolución contra Porfirio Díaz, embarcaron al Estado mexicano –y más tarde a toda América latina– en dos tareas que no eran de su incumbencia: primero, decidieron que le correspondía al Estado decidir cómo, cuándo y para quién la sociedad tenía que generar riqueza; y, segundo, definieron en el texto constitucional los 'derechos sociales' que les corresponden a los ciudadanos por el mero hecho de serlo". Quienes verdaderamente detentan el poder, tienen reservados castigos muy claros y ejemplificadores para los partidarios de los derechos sociales. El asesinato de Emiliano Zapata fue uno de ellos.
Y el castigo, en Venezuela, no se hizo esperar: golpe de Estado de abril de 2002 (fallido por la acción popular), con derogación de la Constitución y secuestro del presidente Chávez incluidos; lock out y sabotaje en la empresa petrolera estatal Pdvsa; atentados en distintas embajadas de Caracas y la presencia de paramilitares colombianos en territorio de Venezuela, con planes –incluso– de magnicidio. Todo esto "en defensa de la democracia", apoyado en una inimaginable campaña mediática y respaldado por el propio gobierno de los Estados Unidos, que no vacila en manipular a la OEA para lograr una mayor intervención en la política interna del país caribeño.
Quienes aplaudieron la anulación de la Constitución perpetrada por Pedro Carmona (dictador por 47 horas), se ampararon en su artículo 72 para solicitar la revocatoria del mandato presidencial de Hugo Chávez. Luego de un proceso plagado de anormalidades, en el que "firmaron" muertos y extranjeros, el Consejo Electoral consideró finalmente que la oposición había alcanzado el 20 por ciento del padrón electoral que la habilita a solicitar la realización del referendo revocatorio, que se realizará el 15 de agosto próximo. Si en esta consulta, para la cual el voto no es obligatorio, vota el 25 por ciento de los ciudadanos inscriptos y, quienes solicitan la revocatoria del mandato presidencial obtienen, por lo menos, la cantidad de votos logrados por el actual presidente más uno, Hugo Chávez cesará inmediatamente en su cargo y se convocará a elecciones presidenciales dentro de los 30 días.
Los medios de comunicación golpistas de Venezuela pretenden hacer aparecer como una derrota del gobierno que se haya alcanzado la cantidad de firmas necesarias. Evidentemente, no deja de ser un éxito para la oposición el haberlo logrado. Pero el éxito mayor es el de las fuerzas populares que abortaron un golpe de Estado, doblaron el brazo al sabotaje contra Pdvsa y reaccionaron con rapidez con medidas de autodefensa frente a la intervención de los paramilitares colombianos (donde nadie duda de la existencia de la mano de Washington) y –en el tema del referéndum– lograron que ese derecho se ejerza dentro de los marcos de la Constitución y no fuera de ella, como pretendía la derecha.
El movimiento popular que respalda las transformaciones que se están llevando a cabo en Venezuela tiene el convencimiento de que logrará un octavo triunfo electoral el 15 de agosto. Hay quienes dicen, con ese humor caribeño, que el resultado no será revocatorio, sino "revolcatorio" de la oposición golpista. Una buena parte del destino próximo de América latina se juega en esta consulta. Miguel Angel Ferrari

Fuente: Acciondigital.com.ar, 15 de junio de 2004.