La_organización_autónoma_del_trabajo

Fecha: Tue, 18 May 2004 01:59:12 -0300

¿Clase obrera o multitud? ¿Hay un nuevo sujeto histórico? ¿Poder o antipoder? ¿Ocupar el estado o extinguirlo? ¿O para abolirlo hay que tomarlo? ¿Organizarse es desautonomizarse? ¿Contrapoder, insurrección y okupación ? ¿Toda institución es estatista? ¿El poder constituyente deviene en constituido? ¿Adiós a los sindicatos y partidos? ¿Fraternidad o complacencia? ¿Debate o simulacro? ¿Fue cooptada la autonomía por Kirchner? ¿Puede haber anticapitalismo en el capitalismo? ¿El dinero hace falta en todo tipo de sociedad?

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico (NPH)

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La organización autónoma del trabajo

"No podemos recurrir al método de esconder nuestros desaciertos para que no los vean. Eso no sería honrado ni sería revolucionario. De nuestros errores se aprende también. De nuestros errores aprenderán los compañeros de América y de otros países".

Ernesto "Che" Guevara.

"No será el miedo a la locura lo que nos obligue

a bajar la bandera de la imaginación".

André Breton.

"La acumulación de «trabajo muerto» como capital, representado en la forma-dinero, es el único «sentido» que el sistema productor de mercancías conoce".

Grupo Krisis.

"Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra".

Walter Benjamin.

Nota: Las cifras se redondean para facilitar su lectura.

Sumario:

1.- Clase obrera. Trabajo y multitud.

2.- El asalariado posfordista.

3.- Fuerzas represivas y capital-criminal. El delito como mercancía y lo punible como trabajo.

4.- Clientelismo social, asambleismo y nuevo ciclo de acumulación.

5.- Dilemas de la autonomía.

6.- Autonomía y anticapitalismo.

7.- Autonomía y antagonía.

8.- Mas allá del capital y del estado.

9.- Mas allá del sindicato y del partido.

10.- Revolución del capital y poder constituyente.

A los que vengan después...

1.- Clase obrera. Trabajo y multitud.

"Si no se obligara a trabajar a la humanidad, trabajaría solamente para sí misma". Carlos Marx. (obrero masa song) ... "Mi vida no es mas que tiempo, un tiempo repartido / Entre estar atada al trabajo y combatir mi destino / Unas veces no soy mas que obrera, otras amo, pienso y vivo / La mayor violencia es la que nos tiene escindidos"... "Fuerza de trabajo que clase de vida es esta / Es la vida de nuestra clase, la muerte a destajo / Los de arriba contra los de abajo / Es la lucha de clase ¡Abajo el trabajo!"...

Canción de la banda Hechos Contra el Decoro.

El patrón adquiere del asalariado toda su potencia productiva. Todas sus facultades intelectuales y físicas. Y cuando decimos todas, decimos eso, completamente todas. Adquiere su vida a través del hacer productivo de su cuerpo. Succiona su energía muscular y mental. Unica manera para que su subjetividad pueda aumentar el valor, o autovalorizar, el capital maquínico acumulado sobre la base del trabajo objetivado. Un trabajo vivo singular que valoriza el trabajo muerto cosificado en el capital. La tecnología de hoy fue el trabajo de ayer. La informática, la robótica y la ciencia objetivada se transforma en trabajo inanimado. Una técnica sedienta de nueva laboriosidad para no desvalorizarse.

El imperio del dinero es una construcción universal y epocal. No es una necesidad para todo tipo de sociedad, sino solo, para las mercantiles. Es una herramienta de subordinación contra los productores. Es un valor de cambio, y por eso un vínculo mediador, entre el capital y los valores de uso creados por el trabajo. El dinero es inherente a toda formación histórico-social dominada por la economía de mercado. Aún de aquellas que se propusieron administrar socialistamente el capital.

Dinero, producción, comercio, ganancia, capital y estado constituyen una relación política y económica que compone un circuito social integral. Una manera de reproducir la sociedad. En una comunidad donde reinara el valor de uso, o el uso sin valor monetario de todo lo creado, transformaría, todo intermediario y medida de las necesidades, en innecesario. Por supuesto, incluso el dinero.

El dinero es el representante universal de los valores de cambio. El dinero es trabajo acumulado, y como tal, forma el capital. El dinero del empresario no es mas que el trabajo que le robó a su empleado. Con él adquiere, de su esclavo asalariado, su fuerza nerviosa, el tesoro de su memoria, sus facultades cognitivas y su simbología lingüística. Sus capacidades de poder vigilar, tensionarce, relajarse y controlar el proceso productivo.

Todos estos atributos corporales son adquiridos por el patrón y retribuidos por una paga. Una medida dineraria siempre menor, y cada vez mas insuficiente, de todo lo hecho por el trabajador. Recordemos que en la Argentina el 50 por ciento de los empleados gana 150 dólares.

El plus, el resto de su hacer no retribuido y que se embolsa el patrón, sino no habría plus-trabajo, plus-valor, plus-valía y capitalistas, lo acumula con las ganancias provenientes de la venta de las mercancías, materiales e inmateriales, que contiene la creatividad y el esfuerzo del empleado; vale decir: el trabajo humano. El producto de sus ventas acumuladas, como capital circulante, volverá al proceso productivo como dinero o salario. Una moneda que le permita recomprar, una y otra vez, nuevo trabajo.

El dinero también le sirve para endeudarse y expandir, como capital líquido o financiero, el trabajo acumulado. Adquirir nuevas materias primas, e invertir, como capital fijo en infraestructura y tecnología, mayores sumas que le permitan suprimir la mayor cantidad posible de salarios como gasto del capital circulante. Esta es la causa económica fundamental del desempleo. Inherente al trabajo posfordista, recurrentemente inestable, y donde gobierna la hegemonía de la plusvalía relativa y la subordinación plena de la sociedad en el capital. Y no como en el fordismo, donde resultaba dominante la subordinación formal, típica de la plusvalía absoluta, que incorporaba parcialmente al trabajador registrado al proceso capitalista. Y que hacía de la huelga obrera la herramienta mas preciosa contra los patrones y el peligro mas temido por el capital. Esta inclusión parcial del trabajo en el capital, obligaba a los empresarios a pactar con los sindicalistas los términos de la expoliación para que no se interrumpiera la extracción de plusvalor y la formación de capital. Manteniendo con vida, a costa del consenso gremial, a la clase de los patrones.

Pero además de su lógica económica, el posfordismo, es una estrategia de poder social capitalista para desplazar asalariados y precarizar el empleo. Y así controlar, la cada vez mas productiva fuerza de trabajo. Evitando a costa de la pobreza, con empleo o sin él, el desplazamiento de la cada vez mas parasitaria condición patronal del proceso productivo. Un tipo de capitalismo que necesita abolir progresivamente, para ser cada vez mas competitivo y para dominar la autonomía del trabajo humano cada vez mas productivo, mas salarios y capital circulante. Una economía mercantil que disciplina la fuerza laboral con un doble castigo: hiperexpoliación e hiperdesempleo. Este ahorro en sueldos, cargas sociales o lisa y llanamente los despidos, le provee al patrón el excedente que necesita, cada vez en mayor proporción, para invertirlo como capital fijo. Y así ganar, con métodos técnico-científicos superiores a sus oponentes, la batalla por la ganancia, por la que compite, contra los otros empresarios.

El trabajo, ese dios oculto del capital, puede ser subvertido de su dominio por sus propios hacedores: la multitud trabajadora.

No el trabajador exclusivamente fabril, una porción de la clase obrera, el viejo proletariado industrial. Tampoco la indiferenciada clase trabajadora, es decir, todos aquellos que venden su energía por un jornal. Sino una multitud que contiene ambas categorías (obreros y asalariados) y al mismo tiempo la excede. Son la multitud de los que únicamente tienen para vender su fuerza de trabajo por dinero y producir plusvalor, caso contrario, se mueren.

Si la multitud no fuera algo mas que la clase obrera y algo mas que el conjunto de los asalariados estaríamos denominando, de otra forma, a la clase trabajadora a sueldo. Pero llamándola simplemente con otro nombre: la multitud.

Todos aquellos que están condenados a trabajar para vivir, sino perecen, y con su potencia valorizan el capital, son la multitud. Cobren o no un salario. Sean explotados de manera directa y asalariada, o se digan autónomos, y terminen incluidos en el universo capitalista por intermedio de su circuito ampliado: el mercado.

Sean cartoneros, obreros reapropiadores, economías solidarias piqueteras, microemprendedores y redes de hacedores. Sean cooperativistas o cuentapropistas. Todos quedan incluidos en el capitalismo, al mismo tiempo, que excluidos del trabajo asalariado bajo patrón. Todos reproducen al capital. Tengan, o no, un sueldo. Estos sujetos sociales, compañeros, componen una multiplicidad de productores de valor, una multitud hacedora que reproduce el capital, mas allá de su ética y su valiente resistencia.

Una multitud que antagonizando al capital puede sepultarlo y transformar, toda su producción, distribución y consumo en el gobierno del valor de uso y el intercambio no mediado por la compraventa, los empresarios y el estado. Un gobierno del común que instituye sus leyes comunes: su auto-nomía o normas propias. Aboliendo las leyes de los poderosos: la hetero-nomía o las normas de los otros. La heteronomía, esa palabreja difícil, significa que se imponen leyes externas o ajenas al sujeto autónomo.

Una autonomía que administra por sí misma lo que es mas común a su existencia: el hacer. Una administración de lo genérico singularizado que precisa instituciones que no vulneren su vida cooperante, una práctica reflexiva en común unión que no es sinónimo de empresas cooperativas.

Una república asamblearia de la auto-gestión de lo común y por lo tanto de lo multitudinario. El fin del estado y de todos sus dispositivos especializados: político, militar, judicial, educativo y sanitario. Aparatos de captura de la vida, que no hacen mas que controlar, disciplinar, separar y reprimir al productor de lo hecho; al que vota del que lo representa; al que obedece bajo la amenaza armada; al reo del juez; al alumno del educador; a la enfermedad de la cura.

La multitud es el nuevo sujeto histórico. Un sujeto que potencialmente puede ir mas allá del capitalismo, o no. Un sujeto que no tiene escrito su destino. Un sujeto cuya práctica es aleatoria, y por ello mismo, libre de toda fatalidad. Por consiguiente un sujeto social que puede vencer o puede ser derrotado.

El nuevo sujeto histórico es un universal concreto en condiciones de parir una nueva era.

Una clase no está acabada y completa de una vez y para siempre. La sociedad de clases está siempre en movimiento y la multitud es una marea. Como el flujo y reflujo de su trabajo que alimenta socialmente a los empresarios. A veces es un torrente subterráneo y otras veces emerge. Pero siempre se mantiene en movimiento. Otorgando orden al desorden capitalista; y desordenando ese orden, en busca de un orden nuevo. Por momentos resulta una furiosa marejada y en bajamar, se refugia, en las hondonadas conquistadas por la creciente. A la sazón contundente y en otras ocasiones mas débil, pero siempre resistiendo. A veces los trabajadores acarician la emancipación y otras veces son derrotados. Pero ni aún con la mas brutal represión se puede resoldar, la fractura donde se asienta, la antagonía de la sociedad capitalista: el robo del trabajo humano a gran escala por parte de los patrones. Una dicotomía irreductible contra el capital por parte de la subjetividad del trabajo. Una lava, que antes o después, va a desbordarse. Intentando cuantas veces haga falta la conquista de su plena libertad. Adecuando a cada época su rebeldía y su organización.

Salvo que creamos, el desvarío de que no hay mas luchas de clases, y que los propios combates entre ellas no las modifican; en los momentos críticos de esta guerra social, la multitud, pueda destruir las relaciones sociales que sostienen el sistema empresario estatal y estatal empresario. O inversamente, producirse el descalabro de la multitud, revolucionarse el propio modo de producción capitalista y domesticar al sujeto histórico que luchó por abolirlo. Porque compañeras y compañeros, toda reconversión capitalista es una revolución social que se frustró.

Las luchas entre clases resultan elementos constituyentes para cada una de ellas. Un biorritmo combativo que las completa, las ordena, desarticula y reestructura. Tan descriptivas de sí, como su ubicación en el mundo del consumo y la producción.

Cada persona nace en una clase. Resultando determinada, pero no inexorablemente condicionada, por su origen. Con los años, cada ser hace a su clase y cada clase hace a su ser. Se identifica con su clase o se reconoce en los valores y objetivos de las clases contrarias a sus propios intereses. Esta disociación, en el caso de los trabajadores, entre ser parte de una clase y estar con la opuesta, nos indica, que ser un productor no conduce inevitablemente a liberarse del capital. Sino que, contrariamente, es probable y es posible emanciparse del capital. No es la historia la que usa al varón y la mujer, sino que es su actividad la que hace la historia.

No hay destino inevitable sino potencia constituyente. Clase se nace pero también se hace. La multitud como clase se reproduce sosteniendo y socavando al capital. Esta es la doble potencia del trabajador: ser partero y enterrador del capitalismo. Trasformarse en un sujeto social disciplinado o insubordinado, consensuando o revelándose al dominio patronal. Pudiendo ser, o no, antagonista a la reproducción de su calvario social.

Si el nuevo sujeto histórico, es un universal de los muchos singulares y de lo singular multiplicado como lo común, que produce y reproduce la sociedad; entonces, es un sujeto político y un cuerpo colectivo comandado por el capital; o en cambio será, potencialmente, un sujeto social autogobernable. El sujeto político epocal es la multitud, ¿Pero quién es la multitud? Se apela a que la multitud es un concepto de clase, ¿Pero a qué clase se está haciendo referencia? ¿A la clase operaria? ¿A la clase asalariada en su conjunto? Ambas a la vez, y aún mas. Un espectro mas amplio, la clase de los que producen la autovalorización del capital. La clase de los que únicamente tienen para ofrecer en el mercado (y no a este o aquel capitalista) su creatividad, su lenguaje, sus deseos, sus manos y sus músculos, sino fenecen en el capitalismo. La clase que produce plusvalía, ganancia y capital. Y que resulta, antes o después, subsumida en el reino de la mercancía. Esté o no asalariada. En definitiva, los excluidos del salario pero no del valor, terminan reincluidos en el capital, mediados por nuevas formas de producción.

Antes del 19 y 20D el sistema resistió con todas sus fuerzas, multiplicar por diez, como lo hizo en el 2002, el auxilio estatal al desempleo. En el 2004 multiplica por dos la ayuda social del 2003. No tiene mas remedio si quiere progresar con la nueva acumulación en marcha pos devaluación.

El estado de excedencia necesita controlar al asalariado posfordista. Y reconvertir el movimiento asambleario, piquetero y de empresas recuperadas en microemprendedores y cooperativistas que compitan en el mercado. Poniendo en la misma arena a economías familiares y grupales contra PyMEs y grupos económicos. Las carnadas y los tiburones en el mar enfurecido de la ganancia. Mas expoliación y una nueva autoexplotación y tercerización. Una subordinación indirecta o plena y formal o real, del trabajo en el capital.

Los empresarios no pueden emplear formalmente a todos. Utilizan los planes para desocupados, como un salario "sui generis", para la construcción de la obra pública que beneficia al capital en su conjunto. Mientras a otros subsidiados los hace sub-asalariados, cuyo monto del plan, se transforma en una subvención estatal a determinadas fracciones del capital. Recreando de esta forma trabajo precario y miserable en beneficio de las empresas privadas.

Como el trabajo lo inviste todo, como el capital subsume lo social, estamos en la época dominada por el trabajador social. Un trabajador difuso. La vida en comunidad, la sociedad productiva en su conjunto, la multitud de potencias, conforman al nuevo trabajador social. La existencia humana se desarrolla en sociedad y se vuelve mercancía. La sociedad se vuelve mercancía. Los desocupados, expoliados y autoexplotados, si no superan la relación social capitalista y la sociedad que la sostiene, terminan incluidos y recomponen el mercado capitalista. Consuman mas o menos. Reproduzcan su fuerza de trabajo por arriba del nivel de la pobreza o por debajo de la línea de indigencia. Rindan poco o mucho plusvalor. Valoricen o autovaloricen, en mas o en menos, el capital. Lo que sobra es descartado, subordinado a los planes sociales sin contraprestación, subsumido al crimen, puesto en prisión, asesinado, enloquece o se mata.

Combatiendo al interior del capital, por intermedio de la resistencia sindical, en la lucha trabajo-salario-ganancia-capital, no se puede vencer a los patrones. No solo hace falta oponerse al capital, necesitamos ir mas allá de él. Precisamos un nuevo vínculo social que impida el renacimiento, una y otra vez, de la condena del trabajo por dinero.

Necesitamos instituir el anticapitalismo y la sociedad del valor de uso y consumo.

La sociedad de las multitudes, se ha vuelto mercancía. Y lo que no se vuelve mercancía, como el trueque, remeda un experimento social superada hace tiempo por la humanidad: intentar vencer al capitalismo con la práctica pre-capitalista de los créditos. Emulación pre-monetaria del valor de cambio universal: el dinero. La sociedad toda del trabajo se ha vuelto mercancía, y lo que no, resulta descartable. Hay que crear. Toda creación social es tributaria de la historia humana, de sus logros y reveses, al mismo tiempo que un acontecimiento inédito.

La autonomía a mitad de camino se vuelve mercancía. Como los obreros reapropiadores tercerizando la producción del capital. Los cartoneros, la clasificación y el reciclado de productos, se convierten en mercancía. También las economías populares piqueteras que no superan la compraventa. De la misma forma, que los emprendedores de producción autogestiva y sus circuitos secundarios de capitalismo ecológico y las redes de comercio justo y consumo responsable. Todas ellas resistencias válidas y esforzadas cuando de pelear por seguir viviendo, ni mas ni menos, se trata. Pero a mitad de camino en su antagonía, y por el momento, colonizables por el poder. En el mejor de los casos sociabilidades no capitalistas, al no producirse plusvalía entre sus integrantes, pero rehenes del plusvalor y la ganancia, al circular socialmente lo producido en el lazo social por excelencia del capitalismo: el mercado.

Recompuesto el ciclo de negocios, nada quedó fuera del imperio de la mercancía. La sociedad productora, el trabajo, esté asalariado, des-asalariado o autoexplotado quedó incluido en el sistema opresor.

Pues bien, hasta aquí, muchas son las diferencias de la multitud con la vieja clase obrera. Esa clase fabril incluida por la vía del salario al capitalismo. Desempleada ante los cracs financieros, crisis de la tasa de ganancia y endeudamiento estatal. Con sus ejércitos obreros industriales de reserva esperando el inicio de un nuevo ciclo. Pero no permanentemente excluida del salario formal como las actuales legiones de parados. Una clase operaria mayoritariamente registrada, y no como ahora, mayoritariamente en negro. Dominantemente ocupada y no recurrentemente precaria. Especializada, profesional o semi calificada, y no como ahora, supercalificada o descalificada, polivalente y multipropósito.

Una clase masiva y no reducida. Ubicada hegemónicamente en establecimientos fabriles y no haciendo, de la sociedad toda, una fábrica social de plusvalor. Un trabajo concentrado en los centros industriales y no esparcida socialmente. Una clase obrera compacta y con independencia de clase y no fragmentada y autónoma. Homogénea por su propia constitución material, y por ello representable, y no heterogénea e irrepresentable. Crédula y no cínica. Organizable sindical y partidariamente y no descartando obsoletas orgánicas por intermedio de las nuevas articulaciones asamblearias.

Una nueva clase trabajadora que no disocia lo económico (el productor) de lo político (el ciudadano). Que no diferencia lo sindical de lo partidario. Antes el operario fordista dividía por tres su identidad revolucionaria: para la lucha económica el gremio clasista, para su vanguardia política el partido proletario, y para el gobierno el estado obrero. Y no como la multitud, a partir del 19y20, conformando los rudimentos de su poder constituyente, que producto de la propia composición técnica del trabajador social, reorganiza su identidad múltiple en organismos conjuntos sociales y políticos. En otra época liderada, en el mejor de los casos, por el partido revolucionario de la vanguardia obrera; y no como ahora desbordando todas las estructuras pre-concebidas con el magma constituyente de su potencia expandida en toda la sociedad.

Estamos, como nunca, ante el poder social del trabajo. El trabajo ya no es solo un poder económico, ni mero sustrato del poder político. Sino una potencia social, un hacer comunitario politizado, institucionalizable en asambleas comunales. Una nueva forma de organización social que deje de valorizar el capital de los patrones y antagonice con cualquier organismo expropiador como el estado. Un hacer social que no se metaboliza como riqueza privada y estatal. Liberando toda la potencia afectiva cooperante y el intelecto colectivo de la multitud.

Pues bien, ¿Hoy que queda de la vieja clase obrera fordista? No es que vayamos a repetir la cantinela de la muerte de la clase trabajadora o dislates semejantes. Por el contrario, hoy el trabajo lo invade todo.

Toda partícula social es parasitada por las relaciones sociales capitalistas. Y entonces, si esto es así ¿Quiénes producen valor? ¿Cuáles son los trabajadores? ¿Quién es la multitud productora? A la moderna composición técnica del capital, ¿Qué composición política de la clase trabajadora le corresponde? Y lo mas relevante, ¿Qué consecuencias ORGANIZATIVAS conlleva el pasaje del obrero fabril fordista al trabajador social, con y sin salario, posfordista? ¿Quiénes, cómo y dónde se organiza la autonomía, contraria al pacto entre el capital y el trabajo?

Estamos ante una transformación tendencial. Una época novedosa que arranca en el mundo industrial mas desarrollado en los años ‘70. Y que para el caso argentino metamorfosea el trabajo con la instauración del golpe militar capitalista del ‘76. Una genuina revolución en la forma de producción empresarial. No un simple nuevo ciclo. Sino todo un cambio de paradigma patronal. Continúa en los años ‘80, con el primer gobierno del progresismo radical de Alfonsín; y la clase obrera fordista oponiendo una resistencia desesperada a la expansión de las normas de flexibilización laboral y la caída de su salario. La hiperinflación y las últimas batallas del movimiento obrero, cuasi plenamente ocupado y masivamente sindicalizado, preanunciaba la llegada posfordista del precariado. A partir de los ‘90, con el peronismo que cerró filas con el menemismo, Duhalde y Kirchner incluidos; la nueva figura del trabajador no registrado se consolida. La Alianza radical-frepasista continúa con esa matriz y la consagra en la ley de flexibilización laboral. Norma que bendice de derecho, de la mano del cohecho entre los patrones y el poder ejecutivo y legislativo, lo que los trabajadores vivían, de hecho, hace mas de una década. La consolidación del capital-parlamentarismo, que le dicen.

El 19 y 20, la insurrección destituyente de 2001, ese acontecimiento y su devenir, ese comportamiento político, esa nueva subjetividad, esa multitud; resulta ontológica a una materialidad del trabajo que cambió rotundamente en comparación a la segunda mitad de los '70 y los '80. Y que coagula a mediados de los '90. Una subjetividad de la cual ya ningún partido o sindicato podía dar cuenta.

El 19+20 también irrumpió una nueva forma de golpe de estado, un golpe civil o capital-parlamentario. Que nos trajo a Duhalde como la encarnación presidencial del partido de la baratura salarial que trituró el valor del trabajo. Al mismo tiempo la multitud movilizada resistía, por cientos de miles y en todas los grandes centros urbanos y suburbanos del país, el nuevo despojo que se avecinaba.

2.- El asalariado posfordista.

"Hay obreros de primera: somos los que tenemos trabajo efectivo dentro de la fábrica. Están los de segunda categoría que son los contratistas, obreros de nuestro gremio que hacen los peores laburos, como limpieza de equipos y todo lo demás, y ganan bastante menos que nosotros. Y después tenemos los obreros de tercera, son de otros gremios, generalmente de UOCRA, que tiene el convenio más barato junto con Comercio"... "Tratamos de romper con eso. Tenemos trabas de todo tipo; de absoluta inoperancia, por no decir complicidad, de nuestro sindicato"... " Hay tanta gente contratada como efectiva en la refinería"... "Una vez nos lo dijo el gerente en su holandés castellanizado: "Cuanto mejor vayan los negocios de la refinería, menos gente tiene que trabajar", con dibujito y todo. Creo que eso es la flexibilización laboral. Menos trabajadores, peores sueldos, más recargados de laburo, más jodidos de salud".

Jorge, trabajador de la refinería Shell.

En el último bienio de gobierno peronista (Duhalde-Lavagna-Kirchner) se consagra, ya no como tendencia, sino como forma dominante, la figura del nuevo tipo de asalariado posfordista. En solo dos años el trabajo precario aumentó un quinientos por ciento (¡Sí compañeros leyeron bien, 500 %!). La intermitencia laboral ya no resulta un síntoma, sino que compone mas de la mitad de la fuerza total productiva y el 80 por ciento de todos los puestos creados pos-devaluación. Un trabajador/a en negro, o sea no registrado. Temporario, y como tal, con la nueva ley laboral del gobierno "de un país en serio", centroizquierdista y progresista, nacional y popular, peronista y transversal; los asalariados, cada tres meses pueden volver a la calle. Ni Menem ni la Alianza habían llegado a tanto.

El cincuenta por ciento gana $ 450, resultando un asalariado pauperizado, vale decir, que no supera la línea de pobreza fijada estatalmente. El 39 por ciento gana $ 300, por lo tanto, es mas que pobre. Es un asalariado que se transforma en indigente trabajando.

Un asalariado polirubro, es decir, multiactivo. No desarrolla en su jornada laboral un exclusivo oficio especializado. En las fábricas posfordistas hipertecnológicas se desdibujó la función del productor, del que hace mantenimiento de la máquina, del que controla la calidad del producto. Los círculos de excelencia, el toyotismo, no restaron ocupaciones a los empleados, sino que, las incrementaron.

En los supermercados las líneas de caja, no por casualidad se llaman "líneas". Similar a la línea de producción, pero en este caso, el rol de las cajeras es recaudar la mercancía (que contiene el trabajo de la producción) e incorporarle el trabajo del empleado-cobrador. Una labor que cierra la cadena: producción, distribución y consumo. Un ciclo productivo-reproductivo que proveerá de ganancias al patrón para autovalorizar su capital. La mercancía contiene el trabajo de todos los asalariados. Un trabajo nunca pagado totalmente, caso contrario, no podría acumular trabajo el capitalista.

En las líneas de caja de los supermercados, no solo hay que cobrar, sino que hay que hacerlo a un ritmo demoledor. Cuanto mas rápido circule la mercancía mas rápido se cierra el ciclo de la ganancia. Si el cajero no cumple con los ritmos bestiales pautados por el capital, es despedido.

En algunas cadenas de supermercados, el encargado del local, realiza las siguientes tareas: atención de la línea de cajas, deposito de recaudación y alivio de cajas, entrega de caudales, reposición de mercadería (verdulería, heladeras, góndolas). Conteo de mercadería y todo lo que este relacionado con el abastecimiento, atención al cliente y coordinación del grupo de trabajo. Cualquier faltante de dinero debe ser pagado por el encargado. Este trabajador se vuelve un dispositivo humano que, al mismo tiempo que resulta exprimido por los patrones, controla y refuerza la opresión, sobre sus propios compañeros de trabajo, contra su propia clase.

El robo perpetuo y legalizado de la energía ajena acumulable por la clase de los patrones, es lo que le permite ubicarse en una posición dominante, en relación, a los que solo tienen su fuerza de trabajo para sobrevivir. Sin empresarios, no se acabaría el trabajo, sino que se acabaría la necesidad de los trabajadores de vender su vida por una tarifa. Los productores por fin trabajarían exclusivamente para ellos y nunca mas para ningún parásito social: los empresarios, los sindicalistas, la jefatura partidaria y los funcionarios estatales.

Unidos los hacedores, creando y distribuyendo lo hecho a partir del valor de uso de lo producido, y utilizando para los fines que ellos determinen su hacer: infraestructura, servicios, viviendas y consumo; no hace falta que su potencia sea comprada por el dinero del salario, como valor de cambio, de su energía laboral.

En una sociedad anticapitalista, el dinero, el salario y el capital, no sólo son innecesarios sino que son medios mortíferos para la emancipación del trabajo. Sin capital y sin salarios, los representantes y el estado resultan superfluos. El trabajo no es mas una mercancía, y el plusvalor social, deja de ser el alimento de los empresarios, que compiten y distribuyen sus ganancias, garantizadas por la forma estatal. Se instituye socialmente, se universaliza, una nueva institución, un poder constituyente: Una república del valor de uso, comunal y asamblearia; que se despide de los representantes, el salario, el capital y el mercado.

Abandonando el capitalismo, esa atadura social instituida, que funda el infierno terrenal para la mayoría universal que tiene la necesidad de venderse por dinero. Y cuyo jornal producirá sucesivamente nuevo capital. Recreando esa máquina de tormentos sociales, que para la multitud, resulta el capitalismo. Una ligazón forzada y forzosa, pero no inevitable, para los productores. Una condena social instituida asociada al poder estatal constituido.

El salario, sea alto o bajo, para el empleado siempre resulta, solamente, el pago de una porción de todo lo que hace día tras día. El resto lo embolsa el empresario una vez que vende la mercadería. Sin ventas, por mas que el capitalista exprima gratis al empleado no hay ganancia. Tras la venta su ganancia resulta acumulada por el patrón y se transforma en capital. Este trabajo acumulado servirá para comprar nueva fuerza de trabajo, pagada por un salario, y para adquirir las maquinarias que le permita una mayor producción en menos tiempo, y por lo tanto mas barata.

Toda inversión tecnológica depara menos puestos salariales. Reduciendo los puestos de trabajo se gasta menos en jornales y se puede invertir este capital, una vez mas, en modernas maquinarias. Una tecnología creada por los trabajadores, y que en manos capitalistas, se transforma en mayor opresión. En cambio, en manos de los productores, constituye el pasaporte a la automatización productiva. Una nueva vida redimida del trabajo como imperiosa exigencia para reproducir la existencia. Eso es la emancipación de los trabajadores y no un trabajo asalariado para cada uno. Esto último no es mas que la servidumbre asalariada para todos. La dicotomía es clara: nos liberamos del trabajo como obligada necesidad o dependemos del capital para vivir. Liberación o dependencia, sí, pero liberación del trabajo o dependencia del capital. De lo contrario el trabajo tarifado es una forma de ocupación, sin dudas genuinamente retribuida, al mismo tiempo que reproductora del capital. Si bien no hay ninguna dignidad en ser un expoliado, la reivindicación del trabajo genuinamente explotado para todos, es lo que explica, porqué la izquierda partidaria lo cataloga como trabajo genuino. Por lo tanto, no es casual que para su imaginario esa forma de administración social, completamente asalariada, termine haciendo del socialismo un indigno capitalismo de estado.

En el 2004 mas del cincuenta por ciento de los asalariados son precarios. A estos se le suman 2.200.000 (dos millones doscientos mil) parados y potenciales asalariados. Están sub-asistidos y sub-alimentados por el estado. La mayoría como no valorizan capital, ni siquiera son trabajadores asalariados pobres. Por lo tanto, son sub-trabajadores del sub-consumo, y consiguientemente, sub-humanos. Personas inservibles y excedentes para el capitalismo posfordista donde se expande el trabajo muerto de la tecnología. Su potencia es prescindible y se los mantiene en stand bye. Permanecen en una indigencia crónica, poco mas o menos, se los deja en un estado social comatoso. De estos 2.200.000 argentinos auxiliados, el 97 por ciento, resulta clientelizado en una operación de cooptación de masas por "la mano izquierda del estado". Mano portadora de la chequera de los planes sociales. A los trabajadores asalariados pobres y a los trabajadores excluidos del salario y clientizados, se le suman otros 5.000.000 (cinco millones) entre sub-ocupados y desocupados sin ninguna asistencia estatal.

En síntesis:

I) Desocupados y subocupados.

a) Hay 2.200.000, de compañeros y compañeras, cooptados por el estado. Con planes sociales que, cínicamente, los considera ocupados a cambio de que cumplan una actividad por los 50 dólares que reciben.

b) Hay 2.500.000 subocupados, que trabajan menos de 35 horas, queriendo trabajar mas.

c) Hay 2.500.000 desocupados que no reciben un peso del estado.

II) Ocupados fordistas y posfordistas:

a) Trabajadores formales, es decir fordistas. En blanco, por tiempo indefinido y sindicalizado. Hay dos sistemas: Uno muy poco flexible, que es el estatal, en el cual están 2.200.000 trabajadores.

b) Otro relativamente flexible, que es el formal privado, donde trabajan aproximadamente 2.500.000 trabajadores.

c) Trabajadores informales, es decir posfordistas. En negro, por tiempo parcial y desindicalizado. Un sistema laboral donde hay cerca de 6.000.000 de trabajadores en todo el país, incluyendo las zonas rurales. Estos asalariados flexibilizados ganan un promedio de un 40 a un 50% menos que los formales. Así, por cada trabajador formal ahora hay, mas de uno, informal.

Estas nuevas condiciones materiales del universo del trabajo, tanto del superexplotado, como el autoexpoliado y el desocupado, que se inicia en el ‘76 y se consolida en los ‘90, se tornan explosivas el primer año del siglo XXI. Detonando, como una subjetividad destituyente, y aportando, su tonalidad clasista a la práctica multitudinaria consagrada en la consigna: "¡Que Se Vayan Todos que no quede ni uno solo!" (QSVT).

¿Porqué estos nuevos trabajadores que hicieron, con otras clases por su puesto, el 19 y 20, no reclamaban al mejor estilo fordista un nuevo Juan Perón, o en el mejor de los casos, un Fidel Castro? Porque, justamente, la figura del trabajo que erupciona y hegemoniza la escena no es el asalariado sindicalizado, peronista y fordista. O los gremios progresistas de los empleados públicos, donde se acantona, la mayoría de los empleos protegidos con derechos laborales. Sino, que el que parte las aguas y crea un tiempo kairológico es el nuevo asalariado social posfordista: difuso, precario y polivalente. Desborda la maquina gótica capital-parlamentaria, conjuntamente, con el otro paradigma social de esta época y contracara de la superexpoliación: los parados del hiperdesempleo.

No se puede organizar de forma representativa, vertical y jerárquica una fuerza de trabajo heterogénea, desperdigada y móvil. No se puede construir una única identidad de la clase obrera sin la dominancia del trabajador masificado, calificado y fabril. Los políticos constataban el fin de la fidelidad hacia el estado, una maquinaria que se ha transformado en el administrador de la excedencia de las personas sobrantes para los patrones. Ayer masas obreras que en el fordismo eran esclavizadas, aun contra su voluntad por el capital; hoy, aunque millones supliquen ser empleados son prescindibles.Vivimos una contraépoca que todavía no ha sido cerrada. El espectro de la multitud en las calles continúa fresco. Pausa no es derrota, sino, resistencia y reflexión. La multitud no ha sido vencida.

Cuando la identidad de masas, fabril, profesional y sindicalizada muere, los dispositivos del capital-parlamentario carecen de las herramientas adecuadas para disciplinar una multitud mestiza y por lo tanto irrepresentable. Su significante dominante: el pleno empleo, adolece del universo de lo Real para afianzarse. Solo queda a cambio, el imaginario de un pasado que no vuelve. Los discursos de Kirchner apelan a la nostalgia. Mientras tanto, lo único Real para el poder, es sostener ese residuo añorante, instituyendo a cambio, los contratos basura. Para sostener la fábula del trabajo digno, para el sistema, cualquier empleo es mejor que ninguno. Para el poder capitalista ya que el peronismo no será el movimiento de los "obreros felices", por lo menos, que sea el partido del precariado.

Pero los trabajadores intermitentes, en negro y pobres, son materialmente precarios y, por los tanto, subjetivamente infieles al estado. Trabajando por temporada y desindicalizados, los gremios, son incompetentes para construir la nueva identidad obrera. Indigentes y nómades se des-identifican del sindicato y el estado.

No existe en el posfordismo, como si había en la sociedad fordista "del estado de bienestar a la Argentina", el dominio del universo del trabajo formal que le otorgaba identidad al concepto: "empleo digno". Proveyendo sentido de pertenencia -al sindicato, al partido y al estado- a todo asalariado.

El asalariado, sin seguridad social, va perdiendo sus antiguas bases materiales y simbólicas. Un magma de significantes que otorgaba sentido al consenso de la ciudadanía capitalista. La mayoría de los trabajadores, al no tener derechos sociales, pone en jaque su identificación con el peronismo. El viejo estado garante de los derechos a la niñez, al trabajo y la vejez, el estado nacional y popular, se bate en retirada.

3.- Fuerzas represivas y capital-criminal. El delito como mercancía y lo punible como trabajo.

"La regulación de la pobreza permanente mediante el trabajo asalariado es sucedida por su regulación por las fuerzas del orden y los tribunales".

Loïc Wacquant.

No vivimos mas en un capitalismo de masas de obreros fabriles, de consumo popular y cuasi pleno empleo. Con una compacta y representable sociedad fordista. Hoy resulta ley el subconsumo, la precariedad es la norma y el desempleo la amenaza permanente. La heterogeneidad de la multitud productora transforma a la sociedad posfordista en irrepresentable. Los barrios obreros, y la vida cultural de los operarios industriales calificados, que con su vieja identidad impregnaban toda la existencia afectiva, familiar, social y política en los ‘70, ‘80, y aún a comienzos de los ‘90, ha desaparecido.

Una identidad que otorgaba un imaginario, ser obrero, y estar incluido de por vida en la sociedad capitalista, a través, de la relación salarial permanente con los patrones. Un sujeto fiel a la representación, confiando en el estado como proveedor de derechos. Esa identidad, está profundamente resquebrajada.

Un imaginario, social y de clase, que otorgaba sentido al esfuerzo cotidiano y proveía de un futuro a las próximas generaciones: ascenso social, o tan sólo ser un asalariado, pero nunca un permanente precario y un frecuente desocupado. La recuperación de aquel pasado es solo una ilusión. Y como tal, simple mito sin nada de imaginación.

Alimentar ese imaginario es mas parecido a una quimera fosilizante que a una utopía del cambio social. Pura nostalgia de una realidad material que no volverá.

En las ciudades mas pobladas y en los barrios suburbanos, los cordones que rodean a los grandes centros urbanos, existe una yuxtaposición de viejas y nuevas identidades. Una mezcla explosiva de pauperización e indigencia sistémica.

Los jóvenes pobres, sobre todo los jóvenes delincuentes "independientes", que no están controlados en ningún estacionamiento societal formal (familia, escuela, fábrica o cárcel) actúan, como los sensores por excelencia de una época mutante y de sus novedosos lazos afectivos. Una vida, un bios, cargado de deseo, goce y afecto. Una corriente bio-afectiva que circula por el territorio. Esa potencia en bruto, que no es solo violencia, se extiende por la geografía urbana y teje conexiones afectivas, inmateriales, inconmensurables, y por lo tanto invaluables.

¿Cuánto vale la amistad? ¿Cuánto cotiza el amor? ¿Cuánto cuesta la solidaridad? ¿Cómo se mide la resistencia? Jeroglíficos sentimentales para el capital, que siempre intenta, y muchas veces lo logra, subsumir a su propio desarrollo.

De esto nos habla el peligro de cooptación, por el poder, de los movimientos autónomos de todo tipo: piqueteros, gestión obrera, asambleas barriales y redes productivas autogestivas. El capital busca ponderar cuanto vale la resistencia piquetera. Ponerle precio a la cooperación obrera. Tasar la fraternidad asamblearia. Y tarifar el trabajo autogestivo. Pagando con dinero, como capital circulante, las facultades expresivas, deseos y subjetividades potencialmente anticapitalistas. Transformando la ética y la práctica insumisa, en una forma mas, de autovaloración del capital. Integrando al mercado (por intermedio de la filantropía patronal, las ONG’s centroizquierdistas y el estado) la potencia creativa, la necesidad de libertad y el lenguaje común del intelecto general de los hacedores. Ahogando este comportamiento independiente y antagonista de la multitud, a la que llamamos autonomía, para reorganizarlo desde el poder. Instituyendo desde el estado, pero extraestatalmente, una nueva socialidad pública no estatal.

La sociedad posfordista tiene en la propia autonomía, que con su práctica antagónica no termina aboliendo las viejas relaciones sociales, sus puntos de apoyo mas valiosos para reconstituirse.

Colonizar al insumiso, como síntoma del descalabro societal, es para el capital siempre mas valioso que mantener en la mansedumbre a los sujetos disciplinados. El poder no se puede permitir ejemplos expansivos y organizados de una zona autodeterminada no parasitada. Pero la multitud trabajadora, plural e irrepresentable, precaria y pobre, con o sin salario, resulta la mayoría de la sociedad. Por eso ante cada intento de captura de la práctica autoorganizada por el estado, o de su burocratización, aparecen nuevos movimientos. En total, solo contando las agrupaciones de desocupados, hay más de cuarenta.

Las relaciones autónomas que empiezan como interfaciales, cara-a-cara y cuerpo-a-cuerpo, pero que no se amplían, y que por último, no se universalizan; al quedarse a mitad de camino, terminan recomponiendo las relaciones sociales capitalistas. Una metamorfosis que parte de los mismos vínculos inter-singulares que cuestionaban el poder, que se reagrupan para competir en el sistema dominante, para finalmente, generalizar nuevas relaciones mercantiles.

Resistiendo la violencia social, los jóvenes delincuentes, crean iniciativas cooperantes. Una potencia construyendo jardines de afección y nuevos territorios, allí, donde se encontraba el desierto afectivo de los barrios arrasados por el posfordismo que los tiró a la calle. No transforman la topografía del suburbio en un rumbo biográfico tutelar como hace el estado. No crean relaciones como la resultante de una ecuación macroeconómica como hace el capital. Sino que hacen, de los barrios, el santuario bioafectivo de su legítima defensa.

De allí que la cuestión de la juventud se vuelva sintomática. Nadie comprende mejor esta realidad subversiva que los policías (paras o punteros), que se "bajan" a los jóvenes en los barrios calientes. Nadie lee mejor, que los jóvenes insumisos, el grado de desarrollo de la indisciplina. El estado se les presenta: de fajina y civil, vestido de azul y verde oliva, camuflado y armado hasta los dientes; para subsumirlos al trabajo delictivo, encerrarlos o aniquilarlos.

La integración de ese universo juvenil, pasional, resistente y móvil, al plan de seguridad autónoma comunitaria; resulta la condición número uno para su efectiva realización. Porque ese mundo se va a integrar de todas formas, es parte de la vida. Solo queda ver si se integra al vector inteligente del movimiento, o es cooptado por las redes del crimen estatal y para-estatal.

Los robos y hurtos, contra las personas y la propiedad, son la forma hegemónica del delito. Un ejército del crimen, mas o menos comandado, por uno de los dispositivos represivos del estado: la policía.

Inclusive, agentes y oficiales de las fuerzas de seguridad, resultan, ejecutores directos de latrocinios como una forma de trabajo, o de un hacer, como producción criminal. El posfordismo también llegó al delito. Las viejas bandas que asolaban bancos y camiones de caudales, peleadas a muerte con la policía, son una especie en extinción. O se subordinan al control ampliado del capitalismo delictivo, proveniente de los propios aparatos del estado, o son encerrados y desaparecen. Cooptados, muertos o presos. Ese es el menú del capital-criminal.

La trabajadora sexual por cuenta propia, las salideras bancarias, los piratas del asfalto y el cuatrerismo; día día, pasan a integrar el ejército de la subsunción del trabajo punitivo al capital-criminal. El producto de sus atracos y servicios, forman los primeros eslabones de las cadenas de valor de la mercancía-delito. Una inclusión del crimen como forma de trabajo al capital, y cuyo valor, está inscripto en los servicios inmateriales rentados y la mercancía del botín.

Su circulación ampliada: drogas, venta callejera de mercaderías contrabandeadas y robadas; y su posterior inversión en nuevas herramientas y medios productivos: armamento, infraestructura y logística; resultan equiparables a la maquinaria, edificios y transporte de la economía formal posfordista.

A mediados de la década de los '90, la sobreabundancia de parados disponibles, permitió una acumulación originaria de capital criminal.

El sistema los incluye al capitalismo, excluyéndolos del salario formal y el trabajo registrado, pero no de la producción de valor. Pesificación mediante, la caída del valor del trabajo y la desvalorización en dólares de las ganancias provenientes de la mercancía-droga, mercancía-prostitución y mercancía-secuestro; y la concentración de la competencia entre grandes capitalistas del delito, los ubica, ante los límites de la subordinación formal del trabajo al capital. Y ante la necesidad del pasaje, de la inclusión parcial, de los productores infractores y delincuentes al capital-punitivo; a la subsunción plena, al capital-criminal.

Un salto tecnológico en la producción y abastecimiento de la mercancía-droga, conlleva una expulsión de mano de obra, que por el momento, resulta reenviada al proceso de circulación. El pequeño traficante, el "dealer" de barrio y el mulo. El precio del nuevo ciclo de acumulación, será pagado, por la energía de las legiones cada vez numerosas, y mas baratas, de los trabajadores y trabajadoras del delito.

Producción, circulación y consumo de la mercancía-delito, recorriendo la geografía de vida de los lazos afectivos criminales (bioafecto). Oasis de afección que busca el capital colonizar y transmutar en mercancía. Transformando en poder la vida del hacer criminal como trabajo productor de valor (biopoder). Una dominación universal, del hacer delinquiendo y el producir criminal; efectuada por los capitalistas del delito y los políticos sistémicos, comisarios y oficiales variopinto, prefectos y militares retirados. Una auténtica forma del crimen como dominio de la vida y gobierno colectivo (biopolítica). La consolidación posfordista del delito.

Si el capitalismo transformó a la sociedad en una gigantesca factoría de plusvalor y subordinación de la vida: la naturaleza, la inteligencia, los deseos y el trabajo; el crimen se transfiguró en un trabajo mas que valoriza al capital. Una forma laboral subsumida en dispositivos político estatales.

Toda fuerza armada como profesión especializada y separada del hacer del trabajador, termina constituida, como una fuerza pretoriana de sometimiento contra el productor. El capital ya no media y separa, a través del estado y sus primitivas categorías éticas fordistas; el trabajo digno, honrado y legal (asalariado) del indigno, deshonesto e ilegal (criminal). Muy por el contrario, unifica las ocupaciones como variantes autovalorativas del capital. El asalariado y el delincuente, los dos, son productores de plusvalor acumulable. El uno y el otro, resultan, creadores de la ganancia empresaria. Ambas formas de vida, coexisten, como diferentes variedades de la subsunción del hacer en la matrix capital-parlamentaria.

En otros casos, como en la prostitución, los medios de producción y la fuerza viva del trabajador/a sexual resulta inseparable. Un organismo vivo parasitado por el capital-policial-estatal-criminal. Coincidiendo, al mismo tiempo, las condiciones objetivas y subjetivas de la producción de plusvalía. El cuerpo como cosa y energía productora de valor. El instrumento objetivo productivo y la fuerza subjetiva del trabajo, subsumidos, en el capital-criminal.

Para el capital, el delito, se transformó en un trabajo rentable. Por consiguiente, el trabajador autónomo punible debe ser subordinado o destruido. El capital no tolera la competencia. El infractor o delincuente independiente que resiste, resulta una buena carnada, una pieza indispensable del andamiaje jurídico penal. Una presa que justifica la tarea formal del dispositivo de caza policial, el control estatal y el encierro carcelario.

Potencia delictiva, salarios del crimen, comisiones, aprobación de la actividad criminal, y acumulación de lo producido como excedente: botines de asaltos, rescates por secuestros, compraventa en los desarmaderos de autos, apuestas del juego ilegal, tráfico de órganos, abortos clandestinos y ventas de bebés; reproducen y valorizan el capital-criminal.

Capitales líquidos en inversiones financieras en la banca-blanca. Capitales fijos, "blanqueados", en compras inmobiliarias y negocios formales provenientes de la "plata sucia" y en negro.

Fuga de capitales a las cuentas de los grandes empresarios del delito, comisarios generales y políticos sistémicos. El capital-criminal, transforma a los infractores y delincuentes, en una variante mas de trabajo posfordista. Capitales financieros, circulantes o fijos, integrando de esta forma, un circuito ampliado de la mercancía-delito.

La descomposición del estado fordista y keynesiano, se inicia, cuando concluye su última época dorada: a mediados de la década del setenta del siglo pasado. Hizo falta las tres A -Alianza Anticomunista Argentina-, de la mano del gobierno peronista de Isabel Perón, para comenzar el exterminio de una generación. Sembrando la simiente de la derrota popular, sobre los cadáveres, de las compañeras y compañeros luchadores (que mas allá de su preponderancia entre los obreros peronistas) provenían de distintas organizaciones políticas, sociales, sindicales, estudiantiles, culturales y una mixturada pertenencia de clase. Sin este preámbulo asesino, y el posterior genocidio de los gobiernos militares entre el '76 y el '83, no se hubiera podido abonar, estando ellos vivos, la futura cosecha de ganancia proveniente del trabajo posfordista.

La llegada de una dictadura lisa y llana del capital, el 24 de marzo de 1976, completó el trabajo iniciado, en su retirada, por la democracia parlamentaria y el gobierno justicialista. Domesticando a pura tortura, desaparición y muerte, las fuerzas insumisas de la resistencia. Desplegando, a plomo y picana, los orígenes de la nueva matriz capitalista.

Desde 1983, la impunidad criminal de las fuerzas armadas, de seguridad y policiales, sobre todo "La Bonaerense" heredera del genocida Ramón Camps; y la inmunidad otorgada por los radicales consagrada por las leyes de obediencia de vida y punto final; mas los indultos peronistas; dieron lugar, a la continuación del posfordismo y su dominancia por la vía parlamentaria.

El congreso nacional y el peronismo le abrió las puertas al exterminio de la sociedad salarial de masas. Siete años después, el mismo parlamento y los radicales, volvían a prohijar el reaseguro de su extinción.

Pasados 28 años del último golpe militar fordista; un primer gobierno radical; dos mandatos peronistas de Menem, con una reelección pactada con la UCR; un segundo gobierno radical en Alianza con una fuerza de centroizquierda, el Frepaso; la insurrección de la multitud del 19 y 20 de diciembre de 2001; cinco presidentes en 10 días; la jefatura peronista inconclusa de Duhalde, proveniente de un golpe de estado de nuevo tipo o posfordista; y la victoria pírrica de Kirchner, con el 22 por ciento de los votos contra el 62 por ciento que llegó a tener el general Perón; colocó al PJ, en su cuarto mandato en 20 años.

Después de la irrupción masiva de la multitud, el peronismo se transformó en el garante del precariado, la desocupación y el partido del orden. Disciplinando al movimiento autónomo que hizo temblar todo el orden capital-parlamentario. De la mano de militares, radicales y peronistas, conservadores y progresistas; la matriz del estado empresario, el pleno empleo y el asalariado con contrato de trabajo indefinido como regla dominante, desaparecieron. Por lo tanto, la ausencia de estos tres elementos identitarios que le proveía fidelidad masiva, tanto sindical como partidaria, y que le otorgaba gobernabilidad estatal al peronismo y el radicalismo no existen mas.

El posfordismo puso en desuso, como estrategia recurrente del poder y ante la insubordinación de los trabajadores, la intervención de las fuerzas militares para disciplinar a la sociedad. No hay fascismo que se pueda sostener por mucho tiempo sin pleno empleo. Sin que por esto tengamos que descartar futuras intervenciones militares desesperadas, ante la insurrección anticapitalista, por parte de una multitud, que no tolere mas el estado de excedencia; o lo superfluo que resulta, para el capital, millones de vidas.

En el siglo XXI, la policía, la gendarmería y la prefectura se han vuelto los ejércitos de ocupación del capital en los barrios.

Las fuerzas especiales de vigilancia social, la brigada antipiquetera con la que amenazó Kirchner, y que fuera frenada su constitución, por ahora, por la movilización de los rebeldes, ya existe en la provincia de Buenos Aires y se la conoce como Marea Azul.

Las tres fuerzas de seguridad han sido militarizadas. Basta comprobar como se desenvuelven en los estadios deportivos, las puebladas y los cortes de ruta. Estos nuevos ejércitos, de la democracia indirecta, se convirtieron en dispositivos de captura del plusvalor social, en instrumentos de disciplina, control y subsunción del estado de excedencia. Ya no actúan como antes, solamente, en el caso de la policía, como el primer brazo represivo que enfrenta la resistencia social; o como un garrote secundario, como la gendarmería y la prefectura, que llegado el caso de ser superadas por la lucha popular, facilitaba, las operaciones del ejército como la última razón del orden social capitalista y su estado fordista.

Actualmente, represión, negocios y el monitoreo permanente de la vida insumisa, transforma a los nuevos batallones del orden, en integrantes inmanentes del poder capital-parlamentario.

4.- Clientelismo social, asambleismo y nuevo ciclo de acumulación.

"Si es cierto que la clase obrera impone objetivamente opciones precisas al capital, es cierto también que el capital materializa después estas opciones en clave antiobrera."

Mario Tronti.

Los trabajadores sin paga, mas conscientes de su destino de excedencia, se hacen piqueteros. Los que son "privilegiados" para ir al cadalso cotidiano del salario, empleados. Ambos son parte de la multitud potencialmente anticapitalista.

En mayo de 2002, en Corrientes, el trabajo precario llegó al 70% del total de ocupados. Formosa prácticamente lo equipara con el 68%. Superando el 64 por ciento de precarios se encuentran: Tucumán, Salta y Jujuy. De los 28 aglomerados urbanos, donde se radica el 70 por ciento de la población urbana, que toma el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) para la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), Formosa, resulta el aglomerado urbano que cuenta con el mas escalofriante porcentaje de pobres: 78 %.

Las base material, el consumo, o lo que es lo mismo, un valor superior del precio del trabajo pagado por un sueldo, que otorgaba la calidad identitaria del obrero masa "de los años felices justicialistas", está fracturada. Sólo quedan los recuerdos de un pasado peronista de pleno empleo. Un imaginario nostálgico del trabajo genuinamente explotado por un patrón. Estos significantes son fortalecidos por las promesas recurrentes de la nueva clase de los políticos sistémicos.

Hasta el 19 y 20 los subsidios al desocupado, una especie de sub-indemnización posfordista por resultar inempleable, se otorgaban en dosis homeopáticas. Después de la erupción del magma de la multitud, hubo que seguir luchando hasta mayo de 2002 para que aparecieran dos millones de planes sociales. Para el estado este fue un dique asistencial, que aspiraba contener, el desborde de una marea autónoma. Después de mayo, el estado y el capital, no estaban dispuestos a otorgar nada mas. Los planes sociales, como política universal, solo quedaban en la letra muerta de la ley. La debacle económica estaba en su punto mas alto y el 46 por ciento de la fuerza productiva estaba desempleada o subempleada. En momentos así con la multitud en las calles, fábricas tomadas y asambleas barriales; para los empresarios, cualquier nueva conquista de los oprimidos podía detonar un reguero de reclamos, mas imposibles que nunca de ser satisfechos. Poniendo en riesgo la continuidad del propio modo de producción capitalista. No casualmente, en junio, el PJ reprime la autonomía aún insurrecta. Planifica y ejecuta la masacre del puente Pueyrredón. Mientras el poder continúa judicializando la protesta social, recordemos que hay 3.000 luchadores sociales procesados, persigue y asesina, con carácter ejemplificador, a la dignidad insumisa. Una operación preparada previamente y condimentada desde los medios masivos de comunicación. Los piqueteros ya no eran un todo. Los había blandos, dialoguistas y cooptables; y los había duros, intransigentes y rebeldes. Estos últimos, para el poder, eran los indomesticables y así pues, reprimibles. El discurso anticipaba la acción, la mesa de los asesinos estaba servida y entonada; solo faltaba escoger el momento del castigo modelo y brindar después.

En el 2003, encaminado el nuevo ciclo de acumulación y separadas las clases que la crisis había unido, los planes sociales se transforman en una herramienta clientelizadora. En el 2004 el estado apela a una serie de recursos que favorezca a los emprendimientos productivos para la subsistencia. Buscando, en el mejor de los casos, su integración al mercado como pequeños vendedores de mercaderías, "a precios populares", en los barrios sumergidos en la pobreza.

El Ministerio de Acción Social, en manos de Alicia Kirchner, durante el 2004 tendrá el doble de recursos que en el 2003. Pasa de 1.585 millones de pesos a 2.567 millones. La ministra captura los planes jefes y jefas de hogar, que antes gestionaba el ministerio de trabajo, y pasa a gerenciar, la friolera de 3.600 millones de pesos.

Los planes de empleo, en su conjunto, significan 4.000 millones de pesos. Con estos recursos las manzaneras de Chiche Duhalde pasaron a la historia, apenas, como aprendices del punterismo social.

Una forma inédita del desarrollo del capital, con masas excedentes de asalariados, nos ubica ante un inédito ejército de clientizados de manera permanente. Las legiones sobrantes del capital posfordista, ahora son reintegradas, de la mano del estado y por 50 dólares, al universo del dinero. Una forma de capturar el comportamiento autónomo de las masas antes de que tomen el control absoluto de sus vidas.

¿Cuál es el precio que paga el capitalismo mundial para no ser abolido en la Argentina? ¿Cuánto le cuesta a la sociedad capitalista contener el conflicto social? El uno por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) argentino, mas los créditos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Para el FMI mientras tanto hay un tres por ciento del superávit primario. Progresismo que le dicen. Para el poder es preferible, aún contra su voluntad y habiendo opuesto una encarnizada resistencia durante media década; perder una porción de sus ganancias y bloquear la autonomía, a que perderlo todo a manos de la multitud. El peronismo, que instauró el precariado como modo dominante de expoliación, ahora le suma como contracara de su gestión, el intento de constituirse en el partido de los desocupados. De lo que se trata, para el justicialismo, es de prevenir nuevos estallidos sociales que lo barran como a De la Rúa. Recomponer la legitimidad capital-parlamentaria y desarticular las experiencias autónomas con potencialidad anticapitalista.

Algunos compañeros y compañeras, señalan, que los acontecimientos del 19/20D no podían llegar mas lejos porque la clase trabajadora no fue parte de esa lucha. Es necesario efectuar una doble lectura. La multitud movilizada de manera autónoma fue el motor del 19y20. a) En su versión mas combativa, y no asalariada, a través de las prácticas piqueteras. b) En su condición de ocupada, los mas antagónicos al poder, instaurando originales organismos extra-estatales: las asambleas populares.

No queremos decir, con esto, que todos los integrante que fundaron el movimiento asambleario eran la multitud. Pero lo que sí aseveramos es que esta clase, no libre de contradicciones por cierto, fue la que llevó mas lejos y continúa impulsando, aún disminuida, la práctica asamblearia. Hoy, en el 2004, de las menguadas asambleas, no casualmente las que resisten, mayoritariamente, son integradas por asalariados, subocupados, autoexplotados y desocupados. En definitiva: la multitud.

En las urbes, y sobre todo en la Capital Federal, el poder fue tomado por sorpresa. ¿Cómo podía ser que la región con el PBI y el Producto Per Cápita (PPC) mas alto, fuera donde germinara la oportunidad del autogobierno? ¿Qué había pasado con el orgullo del capitalismo argentino, su clase media porteña, que intempestivamente hacía saltar por los aires el centro de gravedad, donde se asienta, el consenso capitalista metropolitano? Lo que había pasado era, ni mas ni menos, que una mutación epocal. En las asambleas, en menor proporción, los había estafados por el corralito; comerciantes empleadores en bancarrota y patrones de unos pocos trabajadores o pequeña burguesía. Pero sobre todo, lo que tomaba visibilidad múltiple y compleja, era una nueva composición del trabajo; al mismo tiempo, una mixtura etaria, económica y social. Un potencial poder político constituyente. Los jóvenes sin futuro, parados y con estudios y los "trabajadores veteranos", desocupados de mas de 30, ya viejos para el capital. Los sectores empleados de la clase media y los nuevos pobres del trabajo posfordista. Una multitud productora creaba un acontecimiento político masivo. Buenos Aires señaló, que el eslabón mas débil del capitalismo argentino, es el eslabón mas fuerte de la potencia autónoma del movimiento.

Trabajadores cognitivos y del valor-afecto, de los servicios de todo tipo, personal y social, como el turismo y el asistencialismo. Empleados contratados por el estado. Asalariados por temporada en empresas privadas dedicadas a la mercancía salud y la mercancía educación. Profesionales, que lejos están del ejercicio liberal de su profesión, sino mas cerca de ser un proletario/a diplomado, de uniforme, saco y corbata. Los ocupados que trabajan desde sus hogares. Diseñadoras y operadores de las nuevas fuerzas productivas como las telecomunicaciones y la informática. Fuerzas de ventas y del marketing callejero, como la telefonía celular y la TV por cable. Microemprendedoras y formas de autoempleo. Trabajadores "ad honorem" y por comisión sin ningún ingreso fijo. Empleados intermitentes por obra y servicio. Esta multitud queda excluida de todas las características de las viejas conquistas del movimiento obrero fordista, mientras padece, todas las carencias del universo laboral posfordista: empleo a destajo, inseguridad laboral y previsional, intermitencia y ausencia de toda cobertura social.

En las grandes urbes estas nuevas figuras del trabajo se expanden masivamente. Por eso, no es casual, que allí se produzca el desarrollo asambleario. En todo caso, como existe una nueva clase obrera fabril; resulta imprescindible reconocer la composición de una nueva clase productora de valor, heredera, de la vieja clase media. Una multitud asalariada, precaria y autoexplotada. Una clase que se rearticula a lo largo de un circuito de producción-reproducción en nuevas posiciones biopolíticas. La asamblea funciona como la forma organizativa del nuevo trabajador asalariado y en negro, a tiempo parcial y desocupado.

Expulsados de la ciudadanía fordista crearon una institución, por fuera y mas allá, no solo de los sindicatos y partidos sino de las empresas y el estado. Carentes de sindicalización, producto de sus propias condiciones materiales, el asambleismo se organiza como el cuerpo colectivo del intelecto general de la fuerza viva del trabajo. Una subjetividad expandida por toda la retícula social, se reencuentra y reconoce, desde la propia asamblea.

Si una característica dominante tiene este universo, es que no resulta homogéneo. De ahí su heterogeneidad de comportamientos. Para dotar de sentido colectivo, el hibridismo multitudinario urbano, resulta imposible calcar esquemas organizativos, sindicales y partidarios del siglo pasado. Una nueva composición técnica del trabajo, depara, una nueva composición política. La asamblea se constituye, por lo tanto, en la institución con posibilidades de reorganizar la autodeterminación del trabajo a partir de una comunión, una común-unión, de objetivos.

Nunca olvidemos que el dinero es el valor de cambio universal. El representante mas preclaro del empleo asalariado como mercancía y de la plusvalía como ganancia acumulable y capital.

A comienzos de 2002 se devaluó la moneda y se abarató el salario. Durante todo ese año, el 40 por ciento del circulante, eran cuasi monedas. De 2002 a 2003 aumentaron en un 88 % las quiebras empresariales. Faltaba dinero. Los capitales líquidos se habían fugado y los fijos desvalorizados. Una vez mas el capital variable, el salario, la ocupación remunerada, sería el pato de la boda. Se licuó el valor del trabajo y la desocupación se disparó. En los primeros siete meses de 2002 se produjo el récord de 400.000 productores despedidos. A la pobreza y la indigencia presente, hasta el 1 a 1, se le sumó una nueva masa de trabajo excedente. Se produjo una baja generalizada del costo de la mercadería fuerza de trabajo. Lo que permitió relanzar a gran escala el capitalismo. Una empleabilidad por migajas, con jornales de pobreza victoriana. Un neo-fordismo. La única manera de reflotar el sistema. ¿Por qué no llamarlo una nueva acumulación originaria de capital?

En el capitalismo, todo proceso primitivo de stock de capitales, siempre proviene, de la fuerza viva del trabajo y del subconsumo de las masas laboriosas. La devaluación y la inflación pulverizaron el salario y redistribuyeron las ganancias a los diferentes sectores del capital. La nueva acumulación en marcha, cerró por el momento, la crisis de todo el bloque propietario. El peronismo y el estado, salvaban a la patronal. Una clase social succionadora de la energía humana que transforma el trabajo en capital.

Todo nuevo ciclo de acumulación, es mucho mas que un mero proceso económico. Es la reformulación completa del bloque capitalista y de la potencia del trabajo. De las dos fracciones que se enfrentaron por la hegemonía el 19 y 20 -dolarizadores y pesificadores- y de la clase capitalista pequeño burguesa, herida por cuatro años de recesión, enardecida por el corralito y jacobinizada por el estado de sitio; cotejemos sucintamente, sector por sector, que lograron, que obtienen y que necesitan para sobrevivir, de la economía progresista ejecutada por Duhalde y Kirchner.

a) Los devaluadores del salario ganaron una nueva subsunción formal. Una plusvalía absoluta generalizada del trabajo vivo, a los fines de valorizar, el capital tecnológico posfordista del trabajo muerto de la plusvalía relativa. Una legión de millones de asalariados con sueldos miserables y condiciones laborales decimonónicas.

b) Los dolarizadores derrotados se tranquilizan, por ahora, al igual que los grandes grupos económicos endeudados en dólares, con la nueva hipoteca social, que conlleva la pesificación de sus deudas, para las mayorías hacedoras.

c) El bloque exportador llegó a multiplicar por cuatro, y ahora por tres, sus ganancias. Las mayores ventas al extranjero, de la industria agroalimentaria y los derivados del petróleo, nos indica que no cambió, en nada, la primarización de la economía de la época de la convertibilidad.

d) Las empresas de servicios públicos privatizadas, tarde o temprano, tendrán su tarifazo. Todo junto, o en cuotas, según la resistencia que oponga la multitud.

e) Los bancos disfrutan su compensación por la pesificación asimétrica. El FMI, el BM y el BID lograron que se le paguen 7000.000.000 (siete mil millones) en dos años. Los dueños de los títulos privados en default (cesación de pagos) una futura refinanciación de sus acreencias, que en diciembre de 2001, no valía nada. Y que ahora, aún con una quita del 75%, va a significar la renovación financiera de una herencia, a ser costeada, por la próxima generación.

f) La clase media patronal o pequeña burguesía: rural, industrial, comercial y financiera, alimenta con salarios de hambre la nueva acumulación de capitales, que fueron licuados, por la salida del uno a uno.

Pero aún hay mas, el imperio capitalista posfordista no funciona sin la lubricación incesante de flujos financieros. Que inflan el valor del trabajo en descenso permanente y retardan la crisis de la ganancia empresaria. Todos los esfuerzos populares que pagan con su vida la entrega de la energía productiva en el altar de los mercados; todo lo abonado en estos dos años a los organismos de crédito internacional, el abaratamiento del salario posdevaluación, el subconsumo popular como regla, la inflación, la miseria, la precarización, el desempleo, el tarifazo, el refinanciamiento de la deuda con los privados; tiene como objetivo primordial, recomponer el ciclo capitalista a los fines de retomar el endeudamiento externo y la llegada de nuevas inversiones extranjeras. Profundizando así, de forma ampliada y universal el posfordismo. Unica forma de que las sociedades de mercado, la globalización o mundialización capitalista, sobreviva.

El progresismo de un país normal (capitalista), es el neoliberalismo menemista y de la Alianza por otros medios. La centroizquierda es el neoliberalismo por otros medios. La transversalidad social y política, resulta un compromiso de clases antagónicas, para consensuar o imponer en esta etapa, el capitalismo por otros medios. Duhalde y Kirchner, recompone y profundiza el rumbo de la sociedad capitalista, del 1 a 1, por otros medios.

Por ahora el Mercosur es un pequeño ALCA. El Mercosur es el ALCA por otros medios. El Mercado Común de Sur es el ALCA posible, aquí y ahora. Es un circuito ampliado subcontinental de la valorización capitalista del trabajo. Una manera ralentizada, para acoplarse mas tarde, al Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

El modelo de fuga de capitales sigue como antes de la devaluación. En dos años los empresarios fugaron 22.000.000 (veintidós mil millones). Es mas, para seguir con este modelo por otros medios, necesitaban un arrasamiento fulminante del valor de la fuerza del trabajo (el salario). El sistema patronal: trabajo-salario-ganancia-capital-reproducción universal del capital-inversiones-endeudamiento externo-depresión-colapso-devaluación-caída del salario-nueva acumulación-pago de la deuda-refinanciación-nuevos créditos-inversiones, continúa incólume.

La máquina capital-parlamentaria, ese dispositivo de captura, disciplinamiento, seducción, control y represión operó drásticamente. Enfrentó la autonomía del movimiento, cooptó algunas experiencias, desmembró la unidad de piquete y cacerola, y asesinó preventivamente a sus militantes mas resueltos; para así paralizar la expansión autónoma de los movimientos. Redistribuyó las ganancias entre las clases patronales. Planea y ejecuta un desarrollo capitalista desde la propia autonomía de la clase obrera insumisa y los desempleados; como en el caso del Movimiento de Fábricas Recuperadas, el Movimiento de Empresas Recuperadas y los emprendimientos de los piqueteros.

El país modelo 2004, hace recaer el mayor peso de un gobierno normal y de los dirigentes setentistas mudados progresistas, de la patota bonaerense y de los caudillos semi-feudales provinciales, de los piqueteros-punteros de la CTA y del peronismo transversal de centroizquierda; sobre el desempleo de masas y la indigencia recurrente. Ambas, no son mas que el reverso de superproductividad del conjunto de la clase trabajadora empobrecida.

5.- Dilemas de la autonomía.

"Para pensar colectivamente la extensión de la red de redes de la resistencia y su forma material, fraternal y solidaria. Para pensar desde este nosotros, el de los piquetes, el del 19 y 20, el del Puente, el de los MTD y la multitud insumisa que se autovalora al comprender la nada del capital sin nuestra potencia productora y la inmensidad presente en nuestra fuerza creativa liberada".

Invitación de la asamblea de Almagro a la primera ronda de pensamiento autónomo en Capital.

Autonomía del estado, los sindicatos, los partidos y la iglesia. Aquí las instituciones sociales tienen la visibilidad de sus representantes: los funcionarios, gremialistas, burócratas y el clero.

Autonomía del capital, aquí las instituciones sociales no tienen visibilidad corporal: la mercancía trabajo, el plusvalor y la ganancia privada no se ven. No son transparentes pero se sienten. Caída del salario, competencia, enajenación y cosificación, pobreza endémica y desocupación estructural.

Independizarse del estado, y no del capital, no es autonomía anticapitalista. No es éxodo constituyente. No hay independencia del estado posible sin emancipación del capital. Por cierto, se podrá alegar que resulta necesario seguir pujando por dentro y por fuera del estado, que es lo mismo que decir, por dentro y por fuera del capital. Nunca olvidemos que la forma estado se instituye de la forma valor, de la forma mercancía.

No es un contrarrevolucionario quien ofrece su capacidad laboral al estado para sobrevivir. Quien trabaja en los medios masivos de comunicación, una universidad pública o privada, una fábrica, un latifundio, un banco, un kiosco, un supermercado, o de lo contrario perece. Como tampoco es un reaccionario quien sobrevive reciclando residuos o cobrando un plan trabajar.

En sentido opuesto, una empresa recuperada y un emprendimiento autogestivo puede tener características no capitalistas (no existir la explotación entre sus integrantes) pero esto no significa que sean antisistémicos. Son potencialmente anti-capitalistas. Pero mientras que el hacer esté dirigido a la compraventa no se completó el éxodo del trabajo como mercancía. De igual modo, un funcionario y un diputado pueden abrazar la des-representación, pero no son el asambleismo constituyente.

Quien vende para vivir su potencia productiva al capital, de manera indirecta a través del estado, sea un empleado o un subsidiado, no es por sí, un capitalista. Con el mismo sentido paradojal, quien no vota y circula su producción autogestiva en una red mercantil, no es por sí, un anticapitalista.

La contradicción histórica anticapitalista se compone de la siguiente manera: Cómo el productor, al mismo tiempo que se mantiene vivo con su fuerza de trabajo retribuida por el capital, en cualquiera de sus variantes, y por lo tanto lo sostiene y fortalece; no renuncia a una práctica social, que vaya mas allá del trabajo por dinero que perpetúa su esclavitud al capital.

Dicho de otra forma: cómo el empleado por el capital lucha contra las actuales instituciones sociales de todo tipo (el imaginario comercial, el trabajo jornalizado, los símbolos estatales) por consiguiente, como confronta al interior de esta relación, que no es solo personal o sindical, sino general; y cómo va mas allá del capital, lo que es igual a decir, como la antagonía del trabajo se libera de toda regulación y dirección de su hacer autónomo y la autonomía de su hacer. Autonomía, que para ser efectiva, no puede ser simplemente individual, sino general. Como universal es la clase y significantes sociales que enfrenta. El productor, no antagoniza, por este o aquel trabajo genuino y dignamente retribuido, contra este o aquel patrón, por este o aquel estado. Sino que su antagonía va mas allá de todo salario, empresario y estado.

Juzgar con dureza a quien desempeña funciones estatales, no se compadece, con la liviandad con que se mide a los que, luchando por años y padeciendo persecuciones y muertes de sus compañeros, se abandonan a la economía "popular" piquetera y las empresas "sociales" como si fueran la nueva utopía. En definitiva, el uno y el otro, son retribuidos, subsidiados y financiados por el estado; impidiendo a ambos, su autonomización del capital.

Quienes desde el estado se empeña en recomponerlo, y desde los piquetes se estaciona en las conquistas sociales arrancadas por las luchas contra el poder; los dos, cada uno a su manera, no buscan terminar con los empresarios y el estado.

Unos, en las empresas o en el estado, tienen un trabajo "digno"; otros, los desempleados, aspiran a él. Entre ambos, si no anhelan ir mas allá del trabajo retribuido, soñarán, en el mejor de los casos con el socialismo. Un sistema mercantil y estatal que proletarice a toda la sociedad. Esto no es anticapitalismo sino capitalismo burocrático de estado. Los medios de producción pueden ser nacionalizados y aún estatizados, y esto no significa que sean reapropiados por los productores. Puede gobernar el partido de la clase obrera, que no es lo mismo que decir, un gobierno de los trabajadores.

Estancarse es retroceder. Después del 19 y 20D aprendimos que todo espacio que se conquista será permanente asediado, desmembrado, aislado, reconducido y reprimido por el capital y el estado. El poder no va a solventar alegremente la autonomía. El estado no va a financiar gratuitamente a la multitud para que se autonomice. Al contrario, va a intervenir para transformarla en piedra basal de un nuevo período de desarrollo capitalista. Para comprobarlo basta leer el informe del INTI, Instituto Nacional de Tecnología Industrial; del encuentro realizado el 19-12-03 (sí el mismo día que se cumplía dos años de la insurrección de la multitud ¿Será pura casualidad?); para el programa: El trabajo en la base social: el aporte del INTI en 2003, red de Apoyo al Trabajo Popular (ATP). Una transfiguración de la red de redes anticapitalista que se debatió en la ronda de pensamiento autónomo en Roca Negra, Lanús, en octubre de 2003. Una reapropiación de la red por parte del estado, y por lo tanto, en clave capitalista.

En vez de terminar actuando esquizofrenicamente, sin decirlo, el movimiento de movimientos necesita reflexionar, colectivamente, qué camino va tomar: ¿Cómo se expande la autonomía del hacer para no volver a ser presa del sistema dominante?

1.- Iniciando un exilio de todo significante capitalista, una total ruptura, un acontecimiento político radical (antisistémico o anticapitalista, un cambio de raíz) multitudinario e instituyente, un mas allá del estado, partido, sindicato, mercado y trabajo tarifado.

2.- Construyendo autonomía en los dos territorios: al interior del entramado capitalista que aprisiona el hacer autónomo y lo metaboliza como poder; en concomitancia con las prácticas de la autonomía como éxodo de la potencia del hacer y por lo tanto anticapitalismo. Un combate contra, pero al interior, de la relación social trabajo-capital (terreno por excelencia, pero no excluyente, de los asalariados); y en el segundo caso, una autonomía mas allá del trabajo-capital (campo privilegiado, pero no exclusivo, de los desocupados).

En la primera iniciativa es una autonomía que actúa absolutamente por fuera del estado y el mercado. Afianzando un poder de tipo constituyente, un área autónoma, una red de redes, que reniega del estado y se exilia del dinero.

En la segunda elección es una estrategia mixta que se desenvuelve por fuera y por dentro del mercado y el estado.

Es decir, al mismo tiempo que se expande la lucha salarial contra el patrón y la autogestión, que se desarrolla al interior y por lo tanto por dentro del mercado capitalista; siguiendo una lógica de la disputa contra la mercancía en toda su diversidad, se combate por dentro y en contra del capital, en una mas, de las formas de valor de la mercancía: el estado. Aspirando a instituir estatalmente sus prácticas con una representación legislativa y ejecutiva inscripta en el sistema demo-liberal. Conjuntamente el área autónoma, mas allá del capital, autovalora su hacer y por lo tanto funda la política mas allá de lo político estatal.

O mas aún, una vinculación de ambas estrategias. La que va todo por fuera del estado y el mercado: un nuevo poder, mas allá del modelo representativo y la mercancía, que sitiará y desarticulará a la maquinaria estatal y al capital cuando haya expandido, suficientemente, la densidad social de su nuevo hacer como proyecto político; junto con la estrategia mixta (por dentro y por fuera) con los movimientos y partidos, incluyendo los de la autonomía, que actúan por dentro de la democracia delegativa, jaqueando al sentido común capitalista.

Una doble procedimiento, por lo tanto esquizofrénico, pero debatido y asumido por todos los movimientos de los sujetos autónomos, que universalizan concretamente su hacer social y la administración en común de la vida. Por lo tanto, un programa político del hacer externo al Capital-Parlamentario. No un programa que sean 10 proclamas en el papel, sino de hecho, un poder originario con características asamblearias, deliberativas y ejecutivas al unísono. Efectuando, al mismo tiempo, los partidos del cambio social el agrietamiento y debilitamiento hasta sus confines de la democracia delegativa. Una representación desrepresentativa actuando desde las instituciones delegativas como topo y ariete, conjuntamente, con el nuevo poder fundante que se genera por fuera del sistema de captura de la mercancía trabajo y que escinde lo ejecutivo de lo legislativo. Mostrando a los vacilantes y los votantes cínicos, los límites insalvables de un sistema estatal conformado para sostener un orden despótico. Y la necesidad de la autodeterminación, reapropiación y organización por parte del nuevo sujeto económico, social y político (la multitud) de todo el hacer y su potencia que se apropia el capital-parlamentario, transformando lo hecho, en poder. Recordando compañeras y compañeros, que una demolición del capitalismo solo podrá ser efectiva de consolidarse y crecer, permanentemente, un movimiento de movimientos antagónico a todas las instituciones dominantes. Multiplicando su potencia desde el exterior de la máquina estatal y su mercado.

En el caso de la estrategia mixta, no se participa en el parlamento y el ejecutivo para convencer a los convencidos del anticapitalismo. Se interviene para interpelar a los dubitativos de las clases irreductibles al capital. Los sufragantes del voto-bronca, del voto útil o del voto por el mal menor. Mandatarios que mandan obedeciendo. Que actúan por dentro de la democracia indirecta y que jaquean el propio sentido y fundamento capitalista de la representación. Desrepresentantes, que harán de contrafuerza, ante un sistema demo liberal, dispuesto a combatir con leyes y represión, a los insumisos. Mientras que estos últimos, continúan desarrollando, nuevos vínculos materiales y políticos a partir de su éxodo del sistema económico y político dominante. Construyendo en su travesía una sociabilidad anticapitalista, organizándose de manera autónoma, y por lo tanto inapresable, por parte del sistema capital-parlamentario. Una forma de relación social, económica y política, que para ellos ya perdió, todo sentido y fundamento.

Una autonomía como todo por fuera del capital, es decir, mas allá de la representación y la mercancía. O para ser mas precisos, mas allá de la representación "de" la mercancía trabajo, en cualquiera de sus variedades. Un todo por fuera, a los fines de impedir que su autoorganización se coagule en la representación sindical, partidaria y estatal.

O la autonomía por dentro y por fuera del capital. Por dentro de la representación: el estado y el dinero; y por fuera de la representación: la asamblea y la autogestión no dineraria o autovalorativa. Por dentro de las instituciones sociales dominantes: los subsidios, los créditos a los emprendimientos potencialmente anticapitalistas, los diputados y funcionarios autónomos; y por fuera de las instituciones sociales dominantes: con una zona autogobernada que reunifica lo social con lo económico, y consecuente funda, la política autónoma del trabajo. Una nueva institución social. Una república comunal, asamblearia y anticapitalista.

Estas son diferentes opciones para el movimiento autónomo. Por el momento, al éxodo, no se lo practica pero se lo pregona. En cambio, a la estrategia mixta, se la practica pero se la oculta.

La práctica autónoma necesita resolver esta disyuntiva: todo por fuera, o por fuera y por dentro del estado y el mercado. Dilemas que de forma instintiva y reflexiva, de manera espontánea y planificada, están en pleno desarrollo. Un hacer desorganizado que refrena avanzar por un camino imaginado y compartido por los movimientos autónomos. Por ahora, la exclusiva y excluyente práctica, de la prueba y el error de cada uno, pudo mas que los balances y decisiones comunes.

6.- Autonomía y anticapitalismo.

"En una sociedad de iguales, el INTERCAMBIO es la forma natural de resolver las necesidades básicas: entregamos lo que nosotros producimos, a cambio de otra cosa que produce otro, y que necesitamos. En el capitalismo, el dinero, además de medida de intercambio, es medida de acumulación: mientras a muchos les falta para adquirir lo básico, a unos pocos les sobran millones, fruto de las relaciones sociales y laborales de desigualdad y de explotación".

Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Lanús - Integrante de la Aníbal Verón.

Las rebeliones cotidianas fluyen en el mundo entero. En Mumbai (ex Bombay), la India, medio millón de activistas se encontraron en el foro social 2004. Allí se comprobó que atraviesan las mismas dificultades que aquí. Se dividen entre movimientos que confían en el partido de la revolución como el instrumento para la toma del poder. Otra variante son las Ong’s, partidos y agrupamientos progresistas, filántropos y reformistas capitalistas de todo tipo, atentos a "corregir y humanizar el sistema". Y también están, al igual que en la Argentina, los movimientos sociales autónomos anticapitalistas. Estos últimos, rumian los nuevos cursos de acción y se rearticulan para enfrentar mas eficazmente al imperio. No libres, desde luego, de contradicciones y dudas.

Ningún sector por si solo, ninguna forma organizativa, ninguna experiencia fragmentada de lucha de la multitud, puede vencer aisladamente al conjunto de los empresarios y a sus estados. No alcanza con la clase obrera industrial ocupada, el partido de la revolución o los piqueteros.

Tampoco desarticuladamente, ninguno de los comportamientos puestos en práctica por la multitud, espontánea o planificadamente, pudo instituir lo nuevo de manera general. No alcanza con el contrapoder y la insurrección. No alcanza con coordinar las asambleas, articularlas con los piqueteros y converger con los obreros reapropiadores.

Si de ensanchar la autonomía se trata, estas tres experiencias pueden, y necesitan, organizar toda un zona autónoma que comprometa a otras experiencias. Requieren encontrarse en el hacer, y la reflexión, con los campesinos autónomos y los pueblos originarios, la contracultura y los emprendedores potencialmente anticapitalistas, los asalariados precarios que luchan por fuera de las asambleas barriales y la alterinformación.

Un rizoma material y afectivo de las nuevas subjetividades. Pero para esto hace falta reconocer, que al mismo tiempo que el gobierno hace su juego de represión y 'K'ooptación, por ahora, no coagularon los deseos comunitarios anticapitalistas de la multitud. O lo que resulta igual, no se concretó una biopolítica alternativa.

Para dar este paso gigantesco, compartir ni mas ni menos que un hacer en común del común; el deseo y la imaginación preceden a la voluntad, y esta, a la acción. Se hizo, se hace y se piensa que hacer. En ese camino están los sectores que han sostenido, con menor o mayor capacidad, la resistencia en los últimos 28 meses de gobiernos peronistas.

La experiencia nos ha enseñado que no alcanza con autoexcluirse para superar el lazo capitalista. Esta cadena es tan fuerte porque tiene características universales y no meramente personales.

La efectividad del éxodo del capital conlleva la abolición colectiva del trabajo bajo patrón, el mercado y su estado. No únicamente la toma de esta o aquella fábrica; de este o aquel campo; y de la autogestión de este o aquel grupo de hacedores.

El capitalismo es una ligadura social mediada por el valor de lo que hacemos. No es una relación directa entre las personas. Sino una relación disfrazada por la mercancía. Las personas se conectan por intermedio del dinero como valor de cambio universal. El representante no está solo en el estado, muy por el contrario, el dinero es el representante universal de los valores de cambio y lo tenemos cotidianamente interponiéndose entre nosotros. El valor de cambio, de lo hecho, ahoga la autonomía del valor de uso del hacer. La moneda representa el trabajo, pero no es toda la fuerza de trabajo. La potencia del hacer excede toda medición en moneda. Mientras exista el dinero, como intermediario de las relaciones sociales, no habrá triunfado el anticapitalismo. Y por lo tanto no habrá nuevas relaciones sociales.

El anticapitalismo es un vínculo social sin intermediaciones. Sin valores de cambio que midan nuestro hacer. Sin fetichismo. No es un trueque mediado por el crédito pre-monetario. No es una permuta persona a persona. Sino que es una administración y disposición, individual y universal, múltiple y singular, de todo lo realizado. Una completa reciprocidad de uso, consumo y ahorro. No hay valor de cambio sino un transparente uso sin valor. No hay dinero ni créditos. No hay capital sino ahorro. No hay potencia acumulable como poder y ganancia. No hay mas trabajo dinerario que alimente el patronazgo. No hay mas representantes; no solo en su forma política, sino como atadura social y lazo económico. Resultan superfluo el estado, el empresario y el mercado. Resulta innecesaria la moneda.

El trabajo de los compañeros cartoneros, empresas recuperadas, emprendimientos productivos donde no existe la explotación directa entre sus integrantes; vuelve a ser secuestrado por la compraventa, la ganancia, lo hecho como valor de cambio y mercancía. Se termina circulando el hacer para poder sobrevivir en el reino del dinero, el salario y el mercado; por eso mismo, no se extingue la relación social capitalista.

Negar "las reglas de juego dominante", las normas heterónomas o las leyes del poder, de los otros, sin mas, sin instituir una normativa constituyente, es un típico accionar psicótico. Se niega el capital sin superarlo, y por lo tanto, el capital sigue gobernando la vida insumisa. El mundo del valor de cambio sigue actuando por mas que se quiera ocultar y disfrazar su existencia. Este dispositivo psicológico (personal y grupal) no construye autonomía sino autismo. ¿Qué significa la auto-nomía sino darse las propias leyes? Por consiguiente, una normativa instituyente, del poder autónomo constituyente del hacer como valor de uso.

La sociedad del pago, por las cosas y saberes, resulta un mecanismo secular de aprehensión de la radicalidad antisistémica. Para los productores asalariados su necesidad imperiosa de dinero, en el capitalismo; resulta la forma material y objetiva, fundante, de su dependencia a la empresa capitalista. Tanto cooperativa, como estatal y privada.

Pero también hay causas, imaginarias y subjetivas, que operan como autocontrol personal y general de la multitud. Variantes autorreproductivas del poder. Una psiquis modelada socialmente que otorga sentido positivo, y único, al trabajo retribuido por dinero; la dignidad de la pobreza salarial y el ansia de liderazgo, sea personal o grupal, como el de una vanguardia. Esta individuación mercantil dificulta la ruptura con todos las instituciones sociales dominantes. Este es un poder social imaginario, introyectado con tal eficacia, que por mas que la miseria en la Argentina haya superado todos los índices "objetivos" para detonar una revolución, por el momento, las singularidades de la mayoría de la multitud continúan resistiéndose al cambio social.

Para subvertir el orden hay que subvertirse mas allá de ese orden. Resulta paradójico: cambiar el orden presente parece indispensable, pero al mismo tiempo, sería entregarse a la incertidumbre. A la creación por sobre la repetición. A la ruptura y no a la continuidad. Al levantamiento de la clausura de lo que está prohibido desear, pensar y hacer.

Lo nuevo, y por ello desconocido, depara angustia y trabajo. Un goce indeterminado, y aleatorio, contra un padecer la vida actual que depara cada vez menos placer. Pero que compensa esa carencia con la satisfacción del acostumbramiento. Una regodeo mundano, que para producirse, debe clausurar el imaginario radical y no demandar-(se), hacer-(se) y nombrar-(se), la (im)-practicable emancipación personal y social.

Pero nunca una psiquis es investida completamente por la sociedad. Siempre existen resquicios a lo normalizado, lo correcto, lo aceptado y lo posible. Anomalías de rebelión latente que rompen con la rutina, la apatía y el conformismo ante lo instituido.

El poder siempre ofrece nuevas cuentitas de colores y cínicas promesas de prosperidad económica. Nadie está inmune, aún aquellos millones de argentinos que viven, materialmente, de manera miserable pero son autoprisioneros de un imaginario capitalista. Una subjetividad bloqueada que naturaliza lo existente y seguidamente, se auto-impone, no destronar el significante mercado: dinero, salario y capital. Solo una práctica autónoma y una autonomía práctica, personal y colectiva, alerta y lúcida, cooperante y fraterna, puede liberarnos de la maraña instituida de las normas heterónomas.

Oponerse a las normas de los otros, mientras se lucha en el terreno adversario construyendo autonomía, es un ejercicio que depara un gran desgaste psíquico, una enorme fortaleza de voluntad y un intelecto que funcione de manera doble: a) combatiendo por dentro de la institución social, que no es solo el estado, sino las creencias y valores sistémicos, por ejemplo el trabajo por dinero y la competencia económica; mientras que, b) se expande un nuevo imaginario radical, tan instituyente del acontecer, como los germinales poderes constituyentes extra-estatales que están en marcha.

Si la mera automarginación la podemos llamar un mecanismo psicopático y autista, este último procedimiento, lo podemos entender como una subjetividad esquizofrénica mutante. Al mismo tiempo que circula en las propias prácticas de la autonomía la compraventa y los subsidios estatales, se combate éticamente reconvertir, en mercancía, el propio hacer autónomo objetivado. Combate desigual, entre el hacer capitalista y la ética anticapitalista. Y en el que históricamente la ética siempre salió derrotada por el hacer. Si la subjetividad de la energía humana se objetiviza como valor, para ser comprado y vendido en el mercado, no hay apelación ética que resuelva esta antagonía.

Para expandir, entre las compañeras y los compañeros, la autonomía anticapitalista se necesitan relaciones no mediadas por el dinero. Instituir el nuevo imaginario desde las prácticas autovalorativas, materiales, pero extramonetarias. Ninguna nueva subjetividad, ninguna ética, por mas férrea que sea, puede superar la materialidad del trabajo objetivado por la moneda. Que recompone de manera permanente una subjetividad capitalista.

Regresando al mercado, a los créditos para adquirir capital, y a la venta del excedente para pagar los préstamos; por lo tanto, retornando a la objetividad del proceso productivo capitalista, se vuelve a una subjetividad capitalista. Se hace para vender, se acumula para hacer mas, para acumular hay que competir, vencerse unos a otros y subjetivisarse como capitalistas.

El propio sistema, a través de los millones excluidos del salario, creó una posibilidad inédita para pasar, aquí y ahora, a la completa autovaloración del trabajo. Los desempleados del capital, una subjetividad que forzadamente y por millones fue liberada del salario, tienen una oportunidad histórica de consolidar su emancipación. Pero una subjetividad anticapitalista no se expande volviendo al trabajo mercantil, contrariamente, se estanca y retorna al capitalismo.

Para que la resistencia de la autonomía no se transforme en una reiteración del proceso del trabajo como mercancía capitalista, se precisa, superar el voluntariado y la mera solidaridad. No alcanza con ayudar al compañero. No sirve la apelación del catecismo del trabajo con los mas pobres desde la culpa burguesa. Esa práctica, se parece mas a un evangelio de la autonomía que a una potencia profana liberada. La fraternidad supera la solidaridad. No es la hija menor de la caridad. No es un subproducto moral de la autonomía. Sino que la fraternidad resulta un valor productivo, un valor afectivo, una fuerza hacedora de la vida en común. Vivir desde la fraternidad, pero sobre todo vivir "de" la fraternidad y con fraternidad. Confraternizar, hermanarnos. Autonomía = objetividad+subjetividad = materia+afecto = producción+consumo = autovaloración no monetaria+administración en común del trabajo = vida política+normas propias = autonomía.

La dignidad como una forma anticapitalista de reproducción de la vida material y no como mera subjetividad deseante. Reorganizando la existencia individual y colectiva desde otro palpitar, hacer, decir y pensar. Recuperando por lo pronto, cuanta porción de tiempo, espacio y afecto se pueda de la colonización del capital.

Sostener este doble vínculo (esquizofrenia social) entre dos imaginarios y sus prácticas antagónicas (delegativo y capitalista, versus, autónomo y anticapitalista) en una misma temporalidad histórica (la sociedad del espectáculo y el imperio de la multitud) no es fácil. Pero este es el reto que ha decidido afrontar el movimiento de movimientos. Y al que deberá encontrarle respuestas, o será reciclado, en clave capital-parlamentaria.

Por ahora, la rutina pudo mas que la osadía. En los últimos dos años no se agotaron todos los medios para vincular a las miles de familias rurales y urbanas que sostienen prácticas autónomas. El repliegue pudo mas que el despliegue. Lo nuevo, a medio hacer, pudo mas que el desafío de todo lo que falta realizar. La consolidación de lo hecho, que en un primer momento parece la mejor forma de afianzar lo trabajosamente conquistado por la movilización y lucha, sobrevino, retracción y sedentarismo.

La potencia es creación de soluciones siempre nuevas. Como cambiantes son los mecanismos disciplinadores, controladores y seductores, que utiliza el estado, para desmembrar la autodeterminación del trabajo que aspira a emanciparse del dinero.

Y entonces, ¿Qué Hacemos? Evidentemente no nos podemos recostar en lo viejo y conocido. El tiempo no para y la morfología actual del trabajo, y por lo tanto del capital, nos obliga a explorar inéditas formas de rebeldía y organización.

Resistir no es abandonar un proyecto de autonomía. Pero resistir y no aspirar a difuminar territorialmente la resistencia es condenarse, en el mejor de los casos, a la subsistencia. El capitalismo es un sistema que no deja mas opciones que reproducir nuestra fuerza de trabajo bajo su lógica. Y sino padecer, desconectarse y frustrarse desde la enfermedad, el suicidio y los sueños incumplidos como apéndices del deseo.

Autonomía tampoco es una fuga personal y grupal autocomplaciente. Una práctica que es renuente a la crítica y hace dogma todo lo valiosamente realizado hasta aquí. Un movimiento que se subdivide en grupos y endogrupos, despreciando cada uno, a los integrantes del otro. Descalificándose entre compañeros/as que hasta ayer, todos ellos, se consideraban los hombres y las mujeres del cambio social. El peor de los narcisismos, porque proviene, de los que aspiran a ser mejores.

No aportan al cambio social los intelectuales que hacen seguidismo a las modas, hoy a las cooperativas y los micro emprendimientos, y pierden su espíritu crítico. Antes fueron parte de la zaga obrerista y ahora son los custodios del empantanamiento de la autonomía.

Reniegan de la autoorganización aquellos referentes que cada día están mas cerca en constituirse en los viejos dirigentes cuestionados, pero ahora, en nombre del autonomismo.

Porque el capitalismo es una relación social mediada por la ganancia, la competencia y la representación, nada queda fuera de su lógica, si no se disuelve, esa forma de sujeción comunitaria. Algunos administran la vida por un salario, otros por los planes de empleo y los mas patéticos por los recursos alimentarios de un comedor. Se consuelan, hace dos años, en que no se les quiten los planes, en pedir recursos a las ong's y en mendigar la atención del progresismo.

Unos, acusan a los otros, de "transar" con el gobierno por los planes conquistados, cuando hasta ante de ayer hacían lo mismo. Mientras negocian en las sombras con el poder y transfieren el peso económico de sus luchas a los recursos aportados por el pique-turismo y la solidaridad. Al tiempo que facturan las luchas pasadas ven como se reconvierten.

¿No sería mejor reconocer que la autonomía está en un repliegue? ¿No sería preferible decir claramente que hoy no se sabe, no se puede, o no se quiere ir por mas? ¿No es mas honesto asumir que lo que se está haciendo es resistir en vez de autocomprarse que se está ejerciendo el anticapitalismo? ¿No es mas valioso aceptar crudamente que todo es mas difícil de lo esperado?

La honestidad entre todos los compañeros es un alimento vital de la nueva subjetividad. Para superar el atascamiento se requiere abrir las prácticas y reflexionar conjuntamente. ¿No es indispensable considerar claramente que no se sabe cómo seguir en vez de opacar el debate? ¿No se torna impostergable romper con cierta omnipotencia inconducente, llamar a una clara y fraterna polémica colectiva, cuestionar lo que se está haciendo, explorar nuevos rumbos y afilar las ideas?

El antidogma, como nuevo dogma, es una trampa que se hace a sí misma la nueva teoría. Ni toma del poder, ni insurrección, ni contrapoder de contrapoderes. Un repliegue liso y llano. Sin explicaciones ni debates compartidos. Esperando no se sabe que milagro y luego se verá. El único milagro posible es terrenal y no divino. Es el camino de la organización material de la autonomía y una nueva insurrección de la multitud que barra con todo lo conocido. Los tiempos de la insurrección no los marca solamente, ni fundamentalmente, cada movimiento organizado; pero si está solo en su voluntad, su deseo, su imaginación y su capacidad la coordinación de cada experiencia autónoma.

Evidentemente requiere audacia y falta de complacencia explicar-(nos) porqué nos estancamos. Pero no, se prefiere disfrazar el impasse como el último grito del cambio social. Ya no tomar o abolir el poder, sino, ni siquiera ampliar el contrapoder. Hay un regodeo en el automarginamiento. Una especie de autismo social.

Los referentes de los MTD's que se niegan a continuar con los cortes de rutas; son los mismos que alegan la necesidad de una red por fuera del mercado, del poder constituyente y la antagonía. Poder constituyente, así a secas, es solo una linda frase. Sin organizar la zona de la autonomía solo queda en el limbo de las buenas intenciones.

La autonomía era pregonada, y así fue mostrada, como el nuevo anticapitalismo. Fraternal entre compañeros y antagónico con el poder. Hoy se encamina a repetir mucho de lo viejo. Reeditando la dicotomía amigo-enemigo al interior del mismo espacio. Una práctica reconvertida y domesticada.

Pero lo mas preocupante es el riesgo de una diáspora de los movimientos. Una disgregación que no es éxodo constituyente. El peligro que se instituyan clanes autónomos, la carnadura ideal para los narcisismos de las pequeñas diferencias. En cambio, no hay que temer las desarticulaciones que preanuncian nuevas rearticulaciones. Una nueva confluencia entre diferentes movimientos.

Todo naciente ciclo de acumulación del capital, rehabilita la dominación de la clase social empresaria y, simultáneamente, establece inéditas fallas en la matrix capital-parlamentaria. Aparecen las nuevas fortalezas del sistema y los nudos mas débiles de la trama social. Esta recomposición producirá originales articulaciones de todo tipo, incluso en el campo de la autonomía. Entretanto, debido a que la multitud es irrepresentable se produce el riesgo de la dispersión. Si se detiene el movimiento de la lucha multitudinaria vuelven las viejas cristalizaciones. El síndrome no se puede vencer al capital de otra manera que con las formas ya utilizadas y fracasadas del pasado. Lo histórico subyuga lo presente. La creación se vuelve repetición. El acontecimiento retorna al mito. Se parcela y custodia el lugar que se conquistó a la espera, en el mejor de los casos, de nuevos acontecimientos masivos. En vez de expansión, retracción. En lugar de despliegue, repliegue. En vez de entender la política como la organización social de la vida del común, se organiza lo político como objeto diferenciado. La potencia del hacer del trabajador social ya no requiere de una práctica emancipada de la autonomía de "lo" político. Se reformula, para tiempos posfordistas, la idea del programa revolucionario. Los dirigentes sociales y el partido autonomista intentando conducir al movimiento. Lo político como esfera de algunos, separado y especializado, del hacer social de todos. El viejo partido proto-estado asoma la cabeza, pero ahora en nombre de la autonomía.

La autonomía también es posible presa de llegar a formalizar, institucionalizar, en el peor de los sentidos, una vanguardia. Organizando la autonomía de lo político (un partido autonomista), y una organización de lo económico (un sindicato de ocupados o desocupados autonomistas), mas allá de la potencia de lo social emancipado, mas allá de la política común del común. Una práctica autónoma que ya no apunta a entrelazarse con otras prácticas similares para organizarse socialmente de manera anticapitalista. Desatendiendo una enseñanza histórica resignificada para estos tiempos: la liberación de los productores de valor (con o sin salario) será obra de ellos mismos, o no habra liberación.

El éxodo es un mas allá, pero no celestial sino mundano. Un universo desconocido. En el capitalismo no hay ningún mas allá del dinero. Para ir mas allá del capital hay que extinguir el mas acá del trabajo tarifado. El único mas allá de la mercancía, que se libera con el éxodo, es lo mas común al ser humano: el trabajo, los afectos, el lenguaje y la imaginación.

Mas allá del poder del mercado está la potencia del trabajo. Mas allá de la mercancía, como valor de cambio de lo hecho, está lo común del valor de uso del hacer. Mas allá de la representación está la expresión. Mas allá del estado la república asamblearia. Mas allá del dominio empresario está la autodeterminación de la multitud. Mas allá de la gestión autista y desarticulada, está la autogestión generalizada y organizada. Mas allá del capital está la vida del común.

En el capitalismo no hay adentro y afuera de la mercancía. Si hay afuera, es anticapitalismo. Fin de la compraventa, el trabajo asalariado, el dinero y el estado. O se está dentro de su lógica, o se está afuera. No hay sociedad paralela autónoma si termina mediando su hacer por dinero. Eso, en el mejor de los casos, es un neo-cooperativismo. No hay transición posible. Como nunca la hubo en la historia entre el socialismo y el anticapitalismo. O se actúa capitalistamente o anticapitalistamente. No hagamos de la autonomía un nuevo frustrante socialismo. No hay revolución sin hacer la revolución. Ninguna nueva subjetividad, por si sola, termina aboliendo las relaciones de producción dominantes. En el capitalismo el trabajo mercantilizado lo abarca todo. No hay afuera, con las reglas del adentro, que pueda reproducir la vida con la estatura humana emancipada del común. Un mercado autónomo no es un afuera. Continúa dentro recreando un circuito capitalista mas. Continúa, como todo mercado, siendo capitalista. Ningún intercambio mediado por dinero resulta anticapitalista. No hay capitalismo obrero que valga, aunque sea socialista, que llevado hasta el final no es mas que un capitalismo de estado. No existe trabajo digno si resulta asalariado, sea con fábricas okupas, economías piqueteras o redes solidarias.

El único "afuera" es una resistencia territorializada en los barrios, pero también en la imaginación, articulada por el lenguaje y los deseos. Que se instituye como ruptura radical con el adentro, un experimento social del éxodo, del afuera, no una variante secundaria y caritativa del adentro capitalista. Eso es un poder constituyente. Una fuga, un exilio, un tiempo-espacio futuro vivido en tiempo presente. Un afuera donde no mande el dinero, de lo contrario no es un afuera, no es un mas allá, continúa dentro de la circulación de la mercancía. Por el momento, en el mejor de los casos, será un bloqueo, un sabotaje, trincheras intra-capitalistas y prácticas contra-capitalistas. Provechosas, ineludibles, pero no son el anti-capitalismo. El éxodo es un destierro de todas las formas del adentro, o no es un éxodo. De lo contrario, ese afuera, no será mas que una variante del adentro.

Pero aún consolidando un área autónoma; que resulta mucho mas que una porción del territorio de algunos barrios, sino lazos inmateriales como un nuevo imaginario y el valor-afecto, y vínculos materializados en los espacios liberados del capital como las tierras, fábricas, clínicas, escuelas, transportes y locales recuperados; ni aún así compañeros, únicamente ellos, pueden concluir con la sociedad mercantil. Un entramado capital-parlamentario, que siempre bloqueará, desmembrará, reconvertirá y reprimirá, al peor de los espectros y el terror de los patrones: la conquista, aquí y ahora, de la emancipación humana.

Ni siquiera los espacios conquistados y los deseos entrelazados de los hombres y mujeres libres, sin expandirse rizomáticamente de forma continua y, llegado el momento, sin una insurrección anticapitalista de masas, pueden, por si solos, abolir la expoliación. No hay revolución en el desierto, apenas oasis. El sistema capitalista puede funcionar, mas o menos exitosamente, mientras expolie a los trabajadores que necesita. Mientras tanto, la resistencia siempre vivirá bajo peligro.

7.- Autonomía y antagonía.

"Hoy estoy escarchando a un medico torturador / Es mi razón, para construir un futuro mejor / Por que hoy continua la impunidad, el gatillo fácil / Pero no, en el Bajo no hay olvido ni perdón. Hoy vinimos a escracharlo a Vidal / Un genocida que goza de impunidad / Pero el pueblo no se quiere reconciliar

y por eso crece la Condena Social / Así es en el Bajo Flores

Así es en todos los barrios / Y adonde se escondan los vamos a ir a buscar / Porque no nos olvidamos.

No olvidamos. No perdonamos. No nos reconciliamos.

Si no hay justicia ¡Hay escrache!

30.000 compañeros detenidos desaparecidos:

¡Presentes!

¡Ahora y siempre!"

Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S) y La Mesa de Escrache Popular. Canciones y proclamas en el escrache al médico torturador Jorge Vidal.

La autonomía es una práctica de la multitud. Una hacer reflexivo que construye su propia teoría. Últimamente se la utiliza como un comodín vaciándola de su sentido antagónico. La autonomía es un comportamiento que impregna el hacer de los movimientos sociales. El concepto es claro: es una tesis ontológica fuerte, un instinto material de la fuerza del trabajo.

El posfordismo inaugura una nueva radicalidad en la práctica autónoma, al profundizar la separación entre el trabajo y la riqueza, entre la multitud y el estado; haciendo de la competencia, al mismo tiempo que la cooperación, un sustrato productivo.

Podemos entender a la autonomía como: a) La necesidad de acciones que no están definidas inmediatamente en relación con el estado y el aparato ampliado del estado: el sistema de partidos y los sindicatos. Se desquician las viejas mediaciones y las formas de integración del conflicto social. El estado ya no puede representarlo todo, y a todos. Su manifestación electoral mas clara, son los 8 millones de votos en blanco, nulo y abstenciones del año 2003. La excedencia de la heterogeneidad productiva resulta irrepresentable. No hay partido de la multitud sino poder constituyente. El partido de la clase obrera fabril pierde el monopolio de la conciencia de la clase productora. El desempleo y la precarización laboral, dejan a la corporación sindical sin el respaldo material, en su condición de negociador con el capital y el estado, de la mayoría de la fuerza de trabajo. Sin conciencia externa a su práctica y sin negociador que la canalice, la autonomía expresa, el movimiento antagónico de la multitud. La política, como imaginación, acción y teoría, vuelve a las masas. Lo político, como esfera separada del hacer social, resulta rechazado. La vieja autonomía relativa de la política estatal, de corte Gramsciano, queda derogada.

Además, podemos entender a la autonomía como: b) La plena autovalorización de la multiplicidad de la fuerza viva del trabajo. Un hacer que reunifica, trabajo, producción y administración. Una disputa contra el capital, que no es, ni pura lucha territorial, ni puro sabotaje económico. De eso nos habla la efectividad del piquete: del perjuicio como obstaculización de las mercancías físicas en el terreno de la circulación económica. De igual modo nos marca su límite: los espacios de reproducción del capital ya no son exclusivamente físicos (la fábrica) y su circulación las rutas terrestres, aéreas o marítimas, sino que incluyen autopistas inmateriales. La virtualidad es una variante de la realidad que autovalora el capital. Tan real como intangible. Lo virtual resulta un plano mas de la realidad. Lo virtual es real.

Las transacciones financieras, la manera cognitiva del trabajo inmaterial, lingüístico y creativo, todas formas portadoras de valor; no se interrumpe, cortando calles y avenidas. Sino, bloqueando la autopista de flujos informativos y distractivos (al mismo tiempo una retícula de producción, reproducción, circulación y consumo) que circula por internet. Sin embargo, como la matrix de metabolización social necesita de todo ecosistema, energía y relaciones humanas para su desarrollo; ningún tipo de obstrucción y sabotaje, físico y ciberespacial, sustituye, por sí sólo, la abolición del trabajo como mercancía. No alcanza con la okupación de los eslabones mas débiles de la cadena de valor. Nada sustituye la reapropiación de los medios productivos y de consumo que permite a los patrones obtener su ganancia: las tierras y las empresas, los comercios y los bancos; y la anulación de su forma política: el estado.

Pero entonces, ¿Qué hacer?

Luego del 11 de septiembre de 2001, el imperio contragolpea preventivamente para evitar el crecimiento y la profundización del movimiento, que ellos dieron en llamar, antiglobalización. Claro que también actúa para conquistar, militarmente, los insumos naturales que le permita expandir una nueva fase de desarrollo. Norteamérica es fósil dependiente. Por eso sus primeros objetivos fueron Afganistán y sus reservas de gas y Venezuela e Irak y sus reservas petroleras. El último atentado en Madrid, el 11M de 2004, es un nuevo acto de la guerra global permanente. Una conflagración que pone a la orden del día la necesidad universal de terminar con el capitalismo.

A su vez, las iniciativas posfascistas del imperio provocan resistencias y descalabros económicos universales. Sumándose a las guerras existentes, nuevas sublevaciones y desacoples asoman por todo el mundo. Solo por nombrar algunas: En Burundi, Africa, un conflico que lleva 10 años ya provocó 300.000 muertos. Pero en el territorio capitalista mas atrasado del planeta, pero no el de peor distribución de la riqueza que es Latinoamérica, las guerras se multiplican. Somalia, Angola, República Centroafricana, engrosan la lista. En Europa se desangran Nagorno Karabaj y Chechenia. En Asia se combate en la Cachemira, Sri Lanka y Timor. En América, Colombia tiene su sempiterna guerrilla.

Al mismo tiempo que se reposicionan las fuerzas opositoras al poder, el capital, ataca sus prácticas mas radicales. En lo que va del 2004 el ejército zapatista y las comunidades autónomas están soportando un duro cerco del estado mexicano, los paramilitares y la inteligencia militar de los EE.UU.

Hay crisis capitalistas, guerra global permanente e insurrecciones multitudinarias. La democracia directa en Cabila, Argelia, en abril de 2001; en julio en la cumbre del G8 la batalla de Génova, donde la multitud arrincona a los gerentes del capital y el poder desata la represión, asesina a Carlo Giuliani, provoca 500 heridos y centenares de detenidos; la destrucción de las torres gemelas en septiembre; la ocupación de Afganistán en octubre por parte del imperio y la destitución del gobierno Talibán; la insurrección Argentina de diciembre que produjo la sucesión de cinco mandatarios en diez días (De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saá, Camaño y Duhalde) lo que en tiempos normales llevaría 20 años.

En abril de 2002 el golpe de estado en Venezuela, y la inédita restitución popular de Chávez a su gobierno en un par de días.

En marzo de 2003 la usurpación de Irak por EE.UU., Inglaterra y España, entre otros invasores; a partir de mayo una resistencia que le está haciendo vivir al imperio su Vietnam posfordista, una multitud combatiente no atada a ninguna dirección, por lo tanto autodeterminada, inconducible, diseminada en todo el país y que no reconoce un único liderazgo; en agosto el pasaje de los Aguas Calientes chiapanecos a los Caracoles, o una autonomía institucional; la insurrección Boliviana de octubre y la destitución por la multitud del presidente del Altiplano, precedida por dos levantamientos que fueron de mayor a menor: la guerra de la coca en enero y el febrero rojo.

En enero de 2004 una asamblea de 75.000 personas declara como Autónoma la Región Magar, en el oeste de Nepal; en febrero la insurrección en Haití y el rapto por parte de Norteamérica y Francia del presidente Aristide que se había hecho cargo del gobierno en el 2000; en Ecuador el coronel Lucio Gutiérrez ocupa la máxima magistratura en noviembre de 2002, en mayo de 2003 y producto de la traición al mandato popular, el movimiento indígena y campesino le retira su apoyo, recupera su independencia y se pasa a la oposición, mientras tanto, en marzo de 2004 las encuestas muestran una reprobación del 70 % de los ecuatorianos al presidente; en el mismo mes, millones en el mundo marcharon contra la guerra imperial; el presidente peruano Toledo que asumió en julio de 2001 prometiendo renovación, continúa con el mismo rumbo que Fujimori, cayendo en abril su popularidad para ubicarse en el límite explosivo del 13 %; la estafa del PT y de Lula, que huyendo del espectro de la insurrección Argentina, aplica desde su asunción en 2003 un plan de austeridad al mejor estilo fondomonetarista, haciendo descender su respaldo del 75 al 35 por ciento tras el primer año de gestión, presagiando futuras luchas en el país mas grande de América del sur que, o cambia, o va camino al default.

En América Latina, la democracia indirecta está fuertemente cuestionada. En las últimas elecciones Salvadoreñas, de marzo de 2004, la abstención fue del 45 por ciento.

Con el (68%) obtenido en los últimos comicios provinciales de 2003, la Argentina, cuya participación electoral estaba entre las más altas del continente a mediados de los años 80; cayó por debajo del promedio regional, que es del orden del (69 %). En Argentina la concurrencia electoral se acerca a las de Ecuador (70%), Bolivia (71%), Costa Rica (69%) y México (63%). El éxodo electoral es aún mas pronunciado en Colombia (45%) y Guatemala (40%).

En Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Argentina y Brasil la pobreza ronda el 60 por ciento. Hartas las multitudes que se pisoteen sus expectativas, una y otra vez, su paciencia se agota. No pueden esperar el cumplimiento de los plazos fijados por los ritos electorales. Justamente, porque luego de décadas, los desposeídos y expoliados comprenden que las votaciones son meras ceremonias formales, cuyos resultados, en nada cambian sus condiciones de existencia.

Las mayorías silenciosas dejaron de ser tales. Lo que no se puede conquistar en las urnas se pelea en las calles. En el último trienio la multitud concretó acciones y aprendió lecciones políticas, con una celeridad y profundidad, que normalmente en los tiempos "pacíficos" de la dominación "normal" del capital necesitan lustros para producirse.

El capital está atravesando un clivaje histórico. Descrédito del parlamentarismo en Europa. Récord de abstención en las elecciones Vascas. Los sufragios de marzo de 2004, en España, provocaron un rechazo a ir a las urnas del orden del 25 por ciento.

Para la misma fecha, en Francia, en las recientes elecciones regionales, el 40 por ciento no se prestó para el recambio de "figuritas" políticas.

Estamos ante un nuevo ciclo de resistencias mundiales contra el capital. Nada será lo que fue, luego de esta década. Las puebladas, revueltas e insurrecciones están a la orden del día. Las revoluciones sociales vuelven a estar en la agenda del poder. A las cada vez peores condiciones materiales de las mayorías, se suman, la maduración subjetiva de la multitud. Lucidez, potencia y aprendizaje en los que se han curtido los indígenas y campesinos, desempleados y precarios, nuevos pobres e inmigrantes y la clase operaria posfordista en el mundo entero. Una práctica repleta de pruebas, aciertos y errores. A veces espontánea y otras planificada. Midiendo sus iniciativas o explotando intempestivamente. Aprendiendo en cada pausa. Esperando el momento exacto para asestar el último mazazo, ese que termine aboliendo el poder y funde la democracia absoluta. De lo contrario, toda revolución fallida, será una nueva reestructuración del capitalismo en una escala mas despótica.

8.- Mas allá del capital y del estado.

"Estamos aprendiendo a producir por nosotros mismos, sin patrones ni capataces, sin dirigentes y dirigidos. Ya probamos este fruto prohibido, ¡Y no vamos a dejarlo!".

Celia, trabajadora de la fábrica Brukman.

En el capitalismo al triunvirato: economía-sociedad-política; le corresponde la trinidad: mercancía-individuo-ciudadano; y su trilogía ampliada: mercado-representado-estado.

¿Qué cambió en la Argentina con relación a los años '70? Fundamentalmente se modificó la composición de la fuerza de trabajo y, por consiguiente, del capital.

En la Argentina pueden producirse nuevas insurrecciones, nuevos contrapoderes y una zona autónoma organizada. Pero mientras la resistencia no exprese, no solo el éxodo de sus instituciones, no solo un imaginario y un discurso alternativo, sino una lucha al interior de la realidad productiva de los ocupados, que vaya mas allá del capital; entonces, de no ser así, no se puede completar un cambio social radical.

En el 2003 hubo ocho millones de abstenciones y votos bronca; existen nueve millones de indigentes; cincuenta por ciento de pobres y diez millones viven con dos pesos diarios. Por lo tanto, si un cambio de raíz dependiera solamente de la abstención electoral y el sufrimiento económico de las mayorías hacedoras de la riqueza usufructuada por los patrones; si bastara con la miseria y el escepticismo hacia la democracia delegativa para producirse una revolución, claramente, las condiciones estarían dadas. Al no producirse tal ruptura, ¿Qué pasa que no hay una cambio antisistémico?

En las jornadas de diciembre de 2001 vivimos un acontecimiento colectivo que produjo novedosas situaciones y que nos permiten arribar a algunas conclusiones organizativas. Los piqueteros intentaron penetrar en los grandes supermercados. Tomemos como caso paradigmático la cadena Coto. Para resistir a la movilización, su dueño, y la corte de su personal jerárquico, armaron a los trabajadores con elementos contundentes en caso de que fueran superadas las vallas, los cordones policiales y las entradas bloqueadas.

Los empleados no abrieron las puertas a sus hermanos de clase desocupados. Hubo una oportunidad histórica de hacerse de los edificios y mercancías, y sin embargo, los asalariados cerraron filas con sus verdugos patronales. Esta falta de solidaridad entre los trabajadores, en un momento clave, fue posteriormente pagada por la empresa con una baratura feroz de los salarios. Una drástica licuación del valor del trabajo, solo comparable, con la última dictadura militar.

¿Qué había pasado? ¿Cómo la clase obrera no actuó como un todo antipatronal? El mundo de los ocupados tiene una relación ambivalente con los piqueteros. Una mezcla de justificación y hartazgo, temor y compasión, repulsión y ternura, comprensión y cinismo, hacia su propia clase desocupada y organizada. Este comportamiento, que tiene elementos imaginarios y reales, necesita ser abordado sin ningún tipo de autocomplacencia. Tarea que intentamos realizar a lo largo de todo este material.

En el 2004 los trabajadores que participaron del 19/20, las asambleas, piquetes y tomas de empresas, sufren las consecuencias de haberse quedado a mitad de camino en su antagonía. El desafío de hoy es cómo, mientras se expanden los contrapoderes, y de producirse nuevas irrupciones masivas; la multitud, como sujeto político que inundó el espacio público, constituye una nueva manera de organizarse mas allá del estado y el capital. Una nueva institución social que bien podríamos llamar la república asamblearia de la autogestión generalizada.

No hay derrota de la multitud movilizada, sino repliegue. El movimiento de movimientos de la multitud aprende continuamente. Antes del argentinazo no existía el movimiento asambleario y el movimiento de reapropiación fabril era marginal. Estas prácticas han dejado marcada una novedosa subjetividad que todavía tiene vacante su institucionalidad constituyente. Todo sujeto, individual y social, que esté dispuesto a extraer enseñanzas de lo vivido, aprehende. Corrige lo que estima hizo mal. Profundiza, modifica o descarta su trayectoria. Vuelve a actuar y traza un nuevo mapa retomando la ruta del cambio social. Recupera en tiempo presente un pasado inacabado. Innova una y otra vez.

Para honrar el ayer, la novedad, que siempre es hoy, transita con nuevas y provisorias respuestas producto de lo aprendido y lo soñado. La temporalidad de la lucha siempre actúa por triplicado: el pasado con su herencia, el presente como acontecimiento y el futuro como imaginario.

De nada sirve regodearse en la nostalgia de lo que pudo ser, y no fue, el 19&20. Ni persistir en lo que fue efectivo ayer y ahora afronta sus propios límites. De lo que se trata es de volver a crear. Fortalecer lo mejor que tuvo estos dos últimos años: la fraternidad como arma política y la práctica autónoma de la multitud.

Reiteramos, la autonomía últimamente sirve de comodín para cualquier cosa. Unen su producción un conjunto de personas, ganan todos por igual, venden lo hecho, a veces mas barato y otras aún mas caro que sus competidores; y con esto les alcanza para decirse autónomos. Denominan red, a una reunión de cuentapropistas y grupos asociados, que se vinculan, para bajar costos y pugnar en el mercado; y esto les resulta suficiente para proclamarse autónomos. Esto no es mas que llamar autonomía, pero con nuevas formas marketineras, al ya conocido cooperativismo.

El viejo reformismo del socialismo argentino, oponiéndose al clasismo revolucionario de su época, fue el que llevó mas lejos esta práctica. Llegó a tener una cadena completa de supermercados, una red bancaria propia y cientos de asociaciones de vivienda y consumo esparcidos por todo el país. ¡Al lado de todo esto, el proyecto del mercado popular piquetero es apenas un kiosco! Y sin embargo, no avanzaron un ápice en el anticapitalismo. Hoy existen cooperativas de distribución eléctrica, gas y telefonía; como formas complementarias de explotación de los servicios públicos, que no cambian en nada, el dominio del sistema por parte de los grupos económicos argentinos y extranjeros. La administración cooperativa, ahora llamada autónoma, al igual que el socialismo de estado fracasó. Ninguna experiencia, y hubo muchas por cierto, logró una transición efectiva, entre esta manera de "humanizar" cooperativamente y socialistamente el capital, y el anticapitalismo. ¿O todavía nos queda alguna duda? ¿Hace falta volver, una y otra vez, sobre los pasos ya transitados? ¿Seremos tan petulantes de no aprender de quienes nos precedieron? Es mas, ninguna de las dos variantes, ni siquiera fueron adecuadas, como gestión diferenciada del capital para vencer a los monopolios.

En cambio, la autonomía es realizar en común unión, y con las normas propias de sus participantes un proyecto anticapitalista. La autonomía es la autoorganización, por parte de la multitud, de sus propias instituciones. Autonomía es oponerse a las normas y las instituciones de los otros, del capitalismo, los patrones y el estado. O sea, antagonizar con la hetero-nomía.

¿Institución es sinónimo de estado? ¿Todo poder constituyente necesita transformarse en constituido? ¿Organizar es estatalizar las prácticas? Estos interrogantes no han sido sopesados en aquellos ámbitos que se han propuesto pensar colectivamente la autonomía. Se repiten frases hechas, "clichés", y se ocultan las tensiones de este nuevo hacer. Ante las críticas entre compañeros, se pasa, de la condescendencia a la descalificación sin solución de continuidad. Se confunde fraternidad con obsecuencia. Se rehuye la polémica entre iguales. Se deposita el registro histórico, la escritura, en el periodismo oportunista que hace de la autonomía su nuevo nicho de mercado.

En los dos últimos años no se efectuó ningún encuentro del conjunto de las prácticas autónomas, que diera cuenta, de una reflexión global del movimiento de movimientos. Inexplicablemente, o no, recién a comienzos de 2003, a mas de un año del 19/20, se conformó el espacio de asambleas autónomas y las rondas de pensamiento autónomo en Lanús.

No se colectaron y socializaron, de todos los movimientos, las prácticas y los pensamientos, variados y muy valiosos. Cuando algún sector abandonaba algún espacio, toda posterior acción, que proviniera del movimiento que había integrado, era despreciada por los que se autoexcluyeron. Y aquellos que difundieran el hacer de sus antiguos compañeros brutalmente deslegitimados. Un nuevo autoritarismo se cierne sobre la autonomía: un resabio oscurantista propio de lo peor de las prácticas stalinistas, pero ahora, en nombre de la autonomía.

El hacer y el pensar sobre lo hecho, el imaginar en que sociedad se quiere vivir, hacia dónde se va y con quiénes; resulta mas complejo que la cotidiana subsistencia y la rutina del día a día.

Dos años después del 19/20, y en las actuales condiciones de la restauración kirchnerista, reflota la represión espiritual y lo indiscutible. Se reinstala en algunos ámbitos de la autonomía la clausura del pensamiento. Ya no está permitido pensarlo todo, el imaginar, para algunos, se vuelve una práctica peligrosa. Un relato fantástico, una ensoñación que hay que evitar. ¡Nada de anhelos, amoldémonos pues, a la cruda realidad; que ya lo decía el general, es la única verdad! Inexplicablemente, los que hasta hace poco querían liberarse del capital y del estado, se atan a lo posible. Lo mas triste es que la crítica a la utopía no proviene del cientificismo marxista, sino, de argumentos emparentados al sentido común burgués.

Ciertamente, no es fácil comprender las innovaciones del capitalismo. Menos traumático aún, es aceptar su constante reconversión, su creatividad y su capacidad de mutación. Después del 19+20 y sin Que Se Fueran Todos ¿Qué implicancias tiene esta metamorfosis capitalista en la subjetividad, en la composición política de la multitud y en las nuevas formas de resistencia y organización? El "¡QSVT!" se mantiene como memoria histórica pero se ha segmentado de la temática de la desocupación; al mismo tiempo que cobra mayor importancia la pobreza estructural; la nueva clase media trabajadora posfordista; los "working poor", ya no la falta de empleo, sino el empleo pobre. Una nueva forma del capitalismo que naturaliza, no sólo el desempleo y el precariado; sino una figura del siglo pasado, el trabajador formal pobre e indigente.

Las miserables condiciones materiales de los trabajadores y su combate a la desocupación prosiguen a pesar de K. Renovadas prácticas autónomas al interior de las unidades productivas y la subsiguiente represión estatal por parte de ¡Pingüino, sí pingüino! Dan cuenta de esto, el último desalojo del Instituto Médico de Cirugía Cardiovascular (IMECC), Cooperativa Fénix, en parque Centenario.

Antes del 19/20 no existían las asambleas populares y resultaba insignificante el movimiento de obreros okupas. Pero evidentemente, todo un sustrato de experiencias anteriores, abonaba una genealogía que estalló masivamente en esos días. Hoy se está desarrollando la génesis de la segunda ola de las prácticas autoorganizadas de los trabajadores en sus lugares de empleo: fábricas y clínicas, campos y bancos, universidades y municipios, supermercados y transportes, escuelas y refinerías. Está por verse como se articularán cuando se insurreccionen.

En 20 años de democracia capital-parlamentaria los trabajadores tuvieron dos oportunidades para terminar con el capitalismo. En 1989 y en el 2001. Evidentemente hemos comprobado que las meras condiciones objetivas: con empleo e hiperinflación, o con desempleo masivo y pobreza, no hacen una revolución social.

En las dos coyunturas existieron partidos de izquierda que se sintieron la vanguardia de la revolución en ciernes. A fines de los ‘80 el Movimiento Al Socialismo (MAS), en el 2001 el Partido Obrero (PO). Partidos que desarrollaron su estrategia según su saber revolucionario.

Reconocemos y respetamos, la entrega y el esfuerzo, de los miles de luchadores de la izquierda partidaria. Que en las dos últimas décadas han acometido cientos de escaramuzas contra el capital, que aunque invisibles para la gran prensa, defendieron desde su lógica, los intereses de sus compañeros. Militantes que han sido perseguidos, despedidos y reprimidos por los patrones, con la complicidad de la burocracia sindical; tanto peronista como progresista. Y de cuyos casos mas resientes y resonantes dan cuenta los gases, palos y balas en el Puente Pueyrredón, Sasetru y Brukman.

Las fraternales diferencias que mantenemos con las compañeras y compañeros de la izquierda partidaria, y que hemos puesto de manifiesto, no nos hace obviar este público reconocimiento.

Pero desde comienzos de los '90, y sobre todo después del 19/20, su imaginario, sus simbolismos, su forma organizativa no se conjuga con el nuevo instinto de la multitud.

La lucha por la vida insubordinada contra la muerte del capital; la insumisión ante la condena del salario, o la contracondena del desempleo; la organización de lo económico desde la potencia de lo social, y por lo tanto, la administración de lo común o la política; son bien distintos a entender lo político como una actividad partidaria. Una especialización, conscientemente diferenciada, del producir, distribuir y consumir de los movimientos sociales. Un sujeto social, que a distancia de lo partidario, reunifica con su hacer, lo económico con lo político.

La multitud no necesita nuevas jefaturas que administren su hacer. Así se presenten como autonomistas. No soporta gestores que administren su potencia. No tolera parásitos sociales. No precisa partidos, tampoco de la autonomía. No requiere de nuevos sindicatos, sean clasistas o autónomos. No puede permitirse fragmentar su antagonía en dos planos: el gremial y el partidario. Evitando divorciar, de esta forma, su práctica autónoma. Es renuente a una división en funciones especializadas, y por lo tanto patrimonio de expertos, entre el combate sindical: por el salario y las condiciones laborales, de la lucha por el poder político: patrimonio del partido que aspira a ser estado.

La nueva figura social dominante: el trabajador posfordista, es materialmente anti-estatal. No obtiene de él seguridad social ni tampoco justicia redistributiva; apenas si poca y mala alimentación clientelar, una educación formal inservible y un sistema de salud colapsado. El estado democrático capitalista no puede construir ciudadanía, únicamente, con derechos civiles y electorales; mientras no garantiza los derechos sociales, otroramente conquistados, que le otorgaba consenso al estado de bienestar a la Argentina. La nueva forma del capital terminó con el estado keynesiano y la famosa justicia social capitalista del peronismo, eso que en la era fordista se dio en llamar la invención justicia-[lista]. El estado de excedencia -sobran asalariados- requiere valorizar, cada vez mas, el hacer esparcido socialmente. Fragmenta y segmenta a los trabajadores, destruye el concepto de pueblo y los vuelve una multitud irrepresentable.

El empleo informal, y a tiempo parcial o sub-ocupado, le resta fidelidad orgánica al mundo sindical. Su característica de polivalencia o multifuncionalidad, transforma al trabajador en una compleja herramienta inteligente, y no únicamente en una fuerza calificada para funciones determinadas como en la época fordista.

La disociación entre la disciplina militar del patrón y el trabajo cooperante con sus pares, combina la insubordinación al capital con la fraternidad entre compañeros.

Una pobreza asalariada, una jornada laboral agotadora y un desempleo recurrente; torna al trabajador, hoy mas que nunca en 20 años, en potencialmente anticapitalista.

9.- Mas allá del sindicato y del partido.

... "Los movimientos no son de ningún modo meros "grupos de presión" al servicio de la izquierda política, ni una especie de electroestimulador cardíaco para burocracias y funcionarios sin imaginación"... "La autonomía es la crisis de la vieja política, basada en la representación de sujetos mudos, obedientes e iguales entre sí, la centralidad de la toma de la palabra de masas, la expresión y la iniciativa"... " A partir de ahí se pueden pensar los desafíos de una acción política instituyente a la altura de los tiempos que corren, lo demás es llanto y crujir de dientes".

Colectivo Editorial Indymedia Madrid.

¿Salario digno? ¿O vida digna? ¿Se puede medir en dinero la dignidad del trabajo?

Sin salario no hay subsistencia para los trabajadores, pero con salario hay larga vida para los empresarios. ¿Cuánto vale una vida? Que es lo mismo que decir ¿Cuánto vale la dignidad en el capitalismo? ¿Pudiendo adquirir la canasta familiar ya somos dignos? ¿El combate sindical es un camino transicional para ir por una vida emancipada de los patrones? ¿O una zanahoria que recurrentemente se queda a mitad de camino?

En un colapso económico, social y político como el de fines del 2001 y comienzo del 2002, la lucha por mas salario pudo detonar una revolución. El modelo capitalista de la convertibilidad estaba exhausto, la cadena de pagos rota y la multitud en las calles. Los gobiernos, uno tras otro, cuestionados. La justicia y el parlamento eran desafiados por las masas. Los contratos eran inservibles, la pesificación evaporaba los ingresos fijos, las deudas del estado y las empresas caían en default, los créditos en dólares eran impagables, del mismo modo que la devolución de los ahorros en esta moneda, las asambleas surgían por cientos y con cientos de activistas cada una, la clase obrera tomaba empresas y los cortes de rutas de los piqueteros eran legitimados por la multitud. En ese contexto, y tras la devaluación del trabajo tarifado, que ponía en marcha una nueva etapa de acumulación de capital, una lucha salarial era insoportable para los patrones.

Pero en el 2004, con el 8.7 % de crecimiento del PBI de 2003, el capital está en condiciones de responder a la antagonía obrera (no antes sin resistencias) con recomposiciones salariales selectivas. En un capitalismo de castas laborales, compuesto por formales, informales y parados; conteniendo la antagonía del tercio de trabajadores registrados, resulta suficiente, para que el sistema siga andando. Otro tercio cae al precariado y el tercio restante resulta prescindible.

Algo parecido, ahora acontece, con los planes de empleo. Ayer arrancados al capital a costa de semanas en las rutas, represión y mártires. En cambio hoy, si este recupero de plusvalor social no deviene anticapitalismo, se transforma en un instrumento de cooptación masiva de la antagonía del mundo piquetero.

Lo que durante el derrumbe de una etapa puede ser una demanda radical, en otro momento ascendente de negocios, se transforma en un reclamo subsumible por el poder y meramente reformista en sus consecuencias.

Las semillas del toyotismo y el posfordismo, el just in time (justo a tiempo) y el outsourcing (tercerización), la reingeniería y los círculos de calidad, el empleo eventual y la multifunción; fueron plantados hace casi tres décadas con el golpe. Reconfigurando militarmente una nueva dominación de los cuerpos laboriosos. El último recurso del poder, para ahogar un cambio antisistémico, y así continuar los empresarios con la extracción de la substancia humana llamada energía de trabajo y hacerla capital. Provocando a punta de bayoneta un disciplinamiento colectivo del hacer. Un control político militar extraeconómico de la autonomía del trabajo.

Los trabajadores y su creciente disputa por la disminución de la plusvalía, tuvo en la lucha sindical clasista de los '70, su punto culminante. Mejores condiciones de empleo, salarios mas altos y una seguridad social expansiva, marcaban los límites de la subsunción formal. La inflación como síntoma insuperable de la expansión monetaria keynesiana, y la necesidad de una revolución en los medios productivos que combatiera la disminución de la tasa de ganancia, producto de las luchas de los creadores de riqueza; solo era posible, con un disciplinamiento feroz extra económico. Una dictadura castrense del capital que sometiera la antagonía laboral y modificara, de arriba abajo, la propia constitución material del obrero masa fordista. Una estrategia patronal destinada a destruir la homogeneidad de los millones de operarios que existían a mediados de los '70.

Los patrones precisaban clausurar el recurrente peligro de las huelgas generales como forma privilegiada de la clase hacedora para frenar la producción. La autoconciencia desarrollada en los lugares de trabajo y la expansión de la independencia de clase, ponía a la orden del día, el cuestionamiento a la hegemonía del partido peronista. Para el capital, el riesgo insoportable de una identificación de la clase trabajadora, con una representación propia en un partido revolucionario de masas que disputara el estado y el poder, se hacía cada vez mas intolerable.

El gobierno militarizado del capital y el pasaje al posfordismo, destruyó la antigua, compacta y masiva identidad del obrero fabril. Devastando conjuntamente las viejas estrategias de lucha.

Para entender esta alteración paradigmática, nada mas palmario para ejemplificar este pasaje, que la propia empresa que identifica tanto el modo de producción capitalista fordista, como el posfordista. Tomemos las denuncias contra la fábrica Ford Argentina, sucursal Pacheco, en el partido de Tigre. Allí se "chuparon" trabajadores y antes de despedirlos se los torturó en las instalaciones del propio establecimiento.

En 1974 había 7.500 obreros, treinta años después solamente 1.700. Mas del 75 por ciento de los puestos asalariados fueron destruidos por el avasallamiento maquínico de la empresa sobre el trabajo humano. La ciencia como dominio político. El trabajo muerto acumulado en la línea de producción robotizada sojuzgando al trabajo vivo de los operarios. El capital como tecnología, fagocitando y metabolizando el trabajo. De la subsunción formal a la real. Del dominio de la plusvalía absoluta a la hegemonía de la plusvalía relativa. Lo objetivo subyugando lo subjetivo. La máquina succionando la materia. El poder sobre la potencia. La muerte alimentándose de la vida.

No hay límites a la subordinación del hacer, y la excedencia de los asalariados descartables, mientras los instrumentos productivos como forma de lo hecho y capital sigan en manos del patrón. El único freno al dominio del capital es la antagonía del productor. Un grito, ¡Se acabó! ¡Basta! ¡No va mas! Una práctica disidente radical.

En la fábrica Ford sólo queda el 23 por ciento de la dotación de personal de hace tres décadas. ¿Tomamos dimensión de lo que esto significa en la subjetividad de la nueva clase obrera? Nada tan manifiesto como la experiencia de la empresa automotriz para comprobar el tránsito del obrero masa al obrero social. Nada tan obvio para constatar el comando parasitario de los empresarios contra la vida de la multitud.

Aboliendo la degradante producción donde el capital quiera acorralar al trabajo, la tecnología en manos de los productores, que son sus creadores, está en condiciones de automatizar el hacer en beneficio de una sociedad redimida del trabajo esclavo.

Adiós a los patrones significa la bienvenida de una vida emancipada y el arribo a un inédito tiempo libre. Un tiempo excarcelado de la lógica del lucro, la competencia y el salario. Adiós a los empresarios connota un hasta nunca al trabajo como hoy se lo practica. Adiós al dominio del trabajo muerto, como capital y máquina, es un mas allá de la fatiga embrutecedora del hacer bajo patrón. Además, resulta un nunca mas a su contracara: el tiempo libre obligatorio como condena de la exclusión del salario. Es la bienvenida al ocio creativo que funde un nuevo hacer civilizatorio.

Los nuevos conceptos como obrero social y posfordismo no son caprichosos, sino que responden a las luchas de la fuerza viva del trabajo del mundo obrero, su resistencia antipatronal y la contraofensiva del poder. En el caso emblemático que da nombre al paradigma pos-fordista, ejecutado, por la mismísima empresa Ford Argentina.

En las empresas donde se trabaja por un sueldo, poco menos, que está prohibido hablar de política entre los compañeros. Allí todavía ni siquiera llegó la democracia formal. En todo caso la que domina es la política patronal, y como tal, ninguna democracia para el trabajador.

Desde que se vota, hace mas de 20 años, raras son las excepciones de las conquistas de los sindicatos por parte de la izquierda partidaria en cualesquiera de sus variantes.

En la última década, las experiencias exitosas como el sindicato ceramista de Neuquén y su recuperación de la empresa Zanón, los mineros de Río Turbio, la comisión interna de la destilería Shell de la sucursal Dock Sud y los pasantes de telefónica; iniciaron su resistencia de manera subterránea y conspirativa en la empresa. Construyeron fraternidad de clase, volumen afectivo y se tomaron uno, o mas años, para emerger en el momento justo y exteriorizar el conflicto con los patrones.

En el caso de los ceramistas neuquinos ganaron el gremio y tomaron la fábrica Zanón. Logrando sostener esta experiencia, contra los embates del estado y el capital, producto de la construcción de un espacio social y una densidad material y simbólica, que va de conjunto con la Coordinadora del Alto Valle. Allí confluyen desde el MTD a otras expresiones sindicales. Una articulación de la práctica fabril con la propia comunidad. Un contrapoder.

En el caso de los pasantes, sin ganar previamente el sindicato, con una práctica autónoma, ocuparon las instalaciones de la Telefónica. Posteriormente recurrieron a la corporación para negociar reincorporaciones, salarios y condiciones laborales. En algún momento disputarán el gremio, o en una situación insurreccional, se reapropiarán lisa y llanamente de la Telefónica para beneficio de toda la multitud. Unica manera de que la recuperación del medio productivo emancipe a sus trabajadores okupas. Incorporando las comunicaciones a las redes de valor de uso. Un trabajo liberado del capital y del dinero sin necesidad de haber pasado previamente por la conquista del sindicato.

Una mención diferenciada merece las reapropiaciones autónomas de los obreros. Un comportamiento autodeterminado, que en sus orígenes, no fue previsto por ningún partido ni impulsado por ningún sindicato. Y sin embargo, resultó conducido por una nueva burocracia peronista; sea tanto el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas como el Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas. Reconfigurando en clave capitalista la antagonía obrera. En un material del colectivo NPH: "Empresas recuperadas: la autonomía empantanada", exploramos estas prácticas.

Un gremio es un partido sindical. Y un partido es una estado de segundo orden. Una dispositivo representativo de la mercancía trabajo, que se mantiene latente, a la espera de ocupar el aparato de clausura de la autonomía.

Disputar, y en el mejor de los casos ganar los actuales sindicatos, es someterse a la impostura de la representación de una clase trabajadora mayormente precaria, desempleada, subocupada y como tal, irrepresentable. Es apropiarse de la caja gremial como botín, al mismo tiempo que hacerse de una estructura, valga la paradoja, irrepresentativa. El sindicalismo se arroga la personería gremial de una multitud que apenas está formalmente registrada, en la actividad privada, en un 25 por ciento. Recordemos que 8 de cada 10 empleos creados en el último año son en negro. Ningún gremio puede representar a estos nuevos trabajadores provenientes de la devaluación y la segunda ola posfordista. Para la registración impositiva son invisibles, para la seguridad social inexistentes, para la práctica sindical irrepresentables y para los patrones resulta la nueva sangre que alimenta al vampiro capital-parlamentario.

Lo que la fragmentación del mundo del trabajo puso a la orden del día no es la representación sino la autonomía. Una práctica organizada en que los sujetos actúan cara a cara y sin delegar de manera permanente. Una hacer por fuera de las viejas formas corporativas, que vaciadas por la precarización y el desempleo, se han transformado en máscaras especulares incapaces de organizar a la mayoría de los trabajadores y conducirlos, como en el pasado, a la lucha económica contra los patrones. Por su puesto que existen, aún en las experiencias mas horizontales, voceros o referentes. Su denominación no es la mas importante, sino el concepto organizativo que encierra. De lo contrario estaríamos llamando al viejo cuadro sindical, al dirigente gremial, con un nombre a la moda, acorde a la sociedad del espectáculo que nos domina.

El delegado manda condicionado por la asamblea de trabajadores, su función es rotativa, no es un sindicalista profesional y tiene un mandato imperativo que obedecer. La soberanía está en la asamblea y el mandatario es su servidor. El portavoz es un referente que manda obedeciendo.

La multitud trabajadora de manera asamblearia rehuye las construcciones verticales y por lo tanto jerárquicas. Muy por el contrario, actúa horizontalmente y no instituye líderes de manera permanente.

No se trata de subir peldaño a peldaño en la estructura sindical, sino, en todo caso, construir nuevas áreas de expansión de las prácticas asamblearias de los trabajadores. No círculos concéntricos, sino, nuevos campos de composición colectiva que tendrán contacto, y se entrelazarán, con otros territorios. Zonas diseminadas socialmente que se relacionan con otras formas de articulación de la multitud, las asambleas barriales, los piqueteros y los obreros reapropiadores.

Separar la lucha económica de la lucha política es subestimar la capacidad de resolución, al unísono, de los problemas sociales de la multitud.

Ni el partido mas revolucionario, ni el sindicato mas clasista, ni el intelectual mas antisistémico predijo un 19y20. Nadie convocó para resistir el estado de sitio cuando De la Rúa terminaba de dar su discurso por cadena nacional. Un acontecimiento que iba a poner en entre dicho toda la maquinaria capital-parlamentaria, pero también, el poder de dirección de esta irrupción masiva por parte de ningún partido. Al movimiento no le bastaba con cambiar este por aquel. No respetó los llamamientos a una asamblea constituyente. No aceptó delegar su accionar en ninguna variante, que tuviera algo que ver, con las formas institucionales cuestionadas. La multitud creaba en asamblea sus proto-instituciones. No permitía que su levadura organizativa sea capitalizada por ningún partido. El grito de guerra era claro: "¡Qué se vayan todos, qué no quede ni uno solo!

Tal vez resulte, de esta forma de lucha, un desconcertante balance para sindicatos y partidos. O tal vez sea una enseñanza ejemplar. Ninguno de ellos predijo, convocó, dirigió, representó ni capitalizó el 19 y 20. En esas jornadas, y en las tres semanas posteriores donde todo estuvo en juego, hubo solo dos contendientes: la multitud haciendo retroceder al estado y este resistiendo. La iniciativa política había retornado a la sociedad y era desplegada por la multitud. En los barrios y rutas, calles y plazas, las singularidades fueron una marea inmasificable. La iniciativa ya no provenía del pueblo como en la era fordista. Por el contrario, un pueblo siempre es una masa, mas o menos homogénea, previsible, convocable, conducible y representable por partidos y sindicatos. Sin obreros masa, con la figura dominante del obrero social, el precariado, la clase media asalariada posfordista y los desempleados; resultaba imposible un nuevo 17 de octubre.

El sujeto político fue un sujeto social que no fue pueblo, sino, una masa mas allá del pueblo: la multitud. Un nuevo sujeto histórico.

¿Qué mas hace falta, para comprender los cambios epocales, que la propia multitud autoconvocada, autoexpresada, autodirigida y autoorganizada en las calles? Por esto la autonomía, resulta antes que nada, un comportamiento de la multitud que no le pide permiso a nadie para actuar, replegarse y desplegarse. Un hacer del que luego, en todo caso, se nutre la historia. Transformando en registro teórico, con mayor o menor fortuna, sus enseñanzas prácticas.

Los entramados verticales del fordismo-taylorismo, mas el comando horizontal del toyotismo como tendencia hegemónica, vuelve a la cooperación reproductiva del intelecto general de todos los trabajadores, y no solo de aquellos productores de bienes inmateriales, en una substancia que recorre toda la geografía de la sociedad que lubrica el capital. La producción en la sociedad-factoría, que todo lo abarca, ha transformado a la materia que da vida al capital, el trabajo, en una misma potencia que reproduce la matrix capitalista o que la puede desintegrar sin escalas. Una energía multitudinaria de productividad inteligente que aboliendo el estado y el capital, deja en su lugar, la vida emancipada. Posibilitando, desde hoy mismo, el autogobierno.

Tecnología sin capital. Política sin estado. Robótica mas asamblea. Automatización y tiempo libre. Para aquellos trabajos todavía obligatoriamente necesarios una autogestión generalizada. Las comunas del autogobierno. Una república constituyente. Una democracia radical en permanente revolución.

¿Qué dificulta al nuevo sujeto histórico el autogobierno? ¿La carencia del desarrollo de las fuerzas productivas? No, ellas están maduras para producir la mas insospechadas satisfacciones de las mujeres y hombres libres. ¿Será entonces la necesidad de un estado que represente solo al mundo del trabajo? No, hoy el trabajo, es de por sí, una red de singularidades cooperantes de la inteligencia del común. Un hacer politizado. Un cerebro colectivo que no precisa, pero además resulta incapaz, de ser completamente representado. ¿Y entonces que impide la liberación social del trabajo? Justamente, el capital y el estado. Son ellos los que con sus prerrogativas y significantes, oprimen mediando, la autoorganización de una sociedad sin intermediarios. La actual composición técnica del capital permite una novedosa composición política de los trabajadores. Una forma asamblearia que no dispute los sindicatos y partidos, sino directamente los instrumentos y los medios productivos.

Imaginemos, que distinto sería, si ante una situación similar al 19&20 con los piqueteros a las puertas de los supermercados, sus trabajadores, no solo dejasen entrar a sus hermanos de clase, sino que procedieran a liberar sus establecimientos ¡Sí, suyos!, Como todo lo que crean los hombres y las mujeres -que con su producción- terminan amasando las fortunas privadas de los patrones.

Que acontecimiento que preanuncia una nueva era, si tras el bloqueo de una refinería por parte de los desocupados, sus empleados, decidieran recuperar las instalaciones. No para que los desempleados retornen a la noria obligada del hacer asalariado del capitalismo, ni siquiera para que los trabajadores de la empresa la okupen sólo para sí, sino como la expropiación de la firma para toda la multitud como clase.

Qué impacto contra el capital si ante los cortes de ruta, los trabajadores de los peajes flanqueasen la liberación de las autopistas.

Que hecho inédito, si ante el pedido de reincorporación a los astilleros de unas centenas de compañeros subsidiados por los planes sociales, los obreros navales, tomaran sus instalaciones.

Si la nueva clase obrera, harta de ver como sus compañeros son echados y expulsados al cirujeo, el delito y el suicidio; mientras los sobrevivientes del "trabajo digno" viven en la empresa como en un campo de exterminio aterrorizados por que sus nombres no figuren en las listas de los futuros suspendidos y despedidos, ¡Dijeran no! ¡Ya basta! ¡Se acabó! ¡Así no trabajamos mas! Y tomaran las grandes fábricas cementeras y automotrices, frigoríficas y textiles, alimenticias y metalsiderúrgicas, químicas y papeleras; para controlar su propio destino y sacarlo del comando de las sociedades anónimas patronales, sus sirvientes gerenciales, los capataces arrastrados y los sindicalistas cómplices.

Una innovación radical del paradigma social, donde los empleados bancarios, ante los reclamos por el robo de los ahorros, se apropiaran de los bancos que le confiscan día a día, hora tras hora, ni mas ni menos que toda su vida.

En las ex empresas estatales en los primeros años de la pasada década del '90, el desempleo, resultó estremecedor. Tanto el directo como el encubierto con "los retiros voluntarios". En esa época el pasaje del fordismo al posfordismo significó la expulsión de medio millón de asalariados. Hoy, a las reducidas dotaciones de empleados y la polifuncionalidad toyotista, se le suma, la extensión neo-fordista de la jornada como medio para recuperar el stock de capitales licuados tras la devaluación. Solo por dar un par de ejemplos: en Aguas Argentinas trabajan únicamente 4.000 empleados para abastecer del líquido elemento a 7.500.000 consumidores; al tiempo que, el resto de la fuerza de trabajo está tercerizada por empresas subcontratistas. En Telefónica de Argentina el número de líneas en servicio pasó, de 4.000.000 en el año '98 a 4.600.000 en marzo de 2003. Pero el desempleo posfordista no se detuvo con la primera ola de privatizaciones, en 1998, los empleados de Telefónica eran 11.000, mientras que en marzo de 2003 tan sólo quedaban 8.000; es decir, mas de un 25 por ciento de despedidos en solamente cinco años. Que diferente resultaría una práctica antisistémica donde los técnicos y administrativos, profesionales y operarios de los servicios públicos privatizados, los recuperan para sí, como una conquista mas de la multitud. Una práctica autónoma de los asalariados registrados, los precarizados ocultos en la intermitencia de las becas de pasantía, los empleados bajo la figura de los contratos de formación y el primer empleo, además de los tercerizados o subcontratados; todos, diciéndole adiós a las viejas formas de propiedad que los condena a una vida de inestabilidad laboral permanente.

Ni estado ni mercado. Ni registrados ni informales. Ni asalariados ni desocupados. Productores de valor de uso. Haciendo que el transporte y las comunicaciones, la energía y los puertos, los caminos y los silos, alimenten la constitución de la zona autónoma de los patrones. El fin del empleo por una paga en los servicios concesionados, que actualmente transforma su consumo en bienes suntuarios para la amplia mayoría de la multitud y resulta una fuente de ganancia monopólica para el capital. Una renta garantizada, como en la época del uno a uno de Menem y la Alianza, por las renovadas licencias del estado y el tarifazo en cuotas.

Contrariamente al dominio estatal o privado, una original forma de posesión y trabajo: la propiedad pública no estatal del valor de uso. Una inédita manera del hacer que con el actual avance de la ciencia está en condiciones de liberar cada vez mas tiempo de ocio; dejando en el olvido la condena del trabajo forzoso. La creatividad gratuita de los trabajadores que recibiría como recompensa, al igual que todos los medios productivos expropiados por la multitud, todo el uso y consumo que necesite de lo producido por cada unidad económica recuperada. Del mismo modo que cada una de ellas tendrá a su disposición la luz y el gas, el agua y el teléfono, los ferrocarriles y aviones, el petróleo y los elevadores de cargas; sin ningún pago dinerario a cambio.

Un uso sin valor monetario, o dicho de otra forma, ningún valor económico mas allá del valor de uso. Lo que es igual a decir, un uso mas allá del capital. El trabajo como potencia inconmensurable aplicada a la modificación sustentable del ecosistema y abocada a la libre producción artística, intelectual y manual. Una práctica social que deja de ser mercancía transable, para transformar sus frutos, en bienes públicos para toda la comunidad. Todo un nuevo circuito social, una biopolítica alternativa, una red de redes, una zona compuesta por diferentes áreas independizadas del lucro. Que se autonomizan del salario, se liberan del capital, extinguen el mercado y hacen tabla rasa con el dinero.

Que diferente sería una nueva insurrección, no sólo destituyente como la del 19y20, sino una epopeya de la fuga del trabajo asalariado. Una expropiación completa de los apropiadores privados y estatales. Una autonomía antagónica al estado y al capital que no se queda a mitad de camino.

Una rebelión que le opone, al estado que coquetea con futuros escuadrones de la muerte para combatir la pobreza rural, una ocupación generalizada de tierras por parte de los minifundistas quebrados, los pueblos originarios, los campesionos autónomos y los obreros rurales sobreexprimidos y desempleados.

Con los data entry recuperando el comando del procesamiento de las operaciones financieras, el correo y las facturaciones de las grandes empresas.

Con los operadores de los servidores de internet boicoteando la inmundicia informativa del poder y poniendo a disposición de la multitud las instalaciones y sus servicios.

Los hall center paralizando las comunicaciones patronales.

Los empleados y técnicos apropiándose de los grandes medios de comunicación, hartos de ser transmisores de la telebasura y la política espectáculo.

Los docentes precarizados, los nuevos pobres de la educación, okupando las aulas.

Los enfermeros, psicólogos, médicos y auxiliares cada vez peor pagos, sobreexplotados y aún peor, meritorios sin salario; en vez de realizar el rodeo previo del trabajo dignamente esclavo por un sueldo, pasaran, sin necesidad de etapismo alguno, a la recuperación de los hospitales y las clínicas.

Un ¡Se terminó! por parte de los empleados contratados que increíblemente existen en los propios sindicatos que hipócritamente fingen defenderlos. Al igual que los 17.000 empleados públicos en negro del cínico estado que ahora dice: "Que esta vez va en serio su lucha contra el trabajo no registrado"; por lo tanto, un ¡No va mas! del precariado, ocupando las oficinas gremiales y los despachos oficiales.

Esta complementariedad entre la actual resistencia, una insurrección y las okupaciones generalizadas; daría lugar, después del primer intento de 2001, a la segunda ola destituyente.

Una reapropiación de supermercados y refinerías, autopistas y astilleros, bancos y fábricas, servicios públicos privatizados y campos, centros procesadores de datos y servidores de internet, radios y televisoras, universidades y escuelas, hospitales y clínicas, dependencias sindicales y estatales; que clausure la formación y circulación de plusvalía, generando, las instituciones del poder constituyente del anticapitalismo. El valor de uso liberado paralizando la formación de ganancia. El goce del trabajo no monetario deshaciendo el lazo social capitalista e impidiendo la recomposición del ciclo de negocios. El fin del mercado. La ocupación simultánea de calles y autovías, plazas y empresas, sindicatos y dependencias públicas, desquiciando la maquinaria estatal.

La unidad entre los cortes de rutas, y su interrupción de la circulación de la mercancía; con la reapropiación de las unidades donde se desarrolla y reproduce la expoliación. El uso, consumo y ahorro de todo lo que produce el trabajador, emancipado de la compraventa. La materialidad constituyente de una república asamblearia, comunal y con autogestión generalizada. Las condiciones objetivas y subjetivas para la abolición de la pobreza y para el nacimiento del reinado de la prosperidad de la multitud. El fin del estado y de los capitalistas.

¿Qué persona, sindicato o partido puede ordenar hacer todo esto? Ninguno. Solo un movimiento de movimientos del sujeto social antisistémico modifica la historia. Y por suerte, nadie mas que la multitud, puede decidir en que tipo de sociedad quiere vivir. Ya tiene bastante con todas las condiciones que le impone el estado y el capital para tener que tolerar, a otras organizaciones que no sean las propias, que la quieran mandar. Si esta fuera una de las formas de terminar con el capitalismo ¿Quién lo determina? Solo la multitud. Ella, y solo ella, elige los tiempos, espacios y formas de lucha. Sea cuales fuesen los que ella seleccione.

El anticapitalismo es el éxodo obligado, o voluntario, de los excluidos y autoexilados del salario. Al mismo tiempo que la expulsión de los patrones de cada unidad de trabajo y de cada relación social, donde se desarrolla, por intermedio del mercado, la succión del néctar de la vida de cada productor social de valor.

Hay síntomas de malestar en el pobre asalariado post 2001. Estos compañeros son los nuevos miserables del trabajo por dinero. Madura el hartazgo ante tanta indigencia social y ante su propia pobreza. Existe dolor pero también hay bronca. Un sujeto individual y social -y por lo tanto político- que en el caso de aspirar a un cambio radical, solo provendrá, de su práctica reflexiva. Una fractura del imaginario instituido de que no hay otra forma de funcionamiento de la sociedad que no sea la capitalista. Esta es su tarea singular y colectiva. Nadie va a venir a hacer esta tarea por él. Nadie va a venir a liberarlo.

Se va por mas, se va por todo, cuando se quiere y se sabe a donde ir. No antes. La multitud ya probó el sabor de la insurrección destituyente. Supo de sus virtudes y sus límites. Cuando lo crea oportuno, esa misma multitud, fogueada por años de resistencia, sabe que para instituir un nuevo imaginario fundante, lo que se requiere, es una insurrección constituyente. Un nuevo acontecimiento masivo, superior en su carácter anticapitalista, al 19y20. Un gran hecho de los anónimos. Una proeza de los comunes. Una gesta colectiva, y por ello política, que destrone al patronazgo como forma de servidumbre social. Esa mezcla de cemento, esperanza y prisión, que mantiene unida a la sociedad bajo el capitalismo. Un lazo, una argamasa, una quimera; obligada y voluntaria, material e imaginaria, consensual y disciplinaria, o una mezcla de todas ellas, que sostiene y refuerza el imaginario mercantil.

Los imaginarios radicales del cambio social ya recorren miles de cabezas y prácticas en la Argentina. Y se cuentan por cientos de miles en todo el mundo. Una imaginación anticapitalista que tiene posibilidad de instituirse producto de la propia materialidad del trabajo, y no, porque lo reclamen mil apelaciones ideológicas autonomistas. Una forma de organizar la vida mas allá de la democracia delegativa.

El posfordismo es una forma productiva-reproductiva del valor que está cambiando el país y el mundo. Un cambio completo de paradigma que revoluciona al capitalismo tal como lo padecimos y conocimos hace pocas décadas.

Esta nueva forma del empleo basura, sumada a la histórica basura del empleo, socava las viejas subjetividades y crea otras nuevas. Sus correspondientes comportamientos sintomáticos antagónicos y una imaginación innovadora, son el comienzo de la cura, de una sociedad enferma.

La institución de lo nuevo siempre proviene de un magma masivo y subterráneo, invisible para la sociedad del espectáculo, pero que muestra su condición universal en los nuevos síndromes minoritarios. Como la punta de un témpano en alta mar, no exhibe, la mayor parte de su volumen sumergido; pero no por ello, deja de existir y estar en movimiento.

El desempleo de masas ya no es cíclico sino sistémico. Ya no estamos ante un ejército industrial de reserva. Sino ante las legiones perpetuas de precarios y parados. En los últimos 50 años la Argentina nunca ha tenido por mas de 10 años, en dos dígitos, el índice de desempleo. En una encuesta del INDEC, de marzo de 2004, indica que el 90 por ciento de los patrones no expoliará mas asalariados este año, y tres de cada cuatro, no aumentará las horas de trabajo aunque el volumen de la economía esté en aumento. Posfordismo y devaluación del salario mediante, intermitencia laboral, indigencia asalariada, subconsumo y desempleo se consolidan. Por mas que la economía, el primer mes del año, crezca un 10 por ciento en comparación a enero pasado.

Mientras los trabajadores pagan el precio del nuevo ciclo de acumulación del capital, la actividad económica, recién está como en julio de 2001 (¡Increíble pero cierto!). Además la clave no está en el consumo sino en la inversión que aumenta a un ritmo de 35% anual. Las inversiones, en la ciudad y el campo, se orientan hacia la compra de bienes de capital; es decir, mas capital fijo. En enero de 2004, la importación de bienes de capital, creció un 400 por ciento. Mejor tecnología significa menos empleo tarifado y mas desempleo. O lo que es lo mismo, menos salarios como capital circulante.

Para competir entre ellos, los empresarios, buscan producir mas y mejor. Para esto, precisan asalariar menos productores del trabajo vivo, para tener mayor excedente de capital y destinarlo a la adquisición tecnológica del trabajo muerto. La plusvalía relativa de 2004, se yuxtapone, sometiendo a la plusvalía absoluta de 2002 y de 2003. Los números confirman la segunda ola posfordista. Una subordinación completa del hombre a la máquina.

Crecimiento y empleo no van de la mano. Ese es el gran dato posfordista. El clivaje del capital es histórico como histórica será su resolución. Que sea a favor del trabajo y no de los patrones, dependerá del movimiento autónomo de una multitud insumisa.

Los millones de excluidos del salario no volverán mas a las fábricas aunque lo pidan de rodillas. Los millones de parados no serán mas representables por los sindicatos, porque nunca mas estarán todos ocupados. De los empleados, mas del 50 % está en negro. De los trabajadores privados registrados, solo una cuarta parte (¡sí, aunque parezca imposible, apenas un 25 %!) está inscripto en la seguridad social.

Cuanto mas se concentra el sindicato en defender el empleo fordista que queda, mas aristocrático y despótico se vuelve. Cuanto mas procura no perder las cuotas sindicales de los trabajadores registrados, mas se desentiende de los empleados en negro y los desocupados que no cotizan. Cuanto mas alega que protege a los ocupados, mas sacrificios para los asalariados en blanco concerta con los empresarios, bajo el chantaje, de que acepten el tránsito de la mayoría de su clase al posfordismo, o de lo contrario, pierdan el empleo. La tendencia del capital es hacia el trabajo por temporada y los propios sindicatos consienten la intermitencia. Para los sindicalistas cualquier trabajo, mientras no sea el de ellos, es preferible a ninguno.

Muerto el pleno empleo y muerto el trabajo formal como forma dominante, la plegaria de los gremialistas hacia los patrones y el estado sería mas o menos la siguiente: "¡No maten a todos los empleados registrados!, ¿Sino a quién representamos? ¿Para qué nos necesitarían los asalariados? ¿Y nosotros de quién vivimos? Si no tenemos afiliados ya no podremos ser la correa de transmisión del capital en los trabajos. Nuestra función se tornaría superflua. Amigos empresarios, sigamos como hasta ahora que bien funcionales le hemos sido. Sin nuestra colaboración, traicionando los intereses de la clase trabajadora, ustedes no hubieran puesto por debajo de la línea de la pobreza a la mitad de los argentinos. Continuemos sorbiendo el vigor de los empleados, que tan gordos nos mantiene y tan próspera hace a la sacrosanta clase patronal. ¡Larga vida al capital, larga vida al trabajo asalariado registrado! ¡No tenemos porqué pelearnos! No sea que los productores descubran que no hay ninguna dignidad en el hacer bajo patrón y se planteen trabajar dignamente administrando su creación mas allá del capital, los sindicatos y el estado. ¡Cuidado con la multitud que se organiza por fuera de los gremios! Esa es nuestra muerte, pero antes o después, también la de ustedes".

Pero por mas que los sindicalistas hagan todas las componendas y plegarias que quieran en los altares del mercado para conservar el trabajo registrado; aun así, el pasaje del fordismo a la posfordismo, del trabajo formal al informal, del desempleo como regla y del empleo como excepción, del trabajo vivo al muerto; resulta la tendencia hegemónica del desarrollo del capital. Haciendo que el trabajo de las generaciones anteriores se inscriba en la nueva tecnología. Es decir, repitiendo una y otra vez, la expulsión de asalariados y su precarización, al mismo tiempo, que la acumulación de mas capital en la tecnología científico técnica proveniente del trabajo pretérito.

La composición política de la resistencia del trabajo se corresponde a la composición técnica del capital. El tiempo histórico del pleno empleo terminó. Además de impropia del cambio social, resulta estéril, comenzar una lucha por trabajo genuino asalariado para todos. Se acabó el tiempo de los ejércitos obreros de producción indiferenciada. Salario para todos, no solo, es una propuesta que de aplicarse recompone el poder del capital, sino que, en la actual fase histórica, está condenada de antemano a la derrota. Saquemos enseñanzas organizativas de esta era de cambios. La tarea de combatir el desempleo de la fuerza de trabajo desocupada por el capital, solamente, tiene una forma de resolución favorable para los productores: hacerse de los campos, de la tecnología y de las empresas. Abolir el salario y por lo tanto el capital. Desmoronar el estado y avanzar en la autogestión socialmente organizada.

10.- Revolución del capital y poder constituyente.

"Las crisis actuales son peores que las del pasado, y, por ende, la solución radical que el poder da para ellas, la guerra, es peor que las de antaño"(...) "Y en cada "Caracol" se distingue perfectamente una nueva construcción, la llamada "Casa de la Junta de Buen Gobierno". Según se alcanza a ver, una "Junta de Buen Gobierno" en cada zona y representa un esfuerzo organizativo de las comunidades, no sólo para enfrentar los problemas de la autonomía, también para construir un puente más directo entre ellas y el mundo"(...) "Para vigilar el cumplimiento de las leyes que, de común acuerdo con las comunidades, funcionen en los Municipios Rebeldes Zapatistas".

Subcomandante Insurgente Marcos.

El mercado se revoluciona o perece. En la era de la subordinación completa de la sociedad al capital no hay retoque posible de las consignas transicionales, vigentes para épocas fordistas, que sirvan para la era posfordista. Ni luchas, ni ruegos de inclusión al yugo laboral que devuelva a todos los empleados a las empresas.

¿Porqué la división de las horas de trabajo entre todos los productores, que antaño pudo ser una estrategia correcta, hoy se torna ineficaz para combatir al capital? Porque al capitalismo posfordista le alcanza para perpetuarse, mas o menos torpemente, con el consumo de un tercio de la sociedad.

La táctica del reclamo obrero del cuarto turno en la fábrica, servía en el industrialismo, para impulsar la crisis de sobreproducción y el colapso capitalista. En cambio, hoy la crisis es una regla periódica provocada por el mismo capital hipervalorizado. Los patrones se pueden dar el lujo de tener una composición de la fuerza de trabajo integrada por desempleados, subempleados y precarios, en el orden del 70 por ciento. Y aún así, la autovaloración del capital se sigue produciendo. De eso nos hablan los piquetes, la gestión obrera y las asambleas, como formas de lucha dominante del trabajo en los últimos años. Una antagonía privilegiada, por sobre la preeminencia de la huelga general de tiempos fordistas.

Actualmente el capitalismo actúa desestructurando la vieja sociedad del pleno empleo, y producto de esta forma disociada, entre crecimiento y ocupación, sobrevive. Estamos en un capitalismo de castas que segmenta y fragmenta a la multitud. Un descalabro social y funcional, como funcional y social resulta su desarticulación en beneficio del capital.

La patronal no puede, aunque quisiera, renunciar a la tecnología. El capitalismo cuanto mas se descompone mas se revoluciona para sobrevivir. Para desprenderse del trabajo como obligada necesidad, la clase hacedora, no puede renunciar a reapropiarse del conocimiento acumulado. Deberá hacer de la técnica que creó un uso liberador, reinventando, de ser necesario, nuevas formas tecnológicas no atadas a la lógica mercantil. De lo contrario no hay emancipación del salario. Una existencia poslaboral que despliegue la vida mas allá de la producción de mercancías y el estado. Sino habrá, en todo caso, un uso de la ciencia que recree en manos del estado la administración socialista del capital, el trabajo asalariado y el fallido viejo socialismo. O su contracara, un primitivismo tecnológico que reinventa la rueda y el telar. Esta alternativa no constituye una sociedad postcapitalista. Una, conforma una gestión social del capitalismo, la otra, un desarrollo comunitario precapitalista. Ambas eras históricas superadas. De practicarlas la multitud significarán autocondenas sociales, que buscan reincidir, innecesariamente, por caminos ya transitados.

Los empresarios matan y mueren compitiendo. Necesitan producir mas, mejor y con menores costos. El capital circulante empleado en el salario necesita ser reinvertido en robótica, comunicación y finanzas. Acortando el tiempo socialmente necesario de la producción, condenando al sub-consumo al productor, circulando universalmente la plusvalía, sobrevaluando con las burbujas financieras el valor del trabajo y endeudando a los estados.

Dinero-trabajo-capital es el sustrato de renta de la tierra, ganancia industrial e interés financiero. Distintas formas de un mismo y único ciclo, el mercantil. Sin extinguir el dinero, no se termina con el trabajo pago y por lo tanto con el capital. En cambio aboliendo el capital no se muere la producción, sino que, por el contrario, se concluye con el trabajo mensurado en moneda y se recupera todo el uso sin valor de lo hecho.

El desarrollo de las fuerzas productivas ya permite un hacer automatizado. La mayor parte de la producción posfordista, tanto industrial como agraria, es una conjunción de trabajo maquínico y científico donde el trabajo vivo se vuelve mas intenso y complejo; pero a su vez, escaso y desvalorizado. De proponerse los productores desterrar el salario y tomar directamente el dominio, reparto y consumo de su creación; el empleo dejaría de ser ese castigo humano que necesita sobrellevar, todo aquel, que por necesidad, vende su vida a cambio de dinero.

Mas allá del capitalismo, la potencia desatada de la creatividad del hombre depositaría en el pasado, como un oprobioso y violento recuerdo, el empleo tasado en moneda. Esa cruz mundana que la sociedad capitalista hace cargar a cada hacedor de la riqueza universal, y de cuya producción gozan plenamente, unas pocas sanguijuelas sociales: los patronos y todos los miembros de los dispositivos de control, adormecimiento y castigo de la insubordinación de la multitud. Una matrix estatal y privada con la que cuentan los capitalistas, en el mundo entero, para efectuar su trabajo mediador, domesticante, ideológico y represivo; obturando, conduciendo y condicionando, la plena autonomía de la especie.

Muerto el estado, abolida las relaciones sociales dominantes del hacer, y desterrado ese mediador de cambio, ese fetichizador de lo hecho, ese desigualador de la potencia: el dinero; la libertad sería conquistada.

Sacando las tareas rutinarias que todavía no son reemplazables por una máquina, y que el hombre asignaría rotativamente en decisión asamblearia y comunal; el trabajo por fin sería, una práctica libre y no forzada. La vocación y los deseos en expansión una victoria personal y social, de una humanidad, que ya no se regirá por opresores y oprimidos, administradores y administrados, patrones y empleados, ricos y pobres.

Una sociedad mas allá del capital no precisa del dinero. En todo caso, lo que requiere, es proveerse de ciertas cosas y servicios.

De abolir el estado y el mercado, las creaciones humanas, corpóreas e incorpóreas, recuperan todo la potencia de la producción. Serán bienes y servicios de consumo sin valor económico. Serán puro valor de uso.

Inversamente, hoy, llega el patrón y compra el hacer, paga un salario solo por una parte de lo hecho y transforma el trabajo en mercancía. Circula en el mercado, y factura, las ventas del hacer como bienes materiales e inmateriales. Saca la ganancia de la producción, convertida en mercaderías tangibles e intangibles que contiene el trabajo asalariado y la termina acumulando como capital. Este es un tránsito del valor de uso al valor de cambio. De la creatividad como potencia a la creatividad como poder. Del trabajo como deseo al trabajo como obligación. Del hacer autónomo al hacer asalariado. Del dinero como capital que compra al hombre para que produzca asalariadamente, y así incrementar, el capital puesto en juego.

El capitalismo resulta un proceso social, local y universal. Una reproducción ampliada de la mercancía. Una sociedad capitalista mundial o globalización. La negación mas absoluta de una comunidad terrestre de hombres emancipados. La manifestación mas evidente de la necesidad del pasaje radical, del imperio del lucro, a la democracia de la gratuidad.

El anticapitalismo es un combate social, local y universal que necesita expandirse para defender cada tortuoso logro conquistado. Sin embargo, una sociedad organizada mas allá del capitalismo en una país como la Argentina, está en condiciones de tener hoy, aquí y ahora, todo o casi todo para desarrollarse.

Los agoreros nos asustarán con el remanido: "No se puede romper con el mundo". ¿Pero quiénes no pueden aislarse? Evidentemente aquellos que precisan mantener con vida la circulación del trabajo, y por lo tanto del capital, en toda la tierra. Para la mayoría, para uno de cada dos argentinos que vive en la pobreza, para nueve millones de indigentes y para los diez millones que viven con dos pesos diarios; solo rompiendo con el mundo, ese mundo de los otros, ese universo heterónomo, únicamente de esta manera, pueden lograr su felicidad.

El relato pueril, que insulta la inteligencia, de que si los ricos se hacen mas ricos los pobres se hacen menos pobres, ya lo vivimos por una década con Menem. No obstante, después de sus dos mandatos, el inconcluso de la Alianza y el actual período del peronismo devaluador Duhaldista-Kirchnerista; los ricos son cada vez mas ricos. Y como lógica contracara, a costa del trabajo por un salario que provoca el desempleo y el aumento de la precariedad, los pobres son cada vez mas pobres. En 1991 la Argentina tenía 5 por ciento de desocupados. En 1999 17 por ciento. En el 2004, sin contar los planes de empleo, existen 20 por ciento de excluidos del salario formal.

Mayor crecimiento de la economía no conlleva una mejor distribución de la riqueza. En el posfordismo, no hay hambre mas urgente, ni democracia participativa y redistribución del ingreso de la CTA; que solucione los problemas de un sistema que transforma, en su norma fundante, la violencia social generalizada de robar la energía humana para autovalorizar capital hipertecnológico y expulsar asalariados del trabajo vivo.

¿No es suficiente aprender del desastre de Lula para no confiar en los cantos de sirenas reformistas como los de la CTA?

En Brasil la economía está en recesión. Aumentó el desempleo, que en San Pablo, es del 20 por ciento. Un 3.5 % mas que cuando asumió Ignacio "Lula" da Silva. Recordemos que San Pablo es el estado industrial y agrícola mas importante de Brasil y que representa el 33 por ciento de su PBI. Como se ve, su famosa burguesía "nacional" paulista y su promocionado modelo de desarrollo económico con mas empleo, es tan falaz, como el modelo devaluador y antes convertible de la burguesía "nacional" Argentina. La fundación Seade es la que mide el índice de desempleo. En marzo el titular de la institución aclaró que la demanda interna está deprimida (el característico subconsumo del posfordismo) y aunque la economía creciera un 3.5 % en 2004, la ocupación no solo que no va a aumentar, sino, que van a continuar los despidos (típica dominancia de la plusvalía relativa, el trabajo maquínico del toyotismo y la subsunción real del trabajo al capital).

La desocupación brasileña resulta el doble del promedio de la década de los '90. Lula pregonó "el espectáculo del crecimiento". Ni para eso sirvió. Si tomamos el aumento poblacional, terminó el 2003, como dicen los economistas con su eufemismo, con un crecimiento negativo de la economía de menos 0.2 por ciento. El mas bajo en 11 años.

Nada de hambre cero como había prometido. ¿Pero que nos querían vender la CTA y los peronistas, los progresistas y el diario Página 12 que lo bautizaron "El compañero presidente"? ¿Qué el capitalismo brasileño iba a alimentar a todos? Si así lo hiciera, no sería capitalismo.

De la reforma agraria prometida al Movimiento de los Sin Tierra (MST), solo quedaron las palabras. Al contrario, incumpliendo un juramente de campaña, le dio vía libre a los cultivos transgenéticos. El método productivo posfordista por excelencia de los grupos económicos agroindustriales. Una forma de crecimiento que arrasa el trabajo de labranza tradicional y el empleo campesino.

De aquel obrero metalúrgico que nació a la lucha política combatiendo a la dictadura, pasamos a este presidente, devenido un embustero.

Como se ve, el pasado no es fianza del presente, aunque tampoco el hoy, es garantía de futuro. No hay resguardo pretérito ni hipoteca en el porvenir, que sirva, para medir los comportamientos actuales. Los movimientos, como los hombres y mujeres dignos, deben dar testimonio siempre. Y siempre es ahora. Ni ayer, ni mañana.

El Partido de los Trabajadores (PT) llevó a cabo una reforma previsional y tributaria, que no le debe nada, al ex ministro de economía argentino Domingo Cavallo, o a su antecesor brasileño, el presidente Henrique Cardoso. Lula y el PT son mas de la misma manada. Defraudadores profesionales de las promesas pre-electorales ¡Con razón el stablichment lo apoya! Los políticos sistémicos del PT ya son parte de una Nueva Clase. La clase política. No necesitan tener la propiedad de los medios de producción, con administrarlos les resulta suficiente. Gobiernan para los patrones, y con ellos, se vuelven ricos. Como Pingüino en la Argentina, el progresismo de Lula, no es mas que el neoliberalismo por otros medios. Solo una variante capitalista.

Brasil tiene un PBI de 530.000 millones de dólares y una deuda neta de 310.000 millones en la misma moneda. La deuda representa el 58 por ciento del PBI y el año pasado pagó 50.000 millones en intereses. Brasil devaluó su moneda varios años antes que la Argentina y Cardoso fue el Duhalde argentino. Un intento desesperado de reducir el valor de la fuerza de trabajo, aumentar el excedente fiscal y no entrar en cesación de pagos. No obstante, ahora Lula, está mas cerca de terminar como De la Rúa, a ser el Kirchner brasileño. ¿Porqué? Brasil no entró en default, esa es la gran diferencia con K. Que con la mega baratura del salario, de su socio Duhalde, iniciaron la segunda ola de crecimiento del posfordismo. Es decir, de las dos economías mas grandes del Mercosur, Brasil, está una etapa mas atrás.

La deuda brasileña crece a un ritmo acelerado en proporción al PBI. Pasó de significar el 42 por ciento en 1998, a ser el 58 por ciento en el 2003. El año pasado, "el compañero presidente", tuvo un superávit fiscal primario del 4.3 % (antes del pago de la deuda) y sin embargo, solo para poder abonar los intereses, necesitaba desembolsar el 9.5 % del superávit. ¿Cómo lo hizo? Con "magia" financiera y pateando el problema para mas adelante. Refinanció el saldo tomando mas deuda. Paga las tasas mas altas del mercado mundial, 17 %, para fondearse y seguir "honrando" la vergüenza de la deuda. Hace "La gran Menem", como el gobierno argentino durante todo los '90, acumula mas deuda como una bola de nieve en picada. Paga solo una parte de los intereses, se sobreendeuda y continúa depositando en la precariedad, la desocupación y la superexpoliación de la multitud trabajadora las cargas financieras del posfordismo. Con este rumbo, como le pasó a la Argentina, Brasil, va camino a la cesación de pagos.

¿Sabrá aprovechar la multitud brasileña esta oportunidad? O como la Argentina, pagará el nuevo ciclo de acumulación que vendrá después del crac. Mientras ruge como un león herbívoro, el inquilino de Itamaraty, va camino al ALCA. Expulsa de su fuerza a los opositores, se distancia de los movimientos sociales, y transforma al PT en un partido del funcionariado condescendiente y próspero. Su popularidad cayó, en solo un año, del 75 al 35 por ciento. No se puede jugar con la multitud, ella vigila y castiga. "K" se dirige al mismo desbarranco en su consenso. No es que no le importe, sino que sabe, que resuelta la normal consecuencia de ser un sirviente del poder. Pues bien, entonces solo basta esperar y ver, para comprobar, como se derrumba la popularidad de Lupín.

Como en los orígenes de este sistema criminal, la apropiación del excedente del hacer de los trabajadores, la plusvalía, continúa, como el mayor delito social naturalizado. Una expropiación cotidiana y de cuyo botín gozan los patrones y el estado. Una forma de relación social, que con menor o mayor fuerza, peor y mejor fortuna; en los últimos 200 años, la clase obrera, el pueblo y ahora la multitud, consuetudinariamente combate.

No hay forma de realizar cambios cosméticos. Un retoque por aquí y otro por allá. El progresismo miente. Y sabe que miente. Sabe que la máquina estatal es un dispositivo consustancial de la acumulación de riqueza. Todo estado es el distribuidor del plusvalor social. Todo estado, aún el obrero, lo mas que puede hacer es socializar la pobreza, transformando en su máximo logro la abolición de los oligopolios, para ubicar en su lugar, un solo monopolio: un capitalismo de estado al que se conoce como socialismo. Un sistema del "trabajo digno" y asalariado para todos. Una economía monetaria planificada por un centro rector. Un estado que transforma a los viejos revolucionarios en noveles burócratas. Una nueva clase, la cofradía de los jerarcas que comandan los medios productivos, el comercio, la banca y las tierras estatizadas. No importa si no poseen su dominio, con su gestión, les basta. Este es un proyecto histórico que ya fracasó. Y que de reincidir en él, nos llevará a una nueva experiencia malograda.

Los dirigentes de los partidos obreros que pelean por sindicatos clasistas, un estado proletario y la revolución socialista, se organizan de esta manera, porque se prefiguran, como los futuros dirigentes estatales. Ellos no serán bancarios y data entry, repositores de supermercado y maestros, enfermeros y albañiles, telemarketing y operarios. Sino gerentes estatales, oficiales del ejército, intelectuales orgánicos de la revolución, embajadores y comisarios de la producción. Toda una casta que gozará, como siempre pasó con el socialismo, del sacrificio de los trabajadores. Este no es un cambio antisistémico, sino una revolución social que termina expropiada por un nuevo estado expoliador.

La razón mas importante de la burocratización de todas las revoluciones, no fue producto, que ganó la pulseada por el poder estatal, este o aquel líder, esta o aquella fracción del partido. Sino, que fue consecuencia, de una materialidad que impidió consolidar el cambio subjetivo antisistémico iniciado por las masas. Sus relaciones sociales reproducían la vieja división entre los que hacen y los que distribuyen lo hecho. Una dicotomía entre producción y consumo, entre trabajo y riqueza, entre los que mandan y obedecen. Entre quiénes gobiernan y son gobernados.

Hace falta organizarse socialmente. No con los viejos sindicatos, aunque ahora se denominen autónomos. Tampoco con un partido barnizado con pinceladas de autoorganización. No con un gobierno de los trabajadores, mediado por los partidos, que alberga la simiente de una futura nomenclatura. Sino que resulta necesario un poder constituyente. Una organización autónoma de la multitud. Un proyecto anticapitalista que trascienda el socialismo, esa forma de gestión social del capital, que ya se intentó y naufragó.

Un gobierno de los hacedores no es un estado proletario. Sino una forma institucional, que no tiene porque conformar, una representación estatal y el clásico poder constituido. Sino un poder asambleario, comunal y autogestivo en revolución permanente. La vida social como una administración de lo común y comúnmente administrada. La facultad de concretar la reproducción económica del varón y la mujer, jóvenes y adultos, y la protección de niños y ancianos a cargo de toda la sociedad; simultáneamente, con la disposición de lo producido. Esto es un hacer social, cooperante y común, y por lo tanto político; de las facultades mas autónomas que tiene el sujeto: sus potencias inventivas y deseos, sus afectos y representaciones simbólicas, sus acciones constituyentes modificatorias de la naturaleza y de la sociedad. Un proyecto tanto personal como social. Ni el individualismo y el éxodo psicótico, que niega al capital sin superarlo y por lo tanto sigue gobernando su vida; ni una estado masificante que indiferencia y desprecia los objetivos personales en aras de una igualdad uniformada.

Evidentemente el socialismo en un solo país no puede funcionar. La circulación del plusvalor social necesita proyectarse globalmente, sino, como toda economía dineraria se estanca, retrocede e implosiona. Pero tampoco se desarrolló el anticapitalismo expandiendo el socialismo en varios países. Es mas, se hundió luego de haber existido, con todas sus variantes y especificidades, en una cuarta parte del planeta. La URSS, China y Media Vietnam, Corea del Norte y Europa del este, la Yamahiria Libia y Cuba. Esto siempre y cuando entendamos por malogrado, una cosmovisión que no permite la liberación humana de la economía salarial, monetaria, necesariamente estatal y por lo tanto representativa.

En la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas el socialismo nació de la mano del taylorismo y el partido, y posteriormente progresó, como fordismo y nomenclatura. Este modelo de desarrollo cae arrasado ante la imposibilidad de subsumir el intelecto general, una fuerza social productiva insubordinable de los trabajadores que maduró por 70 años, a la forma capitalismo de estado o socialismo.

Un cerebro social, que precisaba para valorizar el capital, una radicalización del taylorismo/fordismo, un pasaje completo al posfordismo. Imposible de ser implementado bajo la herencia opresiva de una clase política dictatorial que ahogaba la creatividad autónoma de las masas bajo la forma del estado planificador.

En la decrépita URSS se opusieron: una forma estatal desfasada y una sociedad del trabajo en mutación. Una tiranía burocrática, fordista y keynesiana, que, para reconvertirse en su retirada, abriría las puertas al capitalismo de los monopolios privados y a la economía mercantil en toda su variedad. El maquillaje de la Glasnot con su transparencia informativa y la Perestroika, actuaron como puente, entre el socialismo y la restauración lisa y llana del capitalismo. La vieja comandancia del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) se terminó reciclando como la clase capital-parlamentaria.

La URSS, el experimento social mas extenso impulsado por las masas, y en sus inicios conducido por un gobierno del partido de los trabajadores revolucionarios; un país continente del trabajo "digno" y "genuino" para todos, concluyó desastrosamente. Ya desde sus inicios ahogó la autoorganización de su pueblo. Una revolución que reprimió la autodeterminación de las masas insurrectas y clausuró el sovietismo como forma comunal de autogobierno. Reforzando la maquinaria estatal heredada, de tal forma, como nunca antes fuera practicado. Imponiendo la compraventa y el mercado socialista como un totalizador engarce social; y el pleno empleo retribuido por un salario, como el valorizador por excelencia del capital estatizado.

A diferencia del socialismo, lo que nunca se practicó en un país, es la experiencia de una sociedad que pasara del capitalismo al anticapitalismo sin etapas transicionales. Con organismos asamblearios que no hicieran de la autogestión piezas decorativas, sino la forma política generalizada de producción y consumo.

En cambio, todos los laboratorios sociales que intentaron el camino: sindicatos clasistas, partidos de la revolución, estado obrero y socialismo; nunca extinguieron lo que se propusieron abolir con su revolución: El estado, el trabajo asalariado, la compraventa y el dinero.

En la Argentina se produjo en cuatro décadas, de 1962 a 2002, la reducción de un 60 a un 20 por ciento, de lo que se conocía en el fordismo como clase media. La industria pasó de ocupar en 1991 el 25 por ciento de los trabajadores, a solo, el 17 por ciento en 1999. Los nuevos pobres no son únicamente los obreros fabriles desocupados, sino que además abarca, a los integrantes de aquella categoría llamada genéricamente capas medias. Transformados ahora en desempleados, autoexplotados y en los nuevos asalariados del precariado.

En las últimas tres décadas, cada crisis que permitió abolir el salario y el capital fue mas profunda que la crisis anterior.

En 1975, con el cuestionamiento radical del pacto keynesiano y los límites insoportables del fordismo para sostener la tasa de ganancia, tuvo como respuesta empresaria, el último golpe militar fordista. Que clausuró preventivamente toda posibilidad de revolución y abrió las puertas al posfordismo.

En 1982 con la crisis de la deuda externa, la desvalorización de la moneda como forma representativa de la baratura del salario, la derrota en Malvinas y la heroica resistencia por los derechos humanos; dio lugar por parte del poder a la salida electoral. Canalizando, así, la antagonía del trabajo por la vía parlamentaria.

En 1989 con los saqueos, la inflación galopante y los paros generales; el sistema dominante, apela al adelantamiento del traspaso del gobierno de los radicales a los peronistas. Del "Con la democracia se come, se educa y se cura" de Alfonsín; a "La revolución productiva y el salariazo" de Menem.

En el 2001, con piquetes, masiva desocupación, corralito bancario, cuatro años de recesión y la desobediencia social al estado de sitio; el capital practica, de la mano del partido de la devaluación radical-peronista, por primera vez, una forma novedosa de golpe de estado posfordista.

En un lapso de 12 años, dos debacles económicas permitieron el pasaje del capitalismo al anticapitalismo. La catástrofe hiperinflacionaria del 89/90 de Alfonsín-Menem, y en mayor medida, la salida de la convertibilidad de 2001.

Desde 1983, cada colapso fue muy superior al anterior. Después de dos mandatos menemistas y el interregno Aliancista; se consolida con la devaluación, la indigencia y la pobreza, lo que se ha dado en llamar, una africanización social.

La crisis de 1982 fue peor que la de 1975. La debacle de 1989 fue mas honda que la de 1982. La de 2001 mucho mas profunda que la de 1989. Después de la pesificación de 2002, las condiciones de vida de las mayorías hacedoras son cada vez mas miserables. En Argentina solo ganan mas de u$s 800 el seis por ciento de los asalariados. La línea de pobreza está en u$s 240 y los sueldos de los precarios están un 40 por ciento por debajo de los registrados, por lo tanto, son los pobres del salario informal. Los sectores que mas ganaron después de la devaluación, el agro y la construcción, son las que peores sueldos pagan. Esta es la lógica consecuencia de un nuevo ciclo de acumulación, aquellas actividades trabajo intensivas es donde gobierna la subsunción formal y la plusvalía absoluta neo-fordista que recompone el capital. En las empresas constructoras el 70 % de los obreros son pobres. En el agro el 75 por ciento del personal está en negro.

A medida que se aleja de la Capital Federal la pobreza aumenta. En la Ciudad de Buenos Aires son pobres el 50 por ciento, en la Provincia de Buenos Aires el 60 %, en Córdoba el 70 % y en Santiago del Estero el 80 por ciento. En un año se multiplicó por quinientos (¡Sí por 500!) el trabajo en negro. Imaginemos, por lo tanto, cuan profundo será el cuestionamiento al capitalismo, si así lo determina la multitud, cuando enfrente la crisis venidera.

La multitud se prepara, para que en la próxima ocasión que se presente una nueva reconversión obligada del sistema capitalista, haciendo de la necesidad de revolucionarse de los patrones o de lo contrario perecer; una nueva oportunidad para conquistar su independencia económica del capital y la autonomía política del estado.

En los últimos 30 años, hemos aprendido, que hay momentos de inflexión en la sociedad. Acontecimientos que después se conocen como momentos históricos. El cierre de un ciclo y la apertura de otro, que solo se da, de vez en cuando. Que paradójicamente siempre retorna, pero de manera novedosa. Estas situaciones están inscriptas en una genealogía de luchas previas. Un cúmulo de victorias, resistencias y derrotas que parecen poco significativas; pero que, ante una intersección de tiempo y espacio crítico, irrumpen cambiando la escena social y política.

Ningún sistema cae producto, exclusivamente, de sus contradicciones objetivas. Ante la próxima crisis general, en este territorio complejo que le tocó habitar a la multitud que se llama Argentina; si desea torcer el tiempo histórico a su favor, precisa fundar, desde las propias entrañas del derrumbe, el nuevo tiempo del trabajo antimercantil y el nuevo espacio instituyente que lo expanda. De lo contrario padecerá, una vez mas, la recomposición capitalista.

Con la vuelta al sufragio, con progresistas, conservadores y transversales, la deuda externa no deja de crecer. La ocupación formal no sube, ni subirá, de igual forma y al mismo ritmo del aumento del PBI. En las empresas toyotistas, la tecnología, no parará de expulsar asalariados registrados. En el posfordismo crecimiento y empleo están divorciados.

En el campo, el capital agroindustrial está consolidando su pasaje al posfordismo.

Hay programas inteligentes que simulan el crecimiento de cultivos sobre la base del tipo de riego y agroquímicos que se usen. Hay programas de gestión informática para la aplicación de insecticidas y fertilizantes; es un software que funciona montado en una notebook instalada en la cabina del tractor fumigador. En los campos alejados de los centros urbanos, la internet de banda ancha, llega por vía satelital o radioenlace. Los navegadores satelitales abundan en utilitarios, avionetas fumigadoras y tractores. La internet, con su correspondiente soporte digital, sirve para realizar un seguimiento del crecimiento de las plantaciones, la aplicación de pesticidas y la distribución óptima del riego.

Se produce el reemplazo de la labranza tradicional por la siembra directa. La soja dependencia pone al ecosistema en jaque. Los cultivos transgenéticos y la industrialización de la miel son dominantes. La explotación de la madera y el azúcar, el trigo y el maíz, el girasol y la soja, demandan cada vez menos mano de obra. La cría de ganado en invernada y su posterior engorde en los corrales o feedlot, pone a los campos liberados del pastisaje de los vacunos, en agricultura permanente. La marcación del vacuno con hierro candente se está reemplazando con una identificación digital. Se coloca un microchip en la oreja del aninal con sus datos: fecha de nacimiento, dueño y plan de vacunación.

En la minería también gobierna el posfordismo. Del obrero minero de los '70 solo quedan sus últimos resabios. No es casual, entonces, que en la industria, el campo y la minería el salario cayera un 40 por ciento después de la devaluación. El capital necesitaba alimentarse de un nuevo trabajo barato y su plusvalía absoluta, neo-fordista; cuando la plusvalía relativa posfordista, anclada al 1 a 1, había tocado su límite. El problema para el capital es que esta nueva subsunción formal se da yuxtapuesta a la subsunción real hegemónica. Por lo tanto, ninguna prórroga de la jornada con salarios miserables puede alimentar satisfactoriamente, por largo tiempo, un capital de trabajo maquínico en necesaria expansión y constante innovación que expulsa asalariados.

Aunque condición necesaria, el tipo de cambio y la manipulación violenta por el estado de la moneda, no alcanza, para alentar las exportaciones en un mundo globalizado. La inversión (capital fijo) resulta más importante que el tipo de cambio. Y es que la productividad nacional, exclusivamente basada en salarios bajos o en la prolongación de la jornada laboral, no sirve en la época del posfordismo. Salvo para el consumo interno, minoritario en escala.

Un nuevo salto de productividad sólo podrá hacerse con inversiones extranjeras, ya no exclusivamente con salarios de hambre. El capital se encuentra con un cuello de botella del que solo podrá salir profundizando K las relaciones carnales, ya sea, con EE.UU. o con la Comunidad Europea (CE). A la luz de esta necesidad vital del capital es que debe leerse las negociaciones con el FMI, con el "G-7" y el espectro de los embargos. Kirchner deberá dar un viraje, que basado en la nueva subordinación formal del trabajo al capital, pos 1 a 1; de una vuelta mas de tuerca a la hegemonía del trabajo muerto de la subsunción real. Excediendo los cimientos de la plusvalía absoluta y retomando el ritmo decreciente del empleo formal, acorde a la plusvalía relativa del desarrollo del capital posfordista.

El cincuenta por ciento de los empleados privados y estatales trabajan bajo la figura de la locación de obra y servicios, las pasantías, los contratos a prueba y por tiempo fijo. La nueva ley laboral estableció el laboratorio de ensayo del período de prueba en tres meses. Un experimento social a ser costeado, como siempre, por los asalariados. La correctamente denostada ley de flexibilización laboral de la Alianza, establecía en seis meses, la sobrevida de un empleo. Ahora el peronismo lo redujo a la mitad. ¡De cuanto descaro son capaces la transversalidad justicialista y los viejos sindicatos!

¿La norma sancionada dará mas estabilidad a los trabajadores? La respuesta clara y terminante es: Decididamente NO. Se profundizará la tendencia de la discontinuidad del empleo. Los patrones posfordistas lo dirían mas o menos de la siguiente manera: "Para que mas, un trimestre y a la calle. Total tenemos una legión de cerebros y brazos dispuestos para recambiar, permanentemente, la dotación de asalariados según lo demande el ciclo de nuestros negocios. Gracias a nuestros amigos del PJ todos los puestos a crearse serán potencialmente inestables. Cuando suba la economía, un poco mas de trabajo basura, y cuando baje, los echamos a la calle. ¡Qué viva el peronismo, el partido del precariado, los trabajadores pobres y la cooptación de los desempleados!"

Posdevaluación y con el fin de la ley De la Rúa-Banelco-Chacho Alvarez, la figura del trabajador a tiempo parcial quedó jurídicamente consolidada por el Congreso repudiado por el ¡Qué Se Vayan Todos! Pero ahora no de la mano de Menem y De la Rúa, sino de la progresía radical y peronista. Fernando desde su country en Pilar, Carlos desde su mansión en Chile y Domingo desde su autoexilio dorado en Boston, sonríen. ¡Kirchner lo hizo!

En Argentina el sector privado del empleo registrado es apenas del 25 por ciento de los ocupados. ¿Hasta cuándo resistirán antes de pasar a la precariedad? Si depende del capital no será por mucho tiempo. En EE.UU., el "summun" de la intermitencia laboral, sólo está sindicalizado el 10 por ciento de los trabajadores. El imperio de la subordinación completa, de la sociedad al trabajo muerto tecnológico, siempre viene por mas; o de lo contrario, se desvaloriza y languidece.

El posfordismo llegó para quedarse. La historia nunca retrocede. Estamos ante un capitalismo de castas laborales. El patrón toyotista avanza y se toma el trabajo de crear empleo precario y de destruir trabajo formal. La tecnología, en manos del capital, esclaviza y descarta asalariados. En cambio, en manos de los productores, nos libera de los patrones, el salario y el estado.

Al universo laboral registrado y contratado por tiempo indefinido, tanto privado como estatal, que sostuvo el capitalismo, por necesidad y convicción, durante el bienio 2002-2003 en la mayor crisis de los últimos 50 años; se le contrapuso la resistencia de la figura del desocupado piquetero, el autoempleado, y el trabajador en negro y por temporada. En el caso de este último, las siguientes resultan sus características dominantes: es un empleado JOVEN, y por consiguiente, SIN HIPOTECAS IDEOLÓGICAS; está EN NEGRO, y por lo tanto, sin amparo de ninguna ley laboral; vive EN LA PRECARIEDAD, lo que es igual a decir, que sobrevive con un empleo descartable; ejecuta de manera POLIVALENTE varias funciones, tornando brutalmente extenuante su trabajo; y por último, se hace POBRE trabajando e INDIGENTE cuando termina su contrato.

Esta materialidad se conjuga con su comportamiento político: es DESCREÍDO de partidos y sindicatos; CÍNICO votando el mal menor; cada vez mas RENUENTE en participar de las elecciones a las que considera una farsa; y fundador, con su hacer, de nuevos organismos democráticos extra-parlamentarios. Identificándose con prácticas antipatronales y antiestatales. Haciéndose PIQUETERO y ASAMBLEISTA.

Esta forma de empleo precario, creada por el capital para sobrevivir, será a su vez, el desafío social mas serio que afrontarán los empresarios para consolidar su patrón posfordista. Un asalariado sin nostalgias keynesianas, sin seguridad social, inestable, descalificado o sobrecalificado y subconsumista. Producto de la nueva subjetividad de su hacer, y de su paga aleatoria y miserable, ontológicamente desleal al capital y al estado que lo condena a esta situación; desrepresentado sindical y partidariamente y astutamente despreciativo de la política capital-parlamentaria.

Un cambio social anticapitalista no aspira a socializar la pobreza, a hacerla "dignamente" capitalista o salarial. Sino que la multitud productora, aboliendo el empleo por dinero, podría disfrutar de las inmensas riquezas que hoy produce y que están encerradas en su trabajo. Clausurando, definitivamente, que se transforme en mercancía, plusvalor, ganancia y mas pobreza. Un trabajo social liberado, singular y comunitario. La facultad de su potencia del decir, del recordar y del hacer, necesita para consolidar su autonomía, de sus propias instituciones. La encarnación del cerebro colectivo diseminado en toda la sociedad. Una potencia expropiada que le pertenece, y por ello es autónoma, tiene que abolir el control heterónomo de los empresarios y pasar a su pleno dominio y exclusivo control.

Ni sindicatos ni partidos de la autonomía. Una organización social y autónoma de la multitud trabajadora. Que tiene en el asalariado precario una de sus figuras potencialmente mas radicales. Pero también en los piqueteros y asambleistas barriales; empresas recuperadas y emprendedores autogestivos; redes contrainformativas y colectivos contraculturales; campesinos y pueblos originarios autónomos; y de todo aquel que quiera liberarse, diferentes afluentes singulares de la marea multitudinaria.

Un territorio, que por supuesto se asienta, pero que va mucho mas allá, del propio espacio físico. Donde no gobierne el salario y el mercado, al mismo tiempo que gobierne una forma política anticapitalista y asamblearia. Un rizoma diseminado local, nacional y mundialmente. Con capacidad de articulación material y no solo simbólica. Un reticulado cosmopolita, con nodos autónomos diseminados por el planeta, antagonizando la lógica de la representación de la mercancía trabajo. Una zona autónoma internacional que supere la resistencia global al capital y pase a la ofensiva, construyendo, aquí y ahora, el anticapitalismo.

Prefiguraciones barriales y regionales no faltan. Dan cuenta de ellas las juntas vecinales, cabildos abiertos y comités de base del Alto boliviano; los aarchs o consejos de aldea y barrio, de estructura asamblearia, en la Cabila Argelina; en México las juntas de buen gobierno de Chiapas; las comunidades originarias antiestatales del Ecuador; los laboratorios sociales españoles en Madrid; los Sin Tierra en Brasil; el movimiento de los intermitentes en Francia; la autogestión obrera, las asambleas y los piqueteros en Argentina; los centros sociales y wagenplatz autoorganizados en Alemania; la alter-información canadiense; los desobedientes del mundo entero y las comunidades por el software libre.

Este último resulta el ejemplo mas rotundo de la circulación gratuita de la producción inmaterial. Su neto valor de uso y consumo, acompañado por la innovación permanente de los programas, producto de la apertura de su código fuente; al que puede echarle mano todo aquel que se lo proponga. Una cooperación del intelecto general esparcido por el planeta, utilizando la urdimbre informática, como la forma productiva y reproductora de su hacer. Un uso y consumo sin valor monetario de la creatividad universal del hacer emancipado. La encarnación del trabajo liberado del capital por parte de un cerebro colectivo que trasciende todas las fronteras. El internacionalismo de la multitud como proclama, pero por sobre todas las cosas, como práctica material del común. Una potencia humana sin dueño, que huye del poder y la propiedad de un puñado de megaempresas.

Este proyecto de proyectos, este tejido de tejidos mundiales, tiene la potencialidad de constituirse en un territorio afectivo y cognitivo, discursivo y material de insumisión antisistémica. Haciendo que la interconexión de los diferentes nodos, difuminados por toda la tierra, alimente, amplíe y expanda los territorios anticapitalistas, sacándolos de una posición defensiva. Una zona autodeterminada, no solo local y nacional, sino mundial. Es mas, tal vez la pujanza y el crecimiento de los espacios de autoorganización en algunas naciones, provenga, mas de la vinculación internacional con otros nodos "mas allá del capital" ubicados fuera de su territorio; que de la propia ampliación de la zona autodetermina en su país de origen. Si la antagonía al capital es mundial, entonces, será universal el plano donde actúa y se mezcle.

Abolir las fronteras desde la multivinculación de experiencias, es un buen antídoto, para ir disolviendo las propias demarcaciones imaginarias y reales del estado, la patria chica y la nación. Residuos, prisiones y corazas históricas capitalistas, de las que no está exenta, ninguna subjetividad preformateada en el capitalismo. Un lazo fraternal enormemente fructífero, sobre todo, para los experimentos autoorganizados urbanos y rurales donde gobierna el mercado, combinándose con aquellos territorios donde las prácticas autogobernadas no pasaron por el veneno de la mercantilización de la vida. Unos para descubrir que no toda formación social necesita atravesar la inexorabilidad capitalista para luego poder liberarse. Y los otros que nunca fueron colonizados por el capital, para evitar cosificar las relaciones de la nueva socialidad que sirve para sostener la reproducción económica, pero que conlleva, el peligro, de consolidar las formas capitalistas, mas allá, de la generosidad de la ética rebelde.

Una retroalimentación de la multiplicidad y de la singularidad del arco iris de los movimientos anticapitalistas desarrollando creativamente nuevos vínculos antimercantiles. Conexiones corpóreas e inmateriales que superan las imprescindibles, pero insuficientes, marchas contra el imperio y los foros ritualizados anualmente. En cambio, un hacer social antisistémico mundializado, transforma a los movimientos, en los habitantes y actores de un potencial poder constituyente extranacional. Una zona cosmopolita, no estatal, en constante reproducción y circulación material. Repotenciando el imaginario de un mundo donde quepan muchos mundos liberados. Y componiendo una reflexión compleja organizada por conjuntos heterogéneos.

Además este hacer-(se), administrar-(se) y disponer-(se) de la vida en común y lo común de la vida, o biopolítica; incluso, desapodera el patrimonio del pensamiento y lo comunitariza en la singularidad multitudinaria mundial. Sobrepasando aquellos momentos y lugares donde algunos quieren ponerla: en los congresos antiglobalización una vez al año. Tiempos y espacios donde los reformismos de todo tipo, usan el período entre-foros, para operar con sus partidos y medios de comunicación, fundaciones y ong's. Para terminar ubicándose en los encuentros, como los gurúes, de que otro mundo (capitalista) es posible. Planificando cómo desviarán al movimiento de las perspectivas de un cambio social radical, impulsado por la época crítica que afronta el capital. Tiempos que, cada vez son mas aleatorios, intempestivos y universales. Como vemos, agotado el foro de Porto Alegre en Brasil, con Lula y su Partido de los Trabajadores como estrellas, los empresarios y sus estados, precisan, que otros intérpretes de la política como espectáculo ocupen sus roles.

El poder constituyente desprecia convertir los encuentros internacionales en un simulacro de lucha. Un gran parlamento con voces calificadas y activistas haciendo de comparsa. Nada mejor que el entrelazamiento material, de la multitud de multitudes, para transformar la palabra en un hacer común. Un pensamiento guiado por el común del hacer.

Una organización mundial de la vida con criterio antimercantil. Una forma de motorizar una economía del valor de uso desde hoy mismo. Un monstruo constituyente compuesto por sujetos individuales, grupales y comunitarios; que ansían plasmar, un imaginario compartido. Una práctica autónoma, tanto por los desempleados del capital, como por aquellos que sean asalariados pero que están dispuestos a colaborar con la preparación del terreno propicio para su propio éxodo. Un nuevo vínculo social de todos los trabajadores. Tanto por los ocupados por el patrón, sea privado y estatal; como por aquellos hacedores que producen plusvalor aunque no esté tarifado por un salario. Un contrapoder de contrapoderes, donde cada vez se diluya mas la diferencia entre lo nacional y lo universal, lo global y lo local. Una multitud en acción antagónica al capital. Un movimiento de movimientos. Un poder constituyente anticapitalista de las comunas asamblearias, al mismo tiempo, que un nuevo orden material y subjetivo de los nodos del internacionalismo del trabajo. Una nueva institución social antiestatal. La autonomía organizada de la multitud productora.

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico (NPH)

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2 de abril de 2004

La OrgaNización AuTóNoma del TraBajo