Parir un hijo, parir miles de hijos

Buenos Aires, Abril de 1995

Cuando me desperté esta mañana pensé en escribirte. Sabés, están pasando muchas cosas y quisiera contártelas.
Hace unas semanas apareció un asesino llamado Scilingo que le contó a un periodista de Página/12 cómo tiraba vivos al mar a los jóvenes que se atrevían a desafiar desde Onganía para acá a todos los poderosos. A los empresarios, los burócratas sindicales, los políticos, las A.A.A., al gobierno de Isabel y finalmente a la dictadura militar.
Ese marino tuvo todo el espacio que quiso, después que apareció el libro, para contar y contar la muerte, para hablar de la horrible muerte. Las radios pasaron cientos de veces sus declaraciones, la TV mostró su cara mil veces, se llenaron las páginas de las revistas y de los periódicos de sus declaraciones y de su terrorífica imagen.
Sabés querido, yo pensaba si nos hubiesen dado el mismo espacio a nosotras cuando lo empezamos a contar desde 1977 hasta ahora.
Qué sociedad tan extraña la nuestra que desestimó durante años lo que nosotras contábamos y ahora les cree a los asesinos y sus cómplices. Pero bueno querido, ahora ya lo saben, nadie puede decir que no fue cierto.
Querido hijo, quiero decirte cuánto te quiero, que ocupás el lugar más importante en mi corazón y que cuando más te quieren matar, más piden listas y más piden tumbas, yo siento qué vivo estás. Cuando doy una charla, cuando hablo con los jóvenes en la casa o en la radio me doy cuenta de cuánto espacio ocupás en el pensamiento de cada uno de ellos. Todos los pibes quieren saber cómo eras, qué pensabas. La mayoría está contando las canciones que vos cantabas y quieren lo mismo que vos querías. Todos los arrepentidos o quebrados tiene mucho interés en asegurar que estás muerto, totalmente muerto y me quieren pagar por tu muerte. Yo los desprecio. Cuando los miro a los ojos, ellos bajan la vista. ¿Sabés por qué? Porque los miro con tus ojos y les hablo con tu voz.
El día que naciste, que mis entrañas se abrieron para poder parirte, fui tan feliz que te hablaba todo el tiempo. Tenía sueño después del parto y no me quería dormir. Quería verte, acariciarte, tenerte siempre fuerte, fuerte y robusto.
No sé por qué tuve tantas ganas de escribirte. Tal vez porque desde hace algunos meses cada mañana escucho más fuerte el "hola mamá" con que me despertabas. No sabés cuántas cosas estoy haciendo para seguir dándote la vida. Es tan hermoso dar vida. Sobre todo cuando muchos sólo hablan de muerte.
Hijo, cada día te quiero más, te respeto más y sobre todo siento que las banderas que vos levantabas, por las cuales entregaste la vida, están en las manos de miles de trabajadores, de estudiantes y de pibes a los que el sistema arroja a la calle.Pero esencialmente, tu lucha estará en la Plaza de Mayo. Ahí de tu brazo, cada jueves, siento que estoy pariendo otros hijos, que como vos, me enseñan el mejor camino, el del amor y la solidaridad hasta cada latido de mi corazón.

Mamá

Fuente: madres.org