La cara oculta de la recuperación económica de Kirchner

Los ocupados trabajan tantas horas como en el siglo XIX

Autor: Extractos del folleto de próxima publicación del Instituto Karl Marx

Fecha: 26/1/04

Fuente: LVO 132

Los ocupados trabajan tantas horas como en el siglo XIX Autor: Extractos del folleto de próxima publicación del Instituto Karl Marx Fecha: 26/1/04 Fuente: LVO 132

En la Argentina "K" del siglo XXI los trabajadores trabajamos tantas horas diarias como en... ¡1887! Esto sucede a la par que 3,4 millones personas no tienen empleo y más de la mitad de la población se encuentra en la pobreza. Este es el verdadero rostro del "milagro" de Duhalde y Kirchner, celebrado por Bush y el FMI.
En estas páginas, y como parte de nuestra campaña por la anulación de la reforma laboral flexibilizadora y toda legislación antiobrera, junto a la lucha por el reparto de las horas de trabajo, presentamos nuevamente extractos del folleto que explica, a la luz de los conceptos marxistas fundamentales de crítica de la economía política, el brutal ataque al salario obrero como la cara oculta de la recuperación económica kirchnerista. De próxima publicación, el folleto está basado en un exhaustivo trabajo de investigación realizado por Jorge Sammartino y Juan Redondo, miembros del Instituto Karl Marx.

La reducción y el reparto de las horas de trabajo

El tiempo libre de trabajo no es una entelequia o un buen deseo para cuando venga el socialismo. Es una lucha cotidiana, una lucha de clases ininterrumpida contra las pretensiones tiránicas del capital. (...)
"Al esforzarse por reducir la jornada de trabajo a su antigua duración razonable (...) los obreros no hacen más que cumplir con un deber para consigo mismos y para con su raza. Ellos únicamente ponen límites a las usurpaciones tiránicas del capital. El tiempo es el espacio en que se desarrolla el hombre. El hombre que no dispone de ningún tiempo libre, cuya vida, prescindiendo de las interrupciones puramente físicas del sueño, las comidas, etc., está toda ella absorbida por su trabajo para el capitalista, es menos que una bestia de carga. Físicamente destrozado y espiritualmente embrutecido, es una simple máquina para producir riqueza ajena. Y, sin embargo, toda la historia de la moderna industria demuestra que el capital, si no se le pone un freno, laborará siempre, implacablemente y sin miramientos, por reducir a toda la clase obrera a este nivel de la más baja degradación". (K. Marx. Salario, precio y ganancia).
La lucha por la reducción de la jornada laboral ha sido una constante de la lucha obrera durante más de ciento cincuenta años. Y es una lucha que hoy se plantea con toda su agudeza. Sobre todo cuando los trabajadores están sufriendo desde hace años una ofensiva ininterrumpida sobre sus condiciones de vida. (...)
En nuestro país (...) la primarización de la economía, su carácter exportador de bienes primarios, su escasa inversión pública y toda una serie de factores que hacen a la constitución de un capitalismo dependiente, atrasado, últimamente desindustrializado y de baja productividad general, no puede ser ni un creador de empleos por dinamismo e innovación, ni por absorber parte del trabajo mundial como lo han logrado una serie de países del sudeste asiático.
En estas condiciones, el desempleo de masas, inaudito para los estándares argentinos, no es un fenómeno pasajero y persistirá a pesar de un nuevo ciclo ascendente de la economía. (...) Este ejército de desocupados es el que impone dobles cadenas al salario y las condiciones laborales de los trabajadores que permanecen en activo. Uno es la condición del otro. Que el número de pobres ascienda a 20 millones de personas no se debe sólo al desempleo, sino a las pésimas remuneraciones que perciben los trabajadores, sobre todo aquellos que no están registrados y son una segunda línea del ejército de desocupados con el que cuenta la burguesía para disciplinar a los trabajadores.
Por eso la exigencia del reparto de las horas de trabajo es parte del programa mínimo que los revolucionarios exigimos como salvaguarda de las fuerzas físicas y morales de la clase productora de la sociedad. Como sostuvo Trotsky en el Programa de Transición: «Bajo pena de entregarse voluntariamente a la degeneración, el proletariado no puede tolerar la transformación de una multitud creciente de obreros en desocupados crónicos, en menesterosos que viven de las migajas de una sociedad en descomposición. El derecho al trabajo es el único derecho que tiene el obrero en una sociedad fundada sobre la explotación. No obstante se le quita ese derecho a cada instante. Contra la desocupación tanto de «estructura» como de «coyuntura» es preciso lanzar la consigna de la escala móvil de las horas de trabajo. Los sindicatos y otras organizaciones de masas deben ligar a aquellos que tienen trabajo con los que carecen de él por medio de los compromisos mutuos de la solidaridad. El trabajo existente es repartido entre todas las manos obreras existentes y así es como se determina la duración de la semana de trabajo. El salario de cada obrero permanece igual al de la antigua semana de trabajo. El salario, con un mínimo estrictamente asegurado sigue el movimiento de los precios. No es posible aceptar ningún otro programa para el actual período de transición... Se trata de preservar al proletariado de la decadencia, de la desmoralización y de la ruina. Se trata de la vida y de la muerte de la única clase creadora y progresiva y, por eso mismo, del porvenir de la humanidad. Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen de los males por él mismo engendrados, no le queda otra cosa que morir». (...)
Los capitalistas, atenazados por la crisis, la recesión, el peligro del default de la deuda externa, no podían resolver esa crisis sino por medios capitalistas, es decir, mediante una ofensiva generalizada contra las condiciones de vida y laborales de los trabajadores. Así mientras se desataba una feroz ofensiva antiobrera en todo el país, la CTA pretendía un trámite legislativo para "convencer" a esos mismos capitalistas de no actuar como tales, sino con el sentimiento altruista del benefactor. Por supuesto que ni el gobierno ni los capitalistas aplicaron las recetas de la CTA. Es que al revés de lo que sostienen todos los reformistas, la burguesía sale de la crisis mediante sus propios métodos, siguiendo su propio instinto de clase y no de los consejos amigables de la CTA. En consecuencia toda conquista seria en la lucha por la disminución de la jornada laboral y la desocupación no puede ser más que subproducto de una confrontación encarnizada de clases. Por eso toda política de conciliación de clases, toda tentativa de los sindicatos de subordinarse a tal o cual proyecto burgués atenta contra la preparación de los trabajadores para esas duras batallas de clase.
Al frente de una estrategia de clase como ya lo mencionamos está el planteo del reparto de las horas de trabajo. En nuestro país, con unos 3,4 millones de desocupados no puede ni pensarse en un planteo serio de recuperación salarial, sin eliminar la desocupación galopante. Sobre la base de las estadísticas oficiales se puede sumar el total de horas trabajadas por aquellos asalariados que permanecen sobreempleados. De la suma de todas esas horas podemos obtener un fondo nacional de horas sobrantes para repartirlas entre los desempleados. Si pensamos en el establecimiento de una jornada laboral de 35 horas semanales y consideramos sobretrabajo a todos aquellos trabajadores que se ubiquen por sobre esas 35 horas obtenemos un máximo de horas sobrantes de más de 95 millones de horas semanales que corresponden a un 54,5% de los trabajadores que según nuestro criterio están hoy sobreempleados. El mínimos se ubica en 76,5 millones de horas excedentes. De acuerdo al total de asalariados considerados a enero del 2003, disponemos de horas sobrantes suficientes para crear un mínimo de 2.187.900 empleos y un máximo 2.721.559. Esta cantidad de empleos aproximados que podrían crearse según los indicadores de principios del 2003 podrían ser hoy mayores si se tiene en cuenta que con la salida de la recesión y la creación de nuevo empleo, pero sobre todo por el aumento de las horas trabajadas por trabajador.
A un resultado parecido arribamos de acuerdo al estudio elaborado por la OIT antes mencionado. Teniendo un promedio de 2040 horas trabajadas anualmente, lo que incluye aproximadamente unos 215 días laborables (se restan feriados, vacaciones, etc). Considerando la misma jornada laboral de 7 horas, cada trabajador debería trabajar 1505 horas anuales. De allí obtenemos un excedente de 535 horas por trabajador. Tomando en cuenta la cantidad total de asalariados a mayo de 2003, que llegan a 7.796.000, con el total de horas excedentes trabajadas se podrían crear alrededor de 2.770.000, cifra similar a la que obtuvimos anteriormente.

 

El umbral de la
verdadera humanidad

"(...) para salvar a la sociedad no es necesario detener el desarrollo de la técnica, cerrar las fábricas, conceder premios a los agricultores para que saboteen a la agricultura, transformar a un tercio de los trabajadores en mendigos, ni llamar a los maníacos para que hagan de dictadores.
Ninguna de estas medidas, que constituyen una burla horrible para los intereses de la sociedad, es necesaria. Lo que es indispensable y urgente es separar a los medios de producción de sus actuales propietarios parásitos y organizar la sociedad de acuerdo a un plan racional. Entonces será realmente posible por primera vez curar a la sociedad de sus males. Todos los que sean capaces de trabajar deben encontrar un empleo. La jornada de trabajo debe disminuir gradualmente.
Las necesidades de todos los miembros de la sociedad encontrarán la posibilidad de una satisfacción creciente. Las palabras "pobreza", "crisis", "explotación", saldrán de circulación.
La humanidad podrá cruzar finalmente el umbral de la verdadera humanidad."

El marxismo y nuestra época, León Trotsky. 1939

Fuente: La Verdad Obrera, 26 de Enero de 2004.