Bersuit, o el amor y el odio por lo que somos

El Pelado habla del nuevo disco doble de la Bersuit Vergarabat, de las presiones de la fama y de su lucha contra el menemismo, al tiempo que da por concluida la "etapa Cosquín" de la exitosa banda.

Guillermo Boerr

 

Del éxtasis a la agonía/ oscila nuestro historial/ podemos ser lo mejor, o también lo peor/ con la misma facilidad.

 

Refugiándose del aplastante calor de febrero bajo la sombra de los árboles que proliferan en la quinta donde están los estudios Del Cielito, Gustavo Cordera habla de todo con tranquilidad. Durante la conversación no suele pararse a pensar, no porque hable de manera irreflexiva, sino porque es de los que parecen haber reflexionado previamente sobre cada tema. Mientras tanto, los demás miembros de la banda fuman y charlan animadamente, toman gaseosas y algún fernet, alguno se tira a la pileta. Antes del almuerzo ("milanesas napolitanas con ensalada, ¡y que no falte la soda!", invitará el Pelado a las sencillas delicias culinarias del día) y entre mate y mate, el antihéroe por excelencia del rock nacional repasa la última edición del festival de Cosquín, habla de las presiones de la masividad y del nuevo disco de la Bersuit, el doble La argentinidad al palo (Se es lo que es). Editados de manera similar al disco de los Redondos Lobo suelto, cordero atado, saldrá a la venta de manera separada y sus lanzamientos diferirán entre sí por poco más de un mes (Ver La argentinidad...).



¿Qué conclusiones sacás de este accidentado Cosquín Rock?

Nunca había visto semejante falta de respeto hacia el público y los músicos. Es muy común en la mentalidad del empresario argentino, y sobre todo del que está ligado a la organización de eventos de rock, querer llenarse de guita desde el primer día. Las luces que se usaron, por ejemplo, hace cinco años que estaban vencidas. Las luces prenden, sí, pero los haces no tienen el alcance y la definición que deberían. ¿Y el sonido? Por pijoteros, por ahorrarse un par de mangos, el P.A. (sistema de audio de monitoreo, diferente al que escucha el público) estaba sobre el escenario en vez de ser flotante, lo que hacía que las bandas estuviéramos a 25 metros de la gente. ¡Era tan frío, tan horrible...! Y lo de los baños fue un desastre: ¡diez baños para quince mil personas! (en realidad, eran treinta y seis baños para entre veinte y veintitrés mil personas) ¿En qué cabeza cabe semejante boludez? Es más o menos como si vos hicieras en tu casa una fiesta para mil personas. Por supuesto que va a quedar todo meado. Bueno, todos estos manoseos hacen que yo ya no tenga ganas de tocar ahí el año que viene. Me da la impresión de que Cosquín ya es un ciclo cumplido para nosotros.



¿Te sentís cómodo participando en festivales?

Más o menos. Los festivales están buenísimos porque funcionan como excusa para la gente se junte, acampen, se conozcan y conozcan el país. Pero, a nivel banda, no siempre podés establecer con tu público la conexión que hace que el show realmente funcione. Para que funcione, tiene que haber una cercanía, es necesario ver las caras, escuchar las voces, oler la transpiración. Cuando esto no pasa no me conecto, y el show es frío, o al menos yo lo siento así. El festival de Quilmes estuvo muy bien organizado, más allá de que se haya usado la convocatoria de Bersuit para vender otras fechas menos llenas, lo que no me gustó. Pero, de última, son estrategias de marketing, y en eso no media la falta de respeto por el público o los artistas.



El caos siempre pareció ser un ingrediente fundamental para el funcionamiento de Bersuit, sin embargo ahora todo parece más ordenado...

No tanto. De hecho, todo el crecimiento que hemos experimentado últimamente no llevó a darnos cuenta de que nuestras necesidades para funcionar están excediendo nuestra estructura organizativa. Te cuento una anécdota: después de Cosquín, fuimos a tocar en un pueblito de Santa Fe que se llama Chañar Ladeado, en el corso. Resulta que "el" hotel del lugar era el hotel alojamiento, así que nos pusieron ahí. Como a las cinco de la mañana me despierto por el quilombo de la pieza de al lado y, pensando que los otros estaban de joda, les cago la puerta a patadas, a los gritos: '¡Eh, loco, déjenme dormir!'. Y no va que sale un mina en bolas que cuando me ve, en vez de mandarme a la mierda, abraza y me dice '¡Pelado, no lo puedo creer!'. Imaginate, yo no sabía dónde meterme.



Bueno, pero eso es un hecho aislado, no demuestra que haya caos...

¡Para, pará, que el cuento no termina acá! El corso pasaba por la puerta de la iglesia del pueblo, así que tocábamos ahí, y en ese lugar estaban los camarines. ¡En la iglesia! El cura decía 'no quiero que fumen, no quiero que entren mujeres, acá hay más de veinte instituciones comprometidas, a mí me da mucho miedo'. Claro, había doce mil personas en un pueblo de dos mil. Yo le dije: '¿Y usted tiene miedo? Soy yo el que se tiene que parar adelante de toda esa gente sin un vallado de seguridad'. Finalmente, el show fue uno de los más lindos que recuerdo, pero lo más curioso era que íbamos del telo a la iglesia, tocábamos y de vuelta de la iglesia al telo.



¿Cómo manejan toda la exposición que están teniendo últimamente?

Al revés que Los Redondos, que tocaban un vez por año, porque no queremos resignarnos a cargar con el estigma de ser una banda de estadios: en el último año hicimos más de 92 shows, y en el medio demeamos setenta canciones y grabamos un disco doble. Pero por otro lado, mucha de la culpa de los problemas que tenemos en ese sentido es de los medios, que se la pasan con el tema de quién mete más gente, La Renga, Los Piojos o Bersuit. ¡Como si fuera un concurso de "a ver quien tiene la poronga más grande". ¡Dejate de joder! Eso le hace muy mal a la música, porque lo que se evalúa en esos casos no es el suceso artístico, sino otra cosa. Además, yo soy público de algunas de esas bandas con las que los medios dicen que estamos enfrentados, y es horrible encontrarte en medio de una situación que vos no generaste y de la que, encima, no tenés ningún control.



¿Y cómo resolvés el contacto directo con la gente?

En primer lugar, quiero decir que no me gusta dar autógrafos. El autógrafo es un trofeo que se usa para dar envidia, porque te ven rodeado de gente y te lo vienen a pedir para decir que estuvieron con vos, aunque no sepan ni quién sos. Entonces, una vez que lo tienen, se van, porque no les interesa nada de vos, realmente. En general, si viene alguien y me dice "hola, loco, ¿tenés tiempo? ¿tomamos un café?", cuando tengo el tiempo, me gusta quedarme. Creo que lo lindo de haber estado con alguien que admirás es conocerlo, aunque sea un poco. Haber charlado, haberlo mirado a los ojos. Por eso odio los autógrafos. Pero cuando vienen los nenitos y me piden uno, se los doy. ¿Cómo voy a ser tan hijo de puta de negárselo, si a un nene no le puedo hacer entender esto? Pero con la gente grande, ya es otro cuento.



La Bersuit siempre pareció necesitar de un enemigo para funcionar

Nunca salí a buscar enemigos afuera. En los noventa me planté contra el menemismo porque sacaba lo peor de clase media, lo más miserable, lo más egoísta. Pero ojo que ese enemigo también está adentro mío, porque lo que hizo el menemismo fue utilizar en su provecho todos los miedos de la clase media. También hay que tener en cuenta que ahora no está Menem y hay mucha gente que piensa que estábamos mejor antes, que hay que meter mano dura y todas esas boludeces. Como si metiendo bala se terminara el hambre... Esa es la clase media del "algo habrán hecho" y del "con Menem estábamos mejor", porque tenían un auto 0 km. ¡Mejor que qué, si el país se caía y se cae a pedazos!



Bueno, también es la misma clase media de los cacerolazos...

Sí, y eso les sirvió para despertar de esa gran mentira de que un banco es el lugar que te cuida la plata y darse cuenta de que ellos son los históricos ladrones de nuestro país. Occidente y el capitalismo han llegado a un nivel de depredación que nos está matando a todos, pero no sólo a nivel material, sino también espiritual. En el segundo disco hay una canción que se llama Shit Shit Shit Money, que pinta de una manera muy cruda todo lo que pasó en esos días. La propiedad privada es lo peor que hay. ¿Cómo vas a apropiarte de un terreno, si la tierra ya estaba ahí desde antes del hombre, y va a seguir estando cuando hayamos desaparecido?



Es curioso que me digas eso mientras estamos en una quinta cercada y con seguridad privada...

Bueno, eso forma parte de la naturaleza humana. Odiar y, al mismo tiempo, amar lo que somos forma parte de nuestra naturaleza. Sin embargo, desde este lugar voy seguir pregonando lo malo de la propiedad privada. Pero bueno, siguiendo con lo otro, se puede ver que está apareciendo un nuevo estado de consciencia, sobre todo en los pendejos de entre 10 y 14 años. Está bueno, se nota que tienen una claridad impresionante sobre quién es su enemigo. Pero también tienen claro cuál es el mundo en el que viven actualmente porque, si vas con los ojos cerrados con tu idea del mundo, te vas a dar la cabeza contra la pared.

 

Fuente: Clarin, Domingo 22 de febrero de 2004.